La iniciativa divina

Ministerios Ligonier

Renovando tu Mente

 La iniciativa divina

R.C.Sproul

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En esta sesión, quiero ir más allá y ver lo que en teología llamamos: la iniciativa divina, refiriéndonos a ese primer paso de la salvación que se lleva a cabo en nuestras vidas de forma unilateral y exclusiva por el poder de Dios.

Y vemos esto en el pasaje de Efesios 2, del cual he hecho referencias ocasionales y me gustaría dedicarle un poco más de tiempo ahora. Si pueden, veamos el capítulo dos de Efesios donde Pablo dice: “estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Lo que encontramos en este pasaje son términos descriptivos del carácter radical de la caída del ser humano. Hemos hablado ya sobre la incapacidad moral. Hemos evitado el uso del lenguaje calvinista, el cual describe la situación del hombre como la de “depravación total”, un término que ha llegado a ser muy, muy controversial en círculos cristianos y es parte del famoso acróstico que usan los calvinistas para delinear los conocidos: cinco puntos del calvinismo –TULIP.

T-U-L-I-P (siglas en inglés) “T” por “Depravación Total”, “U” por “Elección incondicional”, “L” por Expiación limitada”, “I” por “Gracia irresistible y “P” por perseverancia de los santos”.

Pero generalmente no se llega más allá de la “T” antes de que la controversia estalle.

Esta es una de esas ocasiones donde los acrósticos, que son pequeñas ayuda-memoria que funcionan como asistentes para recordar, a veces causan más daño que ayuda, ya que “depravación total” es un término muy confuso.

La gente confunde “depravación total” con lo que llamaríamos “depravación absoluta”; es decir, que el hombre es tan malo como le es posible ser. No conozco a nadie que crea eso. Sin importar cuán pecadores somos, siempre podemos pensar que nosotros cometeríamos pecados mucho peores de los que cometemos, y pecar más de lo que, de hecho, pecamos.

Entonces, ninguno de nosotros es absolutamente depravado. El término “depravación total” fue acuñado para señalar que el pecado afecta a la persona completa, que toda la esencia de nuestra humanidad está caída. Es decir, nuestras mentes, nuestras voluntades, nuestros cuerpos están caídos, toda la persona está atrapada en esta caída. Yo prefiero hablar de la “Corrupción radical”.

El problema es que las siglas en inglés TULIP serían RULIP y dañarían el acróstico.

Pero me gusta el término “Corrupción radical” porque el significado de ‘radical’ históricamente viene de la palabra latina radix, que significa “raíz”. El punto con la corrupción radical es que nuestra caída no es solo algo tangencial o algo periférico, una imperfección accidental que está meramente en la superficie de nuestra humanidad, sino que el pecado es algo que va al mismo núcleo de nuestra existencia.

Y penetra hasta la raíz del árbol. Ahora, en este texto, Pablo está haciendo algunas declaraciones que indican la seriedad de nuestra caída, dice: “estabais muertos en vuestros delitos y pecados”.

En otra parte habla de estar bajo el poder del pecado, en la esclavitud del pecado, hijos de ira, hijos del diablo, ese tipo de cosas. No es una imagen muy agradable del ser humano caído natural. Pero, otra vez, él dice que este era nuestro estado anterior, que ‘estábamos muertos en delitos y pecados en los cuales anduvimos antes’.

¿Cómo anduvimos? Anduvimos “según la corriente de este mundo”. Anduvimos por el camino que el mundo recorre, el cual no es como Dios quiere que andemos. Anteriormente Pablo había hablado acerca de que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. No hay ningún justo, ni aún uno.

No hay nadie que haga el bien. No hay ninguno que busque a Dios. Todos nosotros somos inútiles y nosotros nos hemos desviado. ¿Recuerdas que los cristianos fueron llamados al principio los del ‘camino’?

Pero nuestro camino natural no es el de Dios. Andamos “según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire”. Es decir, estábamos siendo obedientes y leales ¿a quién? A Satanás. Él es el príncipe de la potestad del aire.

Y anduvimos conforme al “espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”

Este es un retrato muy, muy sombrío de la caída del hombre. Ahora, la siguiente palabra, creo que es la palabra más importante en el Nuevo Testamento con respecto a esta doctrina de la gracia soberana de Dios. Creo que es muy importante que haya insistido en este tema tantas veces,  tanto así que en una clase que estaba enseñando, una mujer se tomó el trabajo y la molestia de hacer un letrero para mí con esta palabra.

Esta palabra es “pero”. El Evangelio sólo es buenas noticias cuando entendemos las malas noticias. El único evangelio del Evangelio es cuando comprendemos por primera vez la ley y nuestra situación bajo la ley.

Aquí estamos, muertos en delitos y pecados, andando conforme a la carne, la concupiscencia de la carne y todo lo demás, andando como los que están bajo el espíritu de desobediencia, hijos de ira – PERO Dios.

“Pero Dios”, que es rico en misericordia”, y no “pero nosotros”, que aún teníamos una pizca de justicia, finalmente nos levantamos de los escombros, o nos disponemos para cambiar nuestras formas, pero el ser humano que es poderoso dijo moralmente “¡No!” a esa corriente maligna y se liberó de la muerte’.

Eso no es lo que la Biblia dice. Dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, nos ha vivificado, nos dio vida, aún cuando estábamos muertos en nuestros delitos”.

Cuando oigo hablar a los cristianos evangélicos sobre lo que sucede en la conversión, con frecuencia escucho dos analogías, ilustraciones diseñadas para comunicar a nuestras mentes lo que realmente pasa.

Quizá tú las has oído. La primera dice así: Ese ser humano caído no está sano. Él está muy, muy enfermo. De hecho, está enfermo hasta la muerte y está en la sala de enfermos terminales del hospital.

No hay nada que ese ser humano pueda hacer para sanarse a sí mismo. Está casi en coma. La muerte es segura. A menos que le administren remedios, ese hombre de seguro morirá. Entonces Dios provee la medicina y la enfermera pone el remedio al ponerlo en una cuchara.

