Un solo pueblo

Isha – Salmos

DÍA 132 – Salmo 95

Dosis: Unidad

Un solo pueblo

“Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado!” (Salmo 95:6–7) (NVI)

Vivimos en una sociedad que exalta el yo. Palabras con “auto” se han vuelto comunes: auto-disciplina, auto-estima, auto-control y muchas más. El individualismo impera. Pero la Biblia nos enseña a pensar en el “nosotros”. Y el salmista lo sabía bien. Dios vino a salvar y redimir un pueblo. Un pueblo está formado por personas, y por lo tanto, debemos pensar en “plural”. Ahora bien esa pluralidad misteriosamente nos conduce a la unidad. Recordemos el deseo del Señor Jesús en su oración: “No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno.” Este salmo nos alienta también a experimentar la unidad en aspectos fundamentales de nuestra vida espiritual como:

1. La oración. Generalmente oramos por peticiones personales “Señor, te pido por mi… te doy gracias porque…” Pero cuando nos unimos como iglesia, debería abundar el “nosotros”, porque nos reunimos para clamar a una voz. “Señor, venimos… te pedimos… agradecemos…” Dejemos nuestras peticiones personales para nuestros tiempos a solas con Dios y usemos nuestro tiempo en conjunto para clamar por las necesidades del pueblo de Dios en nuestra ciudad, nuestro país y el mundo.

2. La alabanza. ¡Qué maravilloso es juntarnos para alabar a Dios! El salmista enumera al principio del salmo cómo lo podemos hacer: “Vengan, cantemos con júbilo al SEÑOR; aclamemos a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante él con acción de gracias, aclamémoslo con cánticos. Si bien existen momentos apropiados para el silencio y la meditación, también los hay para la alabanza, el gozo y la alegría

3. La obediencia: Hay un clamor del salmista porque el pueblo escuche la voz de Dios, la obedezca y permanezca fiel: “Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón, como en Meribá, como aquel día en Masá, en el desierto, cuando sus antepasados me tentaron, cuando me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras.” ¡Qué interesante que en un salmo de gratitud y alabanza se haga énfasis en la fidelidad de corazón!

4. La Adoración: Todo esto nos conducirá a una adoración comunitaria genuina. El salmista pide que vengamos y nos postremos con reverencia, reconociendo a nuestro Hacedor, como ovejas de su prado. Después de la alabanza, viene el silencio. A veces nos incomoda el silencio, pero haríamos bien en ponerlo en práctica más seguido. Guardemos silencio en conjunto, cuando nos reunimos, y escuchemos la voz de Dios. Como el rebaño que somos, reconozcamos la voz del Pastor.

Oración: Señor, enséñame a vivir la unidad con tu pueblo, a orar, alabar y adorar en conjunto porque esto te agrada. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 148). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

La alegría de la disciplina  

Isha – Salmos

DÍA 131 – Salmo 94

Dosis: Corrección

La alegría de la disciplina

“¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas, ni podrá ver el que nos formó los ojos? ¿Y no habrá de castigar el que corrige a las naciones e instruye en el saber a todo el mundo? El SEÑOR conoce los pensamientos humanos, y sabe que son absurdos. Dichoso aquel a quien tú, Señor, corriges; aquel a quien instruyes en tu ley.” (Salmo 94:9–12) (NVI)

Este salmo es otro clamor por la justicia. Donde el salmista expresa la mala conducta y la opresión que sobre él y su pueblo ejercen los malhechores. Mientras clama por la justicia y espera en la misericordia de Dios reafirma su fe y llega a decir cosas trascendentales para nuestra vida como ésta: “¿Quién se levantó a defenderme de los impíos? ¿Quién se puso de mi parte contra los malhechores? Si el SEÑOR no me hubiera brindado su ayuda, muy pronto me habría quedado en mortal silencio. No bien decía: «Mis pies resbalan», cuando ya tu amor, SEÑOR, venía en mi ayuda. Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría.”

