
Jehová reprende a los sacerdotes
Malaquías 1:6-8 Reina-Valera 1960
El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo Padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy Señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.
Nuevamente se hace una pregunta retórica para hacer entender al pueblo su falta de respeto para con Dios: El profeta apela al principio general de la vida que El hijo honra al padre, y el siervo a su señor (1:6), lo que todos reconocían como un axioma de la vida. Luego pregunta Dios, si pues soy yo padre, ¿qué es de mi honra? y si soy señor, ¿qué es de mi temor? Judá, como hijo, y como siervo, de Dios, no había concedido a él la honra y el respeto que se le debía.
Siendo los sacerdotes los adalides políticos y espirituales del pueblo, el profeta los ataca: Les dice Dios, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Luego viene la contestación de los sacerdotes ofendidos: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? Estando muy preocupados vigilando los servicios del templo, los sacerdotes no ven en qué han cometido falta. La explicación del menosprecio se da luego (1:7): Que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. La palabra pan aquí incluye toda clase de sacrificio, incluyendo carne, como en Lev. 3:10, 11, donde “vianda” traduce la palabra hebrea pan. El pan inmundo, de acuerdo con el principio asentado en Deut. 15:21, 22, es el animal que tiene defecto físico, como el ciego, el cojo o el enfermo. Si ellos presentasen tal animal defectuoso al príncipe (gobernador) (1:8), ¿sería su don acepto a él? pregunta el profeta. La contestación a esto sería ciertamente que no, pues no debían presentar en el templo algún animal defectuoso como presente; esto se hacía, aparentemente, con el consentimiento de los sacerdotes, pues a ellos viene la reprobación de este pasaje. La mesa de Jehová es despreciable, decía el pueblo, gráficamente, cuando traían a él un presente que no ofrecerían a su gobernador; se llama aquí mesa no porque se suponía que Dios comía de ella, que sería una idea más bien pagana e inferior al desarrollo del pensamiento teológico de los judíos del tiempo de Malaquías, sino porque del altar recibían los sacerdotes una parte de ciertas ofrendas para sus propias mesas.
Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 5, pp. 219-220). Casa Bautista De Publicaciones.