Dios tiene – o Dios mismo pone el remedio en la cuchara, y Dios mismo viene donde esa persona con labios resecos y su condición de semi-coma, acostado en su lecho de muerte, y pone la cuchara justo en sus labios.

Pero en ese momento, la persona puede aceptar el remedio o rechazarlo. Pero si abre su boca, Dios pondrá la medicina en su boca y ella lo salvará. Pero si mantiene sus labios cerrados, no recibirá la cura necesaria.

Esta analogía muestra que el ser humano está en una condición muy, muy seria. Pero aún está vivo. Lo que oigo a Dios decir es que Él viene a la habitación después que el doctor declaró al ser humano muerto!

Lo que oigo a Pablo decir es que Dios nos da vida cuando estamos muertos. Una mejor analogía sería que la persona se ha ahogado, está re-ahogado en el fondo del mar y Dios se sumerge en el agua y saca ese hombre muerto, ese cadáver, del fondo del mar y lo trae a tierra firme y Él se inclina, le da respiración boca a boca y respira aliento de vida en él y es resucitado de entre los muertos.

Eso es lo que dice la biblia en cuanto a la iniciativa divina, que ese primer paso de reavivar de la muerte, de la carne al espíritu, la transferencia del reino de las tinieblas al reino de la luz, es logrado por Dios, no por el ser humano.

Y, por supuesto, después que Dios nos da vida, luego elegimos, luego creemos, luego abrazamos a Cristo, nos arrepentimos. Hacemos todas esas cosas porque ahora estamos vivos para las cosas de Dios.

Pero el primer paso, la iniciativa, la resurrección de entre los muertos, es obra de Dios y solo de Dios. “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.”

Bien, una de las preguntas más profundas que se generan cuando pensamos en esta iniciativa divina es: si Dios es el que tiene que rescatar a ese hombre muerto en el fondo del mar, si Dios es quien no solo tiene que dar el remedio, sino que resucitar un cadáver, entonces ¿cuál es el propósito del evangelismo?

¿No es esa una pregunta que todos pensamos y formulamos?  que, a la luz de la soberanía de Dios, y a la luz de todo el concepto de predestinación, si Dios ha decretado desde toda la eternidad que ciertas personas serán salvas, entonces ciertamente esas personas serán salvas con o sin mi testimonio, con o sin mi predicación del Evangelio.

¿Por qué entonces debemos preocuparnos por el evangelismo? Mi historia favorita sobre este tema ocurrió cuando estaba en el seminario, cuando estudiaba con el Dr. John Gerstner, en el Seminario de Pittsburgh, que es el rey de los pre-destinatarios.

Y había cerca de 20 de nosotros en la clase y estábamos sentados en semicírculo y él dijo: “Muy bien, señores, si es verdad que Dios predestina soberanamente a un cierto número fijo de personas para ser salvos, y es a través de un decreto inmutable, entonces ¿por qué deberíamos involucrarnos en el evangelismo?

Lanzó la pregunta y la dejó en el aire y empezó a llamar a los alumnos para que respondieran la pregunta. Nunca voy a olvidar lo aliviado que estaba porque me encontraba en el extremo derecho de ese semicírculo, y él empezó por el izquierdo.

Y pensé: “¡wow!, me alegro que no tengo que responder eso!” Entonces él mira al primer alumno y dice: “bien, señor Fulano de Tal, ¿qué diría usted?” Y él dijo: “Bueno, Dr Gerstner, usted sabe, no lo sé. Siempre me he preguntado eso”

Así que se perdió el penal. Se dirige al siguiente alumno y este le dice: “Ni idea”. Se dirige al siguiente, todo el resto de la línea y se estaba acercando peligrosamente a mí. Había una sensación de expectativa que aumentaba en el salón.

Me sentí como Sócrates en uno de los diálogos de Platón cuando, después que todas esas otras personas, los mortales menores, dieron respuestas a esas preguntas profundas que suenan ok hasta que Sócrates habla, y deja a todos con la boca abierta.

Y pensé, “oh, oh, voy camino al banquillo de los acusados”. Bueno, efectivamente, se recorrió todo el círculo y nadie pudo responder la pregunta del Dr. Gerstner y llegó mi turno. Yo estaba temblando. Así que traté de responder y dije: “Bueno, estoy seguro que esto no es lo que usted espera Dr. Gerstner.

Sé que hay algo mucho más profundo que esto y que debe ser la respuesta a esta pregunta, pero una pequeña razón por la que debemos involucrarnos en el evangelismo es que, usted sabe, Jesús nos manda a hacer evangelismo, ¿no es cierto?

Y Gerstner comenzó a reírse con su estilo siniestro y dijo: “Por supuesto, Sr. Sproul. ¿Cuál podría ser una razón más insignificante para hacer evangelismo, que no sea que Jesús te lo ordena, que el Salvador de tu alma y el Señor Dios Todopoderoso deba pronunciar una orden,

Y tú piensas que esa puede ser quizás una pequeña razón por la que deberíamos…” Y cuanto más continuaba, ya se imaginan, yo me estaba achicando en esa silla. Y dije: “Wow, espere un momento”. Pero nunca olvidé el punto.

Él dijo: “La razón principal por la que hacemos evangelismo, a la luz de la soberanía de Dios es porque Dios es soberano, y Dios no solo ha decretado soberanamente el fin, es decir, la meta de la redención de la gente, sino que él también, soberanamente, decretó los medios para ese fin.

Él ha elegido la necedad de la predicación como el medio por el cual traerá a la gente hacia la salvación, y le ha ordenado a su iglesia que lleve a cabo ese programa de evangelismo. Y dijo: “Mira, yo me encargo de la elección, pero tú de la predicación. Tú testifica. Esa es tu responsabilidad.”

Ahora, ¿Él me necesita? No, Él no me necesita. No, no me necesita. Dios no me necesita para cumplir Su plan. Él podría hacerlo sin mí. Él tiene el poder para hacerlo sin mí, ¿está bien?

Pero, Él ha elegido hacerlo conmigo y por mí y a través de mí, y contigo y por ti y a través de ti.
Entonces, vemos que el evangelismo es ante todo un deber. Pero, en segundo lugar, y debemos entender esto: el evangelismo es un privilegio indescriptible. Qué tal privilegio.Es decir, una vez estaba leyendo un libro sobre recaudación de fondos (debo leer esos libros de vez en cuando, son terriblemente tediosos y aburridos).

Y la persona que escribió el libro, había sido el jefe de campaña de recaudación de fondos para la universidad de Harvard, y decía: “Hay algunos principios fundamentales que deben entender sobre este tema”.

Dijo: “La primera regla es esta: Debes ser consciente del hecho de que cada ser humano desea tener una parte significativa en una empresa importante; por lo tanto, si le das a la gente la visión de lo que estás haciendo y los dejas ser parte de ello, entonces ellos responderán porque quieren ser parte de una causa importante.”

Y él, por supuesto, el autor del libro estaba diciendo: “Explota eso”, ya sabes. “Usa eso, tenlo presente”. Bueno, creo que es verdad, ¿no es cierto que queremos que nuestras vidas cuenten? No queremos ser parte de cifras insignificantes en este mundo. Queremos participar en cosas significativas.

¿No sería como si pudiéramos decir, si pudiera mirar mi cuello y decir: “¿Ves esa medalla? Ese medalla significa que fui parte del equipo ganador del mundial de fútbol de 1974.”? La gente me miraría y diría ¿En serio? ¿No es eso tremendo? ¡Eso es significativo!

Yo no tengo una medalla de esas. Todo lo que hago en mi vida: No juego fútbol, no soy miembro del gabinete presidencial, todo lo que hago a diario es trabajar para el Rey de Reyes. Eso es todo lo que hago.

Ahora, ¿qué podría ser más insignificante que eso? Todo lo que tengo que hacer, y me pagan por hacerlo, es trabajar en la empresa más importante que Dios haya creado, trabajar para la edificación del reino de Dios, para la predicación del Evangelio, puesto que la edificación de los santos es el llamado supremo en el universo.

Es por eso que un día me molesté cuando un alumno me dijo algo. Yo había trabajado en la iglesia por un par de años, y luego estuve pasando más tiempo enseñando en el seminario y recorriendo el país dando conferencias y todo eso; este estudiante me miró con sus ojos iluminados.  Él estaba asombrado.

Él pudo conocerme en carne y hueso, alguien a quien había oído hablar en una conferencia en algún lugar, y había visto mi foto en un libro o algo por el estilo, y eso era como si mi tarjeta de presentación cobrara vida y él estaba atónito y llegó a decirme: “¡Vaya! ¿Cómo era cuando usted era solo un pastor?”

Y yo le dije: “¿Qué quieres decir con SOLO un pastor? ¿Tú sabes por qué no soy un pastor? Porque no tengo lo que se necesita para ser un pastor. Es mucho más fácil ir de ciudad en ciudad, predicar y luego partir, que quedarme allí con las mismas personas año tras año tras año y pasar del primer nivel al segundo nivel, luego al tercer nivel, edificando, tomándoles la mano cuando mueren y todo eso, teniendo que recibir sus críticas cada semana y tener que soportarlo.”

Le dije: “Simplemente no podía sobrellevarlo. No tengo nada más que un profundo respeto y admiración por el pastor porque creo que ese es el llamado supremo que existe en este mundo. Es un privilegio; no es solo un deber. Es un privilegio poder pasar la vida al servicio de Cristo.”

Nota lo que Pablo dice en el capítulo 10 de Romanos. Dice el versículo 11: “Pues la Escritura dice: todo el que cree en Él no será avergonzado” ¡Vaya! ¡Qué declaración!

Cuando llegamos a la fe y ponemos nuestra fe, ponemos nuestra confianza, la estamos poniendo en Cristo como nuestro Salvador, todos saben lo que significa haber depositado su fe o confianza en algo o alguien que los defraudó. Eso es devastador.

Pero, quien deposite su fe o confianza en Cristo, ¡nunca será defraudado! “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan.”

Verso 13: “porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.” Ahora, hemos estudiado a lo largo de esta serie que nadie, el hecho que nadie invocará al Señor a menos que el Señor mismo primero le de vida, pero ¿para qué Dios nos da vida?

Para clamar a Cristo, invocar al Señor. Y quienquiera que haga eso, quienquiera que llame, y tú no sabes si eres elegido o no. Pero ¿quieres a Cristo? ¿ah? Invócalo. Deja que el tema del misterio de la elección quede a un lado por un minuto.

¿Cuál es el estado de tu corazón en este momento? Si en tu corazón quieres un Salvador, si en tu corazón quieres a Cristo, si lo quieres, invoca al Señor. Y si lo invocas, no hay nada más seguro bajo el sol, que el hecho de que Él oirá tu clamor y que él te responderá y serás salvo.

Pero luego Pablo hace esta pregunta: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído?” Antes de llamar a alguien para que te redima, primero tienes que tener algún grado de confianza en que esa persona es capaz de realizar la tarea.

No voy a llamar al Chapulín Colorado para que salve mi alma porque no creo que tenga la capacidad de salvar mi alma. Primero tengo que creer que él es capaz. “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?

Ahora, esta es una lógica bastante simple ¿no? “Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Tú no llamas a un salvador para salvarte si es que no crees que él es el Salvador. ¡Y no puedes creer que Él es el Salvador si nunca has oído hablar de Él! Y no vas a escuchar de él a menos que alguien te hable de él. Y luego continúa diciendo: “Y cómo predicarán si no son enviados?”

Y podrías no estar dotado para el evangelismo, pero eres capaz de contribuir para enviar al evangelista. (Solo un paréntesis, únicamente el 4% de los cristianos, cristianos evangélicos en los Estados Unidos de América, diezman).

Y te preguntas ¿por qué la Gran Comisión no se está cumpliendo? No es porque esté bloqueada o frustrada por la predestinación. Está bloqueada y frustrada por la gran desobediencia en el pueblo de Dios con su dinero.

Cuatro por ciento, cuatro de cada 100 evangélicos profesantes, diezman por cumplir. Pero el punto que quiero que vean aquí es la cita que Pablo hace del Antiguo Testamento. Dice: “La fe viene” donde dice: “¿Cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el Evangelio del bien!”

Extraño, algo extraño. He oído de gente escuchando a Billy Graham o escuchando a otros grandes predicadores y diciendo: “Qué voz tan maravillosa tiene”. O la gente es peor que eso. Es decir, recibo más cartas sobre mi peinado que sobre mi teología y la gente dirá: “Por qué estás usando esos lentes?” o “¿Por qué te pones esa corbata?” o “¿Por qué usas los mismos pantalones todos los días en esta serie?

¿Estoy siendo claro con esto? ¿ah? Bien, entonces, ¿por qué la gente nota esas cosas? Pero ¿alguna vez has escuchado a alguien en la congregación mirar al ministro y decir: “Guau, ¿no tiene unos hermosos pies?

¿Alguien ha hablado alguna vez de los pies de Billy Graham? Él es el más grande evangelista de nuestros días y nunca escuché a una sola persona referirse a sus pies.

Pero en el mundo antiguo, la palabra “evangelio” primero significaba “mensaje bueno” o “buenas nuevas” y la comunicación de eventos críticos era un asunto muy, muy serio para los antiguos, donde los ejércitos salían a la batalla y no volvían durante dos años y la gente esperaba dos años sin saber si ganaron o perdieron.

Así que cada vez que había una batalla crucial, si las fuerzas ganaban o perdían, enviaban un mensajero, un corredor de maratón, que volvía corriendo a la ciudad. Y mientras corría hacia la ciudad, iba anunciando el resultado de esta batalla decisiva para el pueblo.

Y la gente del pueblo tendría puestos de vigilancia en los puntos más altos para visualizar el horizonte y ver al mensajero. Y verían que el polvo empezaba a alzarse mucho antes que pudieran ver a la persona.

Esa polvareda llamaría su atención y mirarían a lo lejos y observarían las diferentes formas de las nubes de polvo. Y ellos mirarían y lo primero que verían sería la forma en que los pies subían y bajaban mientras subían corriendo la montaña y bajaban por el otro lado de la montaña.

Y los que eran buenos vigilando podían decir antes que llegase el mensajero si eran buenas o malas noticias, porque el hombre que corría para declarar la victoria corría con el pecho en alto y moviendo sus brazos, con una sonrisa en la cara y sus pies a toda velocidad.

¿Cuántos de ustedes corren? ¿Saben cuál es el “paso del perdedor”? Eso es cuando vas corriendo y los pies ni siquiera se levantan del suelo, ¿cierto? Él dijo: “Sí, estoy corriendo. Todavía sigo corriendo”. Es el paso del perdedor, así se llama, ¿estamos?

Y lo he experimentado más de una vez.  Y así es como los mensajeros que venían con malas noticias se acercarían a las puertas de la ciudad: desinflados, desanimados, abatidos.

Pero entonces, ves a alguien cuyos pies están casi volando y sus calcetines estaban en llamas desde la distancia con buenas noticias, y el vigía arrojaba su sombrero al aire y decía: “¡Ganamos!”

Y así el profeta dice: ‘Cuán hermosos, en la montaña, son los pies de aquel que trae buenas nuevas, que publica paz.’ Sé que fue Dios quien me trajo a Cristo, pero usó a un hombre que me habló del Evangelio y nunca olvidaré a ese hombre.

Y no importa lo que ese hombre haga, siempre lo amaré, porque, humanamente, se preocupó lo suficiente para ser el instrumento que Dios se complació en usar para llevarme a Jesucristo.

¿No te gustaría saber cómo Dios usó tu testimonio, tu acto de caridad, tú ejemplo hacia tu vecino como catalizador para la salvación eterna de esa persona?

¿Por qué evangelizar? Porque es un mandato y es el mayor privilegio que Dios puede darnos.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

26/27 – El gran ministerio sacerdotal de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

26/27 – El gran ministerio sacerdotal de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/el-gran-ministerio-sacerdotal-de-cristo/

Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss te recuerda que Jesús está intercediendo por ti hoy.

Nancy Leigh DeMoss: Quiero que te quede claro — Él no es un Salvador del pasado, y esto no  se trata solo de que Él está vivo, de que  nosotros estamos aquí esperando poder ser rescatadas de este desastre y ser llevadas al cielo. ¡No! ¡Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!

Leslie: Este es Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Al inicio de la temporada de Cuaresma, Nancy comenzó una serie llamada El Cristo incomparable. Ella la está concluyendo esta semana, reflexionando en lo que Jesús está haciendo en estos momentos.

Nancy: Estoy muy agradecida por la manera en que el Señor ha estado utilizando la serie El Cristo incomparable en la vida de nuestras oyentes.  Permíteme leerte lo que una oyente escribió,  que fue muy alentador para mí. Ella dice:

Después de 25 años de tratar de cambiarme a mí misma con libros de autoayuda para ser una mejor persona, una mejor esposa, madre, etc. creo que finalmente entendí. ¡Todo lo que realmente necesitaba hacer era enfocarme en Cristo! Siento como si hoy me hubiera quitado de encima una enorme carga.

Así es, Cristo levanta las cargas. Él levanta tu carga. Él levanta las mías. Al mirar a Cristo, nuestras cargas son levantadas.

Hemos visto que Jesús murió, que se levanto de la tumba, que ascendió al cielo, y prometió que un día Él regresaría para llevarnos a estar con Él. Pero hoy quiero hacer esta pregunta: ¿Qué está Él haciendo mientras tanto? Es decir, ahora mismo, ¿Qué está haciendo Jesús?

Nosotras sabemos algunas cosas acerca de lo que Él está haciendo. Sabemos que Él está preparando un lugar para nosotros (ver Juan 14:3).  Que Él vendrá y nos llevará a ese lugar un día no muy lejano. Sabemos que Él está disfrutando de la íntima y gozosa comunión que tenía con el Padre antes de la fundación del mundo. Él está disfrutando esa comunión. Y, maravilla de maravillas, Él nos ha traído a ese círculo eterno, de la comunión y unión de la Trinidad. Esto no nos convierte en parte de la Trinidad, sino que nos han hecho participes de Su comunión.

Colosenses capítulo 3 lo dice de esta manera:

Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Porque habéis muerto [con Cristo], y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (vv. 1, 3).

No puedes estar más cerca de ahí al trono de Dios  —levantado, sentado con Cristo en los lugares celestiales, como leemos en el libro de Efesios. Y ahora Colosenses nos dice que nuestra vida esta “escondida con Cristo en Dios” —disfrutando esa comunión con el Padre, el  Hijo y el Espíritu Santo. Sabemos que Jesús es hoy la cabeza de Su Cuerpo, la iglesia. Apocalipsis capítulos 2 y 3 nos dicen que Él está “caminando entre los siete candelabros de oro” (las iglesias locales). ¿Y qué está haciendo?

  • Él está reinando.
  • Él está observando.
  • Él está guiando.
  • Él está supliendo.
  • Él está protegiendo.
  • Él está proveyendo.

Él tiene hoy este ministerio activo a favor de Sus iglesias. Él no es solo un distante y lejano gobernante que mira las cosas que están sucediendo aquí abajo en la tierra, pero tiene una vida totalmente diferente allá arriba en el cielo. Él está activamente comprometido con nosotros por Su Espíritu aquí en la tierra como Cabeza de Su iglesia.

Acabamos de pasar la Semana Santa y el Viernes Santo. Creo que la mayoría de nosotras estamos conscientes del trabajo realizado en el pasado por Cristo en la cruz a nuestro favor. Pero al ir trabajando en esta serie, he llegado a creer que muchas de nosotras vivimos sin reconocer conscientemente nuestra dependencia de un Salvador que está vivo y activo.

¿Con que frecuencia recordamos la cruz  —como deberíamos probablemente hacer más a menudo? La cruz excelsa  al contemplar…  Pensamos en Él que murió por nuestros pecados  —en tiempo pasado. Pero ¿qué pasaría si empezáramos a pensar en Él, no solo como el Salvador crucificado, sino como aquel que está vivo y actuando a nuestro favor hoy, ahora mismo, el Salvador que nos está sirviendo hoy?

Nos estamos perdiendo un de recurso increíble si no pensamos de esa manera. Necesitamos que se nos recuerde que Él no solo es el Salvador crucificado, sino que ascendió a los cielos. Él está sentado en el cielo, y hoy, por Su Espíritu, Él está presente con nosotros mientras nos reunirnos en Su presencia, para estar solos en comunión con Él.  Él está activamente trabajando a nuestro favor. No solo nos salvó  —en el  pasado  —en la cruz. Sino que también, de una manera gloriosa y maravillosamente nos sostiene y ministra nuestra vida diariamente, como un Sumo Sacerdote vivo.

En eso nos queremos enfocar hoy al acercarnos al final de esta serie El Cristo incomparable. Queremos hablar sobre el gran ministerio sacerdotal de Cristo a nuestro favor en el cielo.

Este es el enfoque de la mayor parte del libro de Hebreos. Quizás algún día, hagamos un estudio completo sobre esto. Fue difícil saber qué incluir y qué no incluir por lo mucho que  hay en el libro de Hebreos, pero en esta sesión, solo quiero que nos adentremos en algunos de estos pasajes que hablan de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo  —en como Cristo es nuestro Sumo Sacerdote.

El libro de Hebreos nos recuerda que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio del Antiguo Testamento. El sacerdocio del Antiguo Testamento fue solo una sombra, apenas un presagio, solo un vistazo del cual Cristo como nuestro Sumo Sacerdote es el cumplimiento.

También aprendemos en Hebreos que, a diferencia de los sacerdotes del Antiguo Testamento, Jesús no tenía pecados propios que expiar. Cuando los sumos sacerdotes ofrecían sacrificios, ellos tenían que ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados. Pero Jesús no tenía pecados propios que expiar (ver 7:26-28).

Aprendemos también en Hebreos que el sacerdocio de Jesús es permanente  —a diferencia del de los sacerdotes del Antiguo Testamento  —y además el de Jesús  dura para siempre. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento solo eran sumos sacerdotes mientras vivían. Cuando morían, era necesario un nuevo sumo sacerdote. Sin embargo, aprendemos que el sacerdocio de Jesús es para siempre a causa de Su resurrección y vida eterna. Hebreos capítulo 7 versículo 24 nos dice eso.

Hebreos también nos dice que Jesús tuvo que ser hecho completamente humano en todos los aspectos (excepto en el pecado) para representarnos como nuestro Sumo Sacerdote. Por eso es tan importante que nos aferremos no solo a la deidad de Cristo  —el hecho de que Él es Dios  —sino también a la humanidad de Cristo  —que Él se vistió de nuestra humanidad y se encarnó de manera permanente, un cuerpo humano permanente.  Él es permanentemente un miembro de la raza humana de modo que Él puede ser nuestro Sumo Sacerdote (ver 2:17).

También aprendemos que debido a que Jesús fue tentado como nosotros  —a pesar de que  nunca pecó; Él le dijo “No” todo el tiempo  a la tentación—pero el hecho de que fuera tentado y que tuviera que luchar con la tentación lo hace, para nosotros, un Sumo Sacerdote misericordioso (ver 4:15).

Vimos en la última sesión que Jesús está hoy sentado en el cielo. Permíteme leer un par de versículos en el libro de Hebreos. Ahora el punto de lo que estamos diciendo en este: tenemos tal Sumo Sacerdote, el cual se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Habiendo Cristo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios. (ver 8:1; 10:12).

Una vez más, tenemos a un Cristo incomparable quien es infinitamente superior a los sacerdotes del Antiguo Testamento, porque los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían tiempo de sentarse. Ellos estaban continuamente ocupados ofreciendo sacrificios, pero el sacrificio de Jesús fue suficiente para siempre. Así que no se requieren sacrificios adicionales  —  ¡nunca más! No hay condenación, ni culpa por el pecado.  Ha sido expiado de una vez y para siempre por el sacrificio de Cristo en la cruz. Es por eso que Él podía sentarse porque la obra redentora de amor ¡se hizo! ¡Está terminada!

Ayer comentamos que el hecho de que Él esté sentado no significa que sea sedentario. Él está activo. Él está presente. Él está trabajando aun cuando no podamos ver, sentir o percibir Su presencia. En este momento en el cielo y aquí en la tierra a través de Su Santo Espíritu, Él está trabajando realizando un gran ministerio sacerdotal a nuestro favor. Ahora, hablemos sobre ese trabajo. Una vez más, volvamos a los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento usaban un pectoral en el que estaban inscritos los nombres de las tribus de Israel —las  doce tribus.

Un día cada año — el Día de la Expiación — lees esto en Levítico 16  —el sumo sacerdote,  y solo el sumo sacerdote, y solo en ese único día, entraba al Lugar Santísimo — el lugar más santo, el santuario interior del tabernáculo o del templo. Nadie más podía entrar a ese lugar porque en ese lugar estaba Dios.  La gloria de Dios habitaba allí  —la presencia de Dios  —y los pecadores no podían acercarse a la santa presencia de Dios.

Ese santo lugar, ese Lugar Santísimo fue apartado del resto del templo por una gruesa y pesada cortina. La humanidad separada de Dios. Esa era la imagen que se pretendía comunicar. Entonces el sumo sacerdote una vez al año (esta fue una provisión que Dios había hecho en el Antiguo Testamento anticipando el último sacrificio de Cristo por nuestros pecados) ese sumo sacerdote entraría al lugar santísimo, representando al pueblo de Dios.

Cuando él iba al lugar santísimo, llevaba la sangre de un cordero expiatorio, y rociaba la sangre en la cubierta del Arca del Pacto, que era llamada el propiciatorio. De este modo, al poner la sangre derramada de un inocente cordero expiatorio, al esparcir esa sangre delante de Dios, él estaba intercediendo por el pueblo. Estaba confesando sus pecados.  Estaba clamando por la misericordia de Dios, basada en Sus promesas. Así que él representaba al pueblo de Dios, al llevar la ofrenda de sangre.

Cuando el sumo sacerdote salía, él representaba a Dios para el pueblo. Él bendecía al pueblo. Dios aceptaba el sacrificio, en  preparación para ese sacrificio que sería completamente aceptable, que fue el sacrificio del propio Hijo de Dios en la cruz. De modo que él era el representante del pueblo ante Dios cuando llevaba la sangre, y representaba a Dios delante del pueblo cuando salía dando el perdón, la paz y la bendición.

Bueno, en la cruz, Jesús sirvió de las dos maneras, como sacerdote para ofrecer sacrificio, y como el sacrificio mismo, al dar Su vida para la expiación del pecado. En Su ascensión, Jesús llevó Su ofrenda al Lugar Santísimo en el cielo  —el Lugar Santísimo en el templo aquí en la tierra era solo una imagen de ese templo celestial. Jesús ofrendó Su vida, Su sangre derramada, al Lugar Santísimo en el cielo, cuando ascendió a la diestra del Padre, y ofreció Su vida de perfecta obediencia y Su sacrificio por el pecado a nuestro favor.

Ahora, no puedo decirlo tan bien como lo dicen las Escrituras, así que déjame leerlo del Libro de Hebreos, capitulo 9 los versículos 6-7  —solo algunos versículos que nos muestran esta imagen:

Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto; pero en el segundo [esto es el lugar santísimo], solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.

Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, (no hecho con manos, es decir, no de esta creación) y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna. v.24 Porque Cristo no entró en el lugar santo  hecho por manos, una representación  del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros. (vv. 11, 12, 24).

Así que Él no solo murió en la cruz en nuestro lugar, sino que cuando ascendió al cielo, ofrendó Su vida perfecta, obediente, sin pecado y Su muerte sacrificial en la cruz, Él le llevó esa ofrenda y se la presentó a Dios, en la misma presencia de Dios a nuestro favor, como nuestro Gran Sumo Sacerdote.

Esto significa  varias cosas y  tiene una importancia increíble para nuestras vidas aquí en la tierra.

Primero, Él nos sirve como nuestro mediador en el cielo con el Padre hoy en día —Cristo es nuestro mediador.

Hebreos capítulo 12 dice, “Y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel” (v.24).

Primera a Timoteo capítulo 2: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre”. ¿Recuerdas que dijimos que Su humanidad era importante? Esa traducción podría ser: Cristo Jesús, Él mismo como hombre es el mediador entre Dios y el hombre. Ves, el mediador entre Dios y el hombre tenía que ser al mismo tiempo Dios y hombre. Solo Jesús, el Cristo incomparable, llena esa descripción. Él es el mediador entre Dios y el hombre, el hombre Cristo Jesús, “quien se dio a sí mismo en rescate por todos” (vv. 5-6).

Un mediador es aquel que interviene entre dos partes en conflicto. Solo Jesús, el Dios/hombre puede producir la unidad entre un Dios santo y un hombre pecador,  y restaurar la comunión y una buena relación. No hay ningún ser humano en esta tierra  —no importa cuántos títulos de seminario tenga  — no hay un ser humano que pueda hacer eso por nosotros. Solo Jesús, el Dios/hombre es el mediador entre Dios y el hombre.

Eso significa que podemos acercarnos al trono de Dios, a Su santa presencia personalmente. No tenemos que ir a través de ningún ser humano. No tenemos que ir a través de otra persona. Vamos a través de Cristo quien es nuestro mediador. Él nos lleva a la presencia de Dios. Podemos acercarnos con confianza, sin vergüenza,  vestidos únicamente con la justicia de Cristo, confiadamente de pie delante del trono del Dios Santo. Así que Él es nuestro mediador.

Y luego vemos que Él, como nuestro Sumo Sacerdote, nuestro abogado ante el Padre. Él aboga a nuestro favor.

Primera de Juan capítulo 2 lo dice de esta manera: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca…” ¿Alguien quiere levantar su mano aquí? Él dice, “Os escribo estas cosas para que no pequéis”.

Y tú dices, “Oh, bueno, ¿y qué de mí?”

“Bueno, si alguno peca…”

“Oh, está bien, esto es para mí. He pecado. Sí, ¿Entonces, qué tengo que hacer?

“Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (v.1).

Ves, Satanás actúa como un fiscal despiadado. Apocalipsis capítulo 12 nos dice “él es el acusador de nuestros hermanos” (v.10). Pero Jesús sirve, en cierto sentido, como nuestro abogado defensor. Él es quien defiende nuestro caso, y garantiza que seremos absueltos debido a Su muerte en la cruz en nuestro lugar.

Como dice Oswald Sanders, “Él aparece como nuestro abogado, no para apelar por clemencia sino para reclamar justicia por nosotros  —para reclamar a lo que tenemos derecho en virtud de Su sacrificio en el Calvario.” Satanás dice, “¡Ella debe morir!” Y eso sería cierto si no fuera por Jesús. Pero Jesús dice, “¡No! Yo ya he muerto”.

Satanás dice, “Ella merece sufrir la culpa, el dolor, las consecuencias y la condenación por ese pecado”. Y mi propia carne dice lo mismo, que yo merezco vivir con esa culpa, estar bajo el yugo, vivir bajo la condenación por un tiempo. “¡Oh, no lo puedo creer, lo hice otra vez!”

Pero Jesús dice, “¡No! Yo pagué el precio. Yo pagué la penalidad. Yo tomé la vergüenza. Yo tomé la culpa. ¡No hay más culpa! ¡Se acabó! Déjala entrar.” Él reclama justicia por nosotros aquí en la tierra. Él reclama lo que tenemos derecho en virtud de Su sacrificio en el Calvario. Y te damos ¡Gracias, gracias, Señor! Porque eres Abogado nuestro ante el Padre.

Y luego Él intercede ante el Padre a nuestro favor. Esto es parte de Su ministerio sacerdotal activo y permanente por nosotros en el cielo hoy. Quiero que te quedes con esto — Él no es un Salvador del pasado, y no se trata solo de que Él está vivo y de que nosotros solo estamos aquí  a la  espera de poder ser rescatados de este desastre y ser llevados al cielo. ¡No,  Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!

Cuando yo peco, Él está ahí ofreciéndole al Padre, Su sangre sacrificada, a Sí mismo y Su vida sin pecado. Cuando yo fallo, cuando tengo dudas, cuando le olvido, Él todavía está ahí fungiendo como mi Sumo Sacerdote, intercediendo ante el Padre en mi nombre.

Romanos 8 dice, “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió  —sí, más aun, el que resucitó  —el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (v.34)

Hebreos capítulo 7 versículo 25 dice, “Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”.

Eso es lo que Él está haciendo —intercediendo a nuestro favor.

Me encanta lo que Oswald Sanders dice en esta parte de su libro, “El Cristo incomparable”. Él dice:

Nuestro Sumo Sacerdote es capaz de salvarnos completamente. No hay ningún problema personal para el cual Él no tenga solución, ningún enemigo del cual Él no nos pueda rescatar, ningún pecado del cual Él no nos pueda liberar —porque Él vive perpetuamente para interceder por nosotros. . . No podríamos vivir la vida cristiana un solo día, si no fuera porque Él vive para interceder por nosotros.

A lo que yo añadiría esta reflexión: Y porque Él vive para interceder por nosotros, ¡no hay un día en que no podamos resistir y seguir adelante! Jesús está orando por nosotros sobre la base de Su sangre derramada, el sacrificio de Su vida sin pecado  —es un sacrificio aceptable—y porque Él está intercediendo por nosotros, podemos seguir adelante podemos perseverar.

Me encanta esa cita de Robert Murray M’Cheyne donde dice:

Si yo pudiera escuchar a Cristo orando por mí en la habitación de al lado, no temería a un millón de enemigos. Sin embargo, la distancia no hace ninguna diferencia. Él está orando por mí.

Es algo increíble que Él sea nuestro Sumo Sacerdote. He aquí como Hebreos habla acerca de nuestra respuesta a esto:

Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. (4:14-16).

Porque Él tomó nuestra humanidad y ha sido tentado como nosotros, se compadece de nosotros cuando somos débiles y tentados. Y porque Él nunca pecó, es capaz de ayudarnos cuando somos tentados. Nosotros necesitamos desesperadamente la gracia de Dios.

Mientras piensas en Jesús como nuestro mediador, como nuestro abogado, como nuestro intercesor, como nuestro Sumo Sacerdote celestial, hazte esta pregunta: Cuando me siento tentada, asustada, sola, enojada, luchando, deprimida, ¿Qué diferencia haría si yo estuviera consciente de lo que Él está haciendo de forma activa a mi favor en este preciso momento?

Así como tan hermoso lo dice este himno: 

Ante el trono celestial

Él intercede hoy por mí

Gran Sacerdote es Jesús

Quien por siempre vivirá

Y en Sus manos por Su amor

Mi nombre ya grabado está

Y mientras en el cielo esté

Nadie de Él me apartará

Nadie de Él me apartará  

 

Cuando he caído en tentación

De sentir condenación

Al ver al cielo encontraré

Al inocente quien murió

Y por su muerte el Salvador

Ya mi pecado perdonó

Pues Dios el justo aceptó

Su sacrificio hecho por mí

Su sacrificio hecho por mí

He aquí el Cordero Redentor

Quien al morir resucitó

El inmutable gran Yo Soy

El Rey de gloria y majestad

Unido a Él no moriré

Pues con Su sangre me compró

Mi vida escondida está

En Cristo Dios y Salvador

En Cristo Dios y Salvador

 

Leslie: Luego de ascender al cielo, ¿Qué ha estado haciendo Jesús? ¡Mucho!  Nancy Leigh DeMoss ha abierto nuestros ojos a todo lo que Jesús está haciendo por nosotras hoy en día.

Debido a la obra que hizo Cristo de una vez y para siempre en la cruz, puedes ser libre del legalismo. Puedes ser libre de condenación. No importa lo que estés enfrentando, no hay mayor fuente de esperanza que la próxima venida de Cristo. Mañana Nancy explorará Su promesa de regresar a la tierra. Por favor regresa a Aviva Nuestros Corazones.

 

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

Ante El Trono Celestial, Letty Guval, His Name Is Jesus / Su Nombre Es Jesús ℗ 2013 Letty Guval

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

 

La recompensa de los justos

Isha – Salmos

DÍA 110 – Salmo 73

Dosis: Contentamiento

La recompensa de los justos

“Entonces me di cuenta de que mi corazón se llenó de amargura, y yo estaba destrozado por dentro… Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; Él es mío para siempre.” (Salmo 73:21, 26) (NTV)

A partir del salmo 73 comienza el tercer libro de los Salmos, la mayoría escrito o compilado por Asaf, uno de los líderes de los coros levíticos bajo el reinado de David. En este salmo, Asaf habla de dos grandes temas que se van entretejiendo: la prosperidad de los malos versus la aparente pobreza de los justos.

Asaf abre de par en par su corazón dolido y comienza confesando su envidia hacia los malos porque estos prosperan, aparentemente no sufren, triunfan en todo lo que hacen, blasfeman a Dios y se salen con la suya. ¿Te has sentido así? ¿Tu compañera de clases de la escuela elemental ahora tiene una casa grande, un auto nuevo, una familia perfecta, en tu opinión, mientras que tú luchas por el sustento diario? Y ella decidió no confiar en Dios, mientras que tú le sirves. De repente te parece injusto.

Podemos caer en la misma trampa en que tropezó Asaf y pensar tres cosas: que no vale la pena ser fiel a Dios, que desperdiciamos nuestras vidas y que aquellos que se ríen de nuestra fe son los que más se enriquecen. Pero Asaf no se quedó en sus quejas. Eso es lo que hace la oración. Aunque tengamos reclamos, al entrar en la presencia del Señor vamos recuperando la visión. Cuando asistimos a la iglesia y escuchamos la palabra de Dios ordenamos nuestros pensamientos. Así le sucedió a Asaf. Entró al santuario y finalmente comprendió las cosas.

El fin de los malos será inexorable. Los ricos ponen su confianza y su gozo en las riquezas, pero esto solo crea un sueño que pronto se desvanece. Un día, el Señor se reirá de sus sueños y sus ideas pues le negaron a Él. A final de cuentas, los ricos y malos no son dignos de envidia sino de lástima.

Entonces Asaf descubre cómo Dios le ha cuidado y le guiado. Declara que en medio de la enfermedad y la pobreza, cuenta con una riqueza eterna que nadie le arrebatará: Dios mismo. Así que se propone seguir adelante y hablar a otros de su Dios. Como Asaf, habrá días en que envidiemos a los que hacen el mal y prosperan, pero no olvidemos que nuestra herencia es eterna, y es lo mejor que puede existir: Dios mismo. Quizá hoy no lo entendemos del todo, pero un día lloraremos de gratitud por haber sido salvadas por Jesús, pues tendremos lo que jamás perderemos: a Jesús mismo, la verdad y la vida.

Oración: Señor, enséñame a no envidiar. Gracias porque tú eres lo que más deseo en esta tierra. Y te pido por aquellos que aún andan ciegos pensando que la riqueza lo es todo. Dame valor para hablarles de ti. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 126). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

La providencia divina

Lunes 30 Diciembre

Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece.

Salmo 57:2

El corazón del hombre piensa su camino; mas el Señor endereza sus pasos.

Proverbios 16:9

La providencia divina

http://labuenasemilla.net/20191230

Stuart Holden vivía en Londres a principios del siglo veinte. Fue invitado a predicar en un importante encuentro de cristianos en América. Mientras se preparaba para partir, su esposa cayó enferma. Entonces decidió quedarse con ella para cuidarla, renunciando a su viaje la víspera de su partida. Stuart nunca utilizó el boleto que había reservado. El transatlántico que debía llevarle a través del océano naufragó unos días más tarde. Era el célebre Titanic. Impresionado por este trágico acontecimiento que hubiera podido costarle la vida, nunca más se preguntó sobre la manera en que Dios orquestaba cada instante de su vida.

A menudo nos lamentamos cuando nuestros planes cuidadosamente trazados se ven interrumpidos. Un imprevisto nos hace perder ocasiones con las cuales contábamos. Pero nada escapa a nuestro Dios y Padre. Esos retrasos o esos fracasos que aparentemente contrarían nuestros planes, a menudo son un medio utilizado por nuestro Padre para protegernos de un peligro, o simplemente para recordarnos que él está allí para dirigir nuestros pasos.

Hay una «providencia divina» en los acontecimientos que atravesamos. Es la mano de Dios que actúa, secreta e invisible, pero poderosa. Así el Señor acabará la buena obra que comenzó en nosotros (Filipenses 1:6).

“La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan” (Esdras 8:22).

“Yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia” (Eclesiastés 8:12).

Malaquías 2 – Apocalipsis 21:15-27 – Salmo 149 – Proverbios 31:10-24

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