Pero en este salmo se expresa también un tipo de felicidad, aparentemente contradictoria, que llega a la vida del hombre y la mujer que aceptan ser corregidos por Dios. ¡Es la dicha de la disciplina divina! Mucho se ha debatido con el tema de la disciplina. En la universidad me saturaron de posturas psicológicas, pero la Biblia nos confirma que es necesaria. Por eso disciplino a mi hijo. De no hacerlo, le haría un daño terrible. No quiero que se vuelva un niño irrespetuoso, grosero y chocante. Por su bien, debo corregirlo a tiempo.

Del mismo modo, Dios nos disciplina por nuestro bien. Lo último que sentimos es alegría cuando pasamos por problemas, pues muchas veces, Dios permite que experimentemos las consecuencias de nuestros errores para moldearnos, pero debemos recordar este versículo. ¿Quién es dichoso? Aquel a quien Dios mismo le enseña. ¿Cómo lo hace? Por medio de su palabra. Por eso debemos leerla constantemente. Teniendo la certeza que Dios nos trata como a hijas legítimas cuando nos corrige.

¿Qué dicha o qué bendición trae la disciplina? En primer lugar, nos trae descanso durante la aflicción. Dios usa las pruebas para enseñarnos cosas que de otro modo no comprenderíamos. ¿Cómo poner en práctica la paciencia si todo sale en orden y en sus tiempos? ¿Cómo ejercer el dominio propio si nadie nos saca de quicio? ¿Cómo aprender a amar a las personas difíciles si siempre nos tratan con amabilidad? Pero cuando las cosas van mal, debemos trabajar en lo positivo y desechar las actitudes negativas. Eso trae bendición.

Segundo, la corrección nos trae descanso de las pruebas. Después de la tormenta viene la bonanza. ¡Siempre! Piensa en una madre a quien no le importa la conducta de su hijo, a qué hora come, o a qué hora duerme, que lo deja destruir propiedad ajena y faltar el respeto a los demás. ¿Pensarías que lo ama? Si clamamos por la justicia debemos empezar por corregir lo deficiente en nosotras mismas. Dios tiene ese cuidado de Padre amoroso, y por eso, somos dichosas.

Oración: Señor, soy feliz porque tú me instruyes, me enseñas y me corriges. Aunque a veces no lo entiendo, sé que haces todo por mi bien. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 147). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

 

Él calma la tormenta

Isha – Salmos

DÍA 130 – Salmo 93

Dosis: Poder

Él calma la tormenta

“Se levantan las aguas, SEÑOR; se levantan las aguas con estruendo; se levantan las aguas y sus batientes olas. Pero el Señor, en las alturas, se muestra poderoso: más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más poderoso que los embates del mar.” (Salmo 93:4) (NVI)

Nunca he estado en una tormenta, pero por lo que he visto en documentales y películas no me gustaría estar en una. Sin embargo, conozco las tormentas de la vida de primera mano. Esos días que parecen interminables donde todo sale mal. Como en una tormenta, parece que ola tras ola me embate y me deja sin sentido. Me siento cansada, abatida, incapaz de seguir luchando en contra de lo que parece imposible.

Así se sentían los discípulos en aquella barca en el mar de Galilea, y no hablamos de inexpertos como yo, sino de hombres que habían hecho allí su vida y su oficio. Conocían el mar de Galilea como la palma de su mano, y aún así, esa noche, no supieron qué hacer. Mientras tanto, el Señor Jesús dormía. Estaba agotado después de un día de mucha actividad hasta que sus discípulos lo despertaron.

A veces parece que el Señor duerme mientras nuestras barcas se hunden en los problemas y las tristezas. No bien sobrevivimos una ola gigantesca, cuando una más comienza a formarse en el horizonte. No bien perdemos el mástil, cuando la tormenta amenaza la popa. ¿Y dónde está Dios mientras esto sucede? Lo mismo pensaban los discípulos, así que lo despertaron. ¿Acaso no le importaba a Jesús que perecieran?

El salmista nos da una respuesta rotunda: “El SEÑOR reina, revestido de esplendor; el SEÑOR se ha revestido de grandeza y ha desplegado su poder. Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido. Desde el principio se estableció tu trono, y tú desde siempre has existido.”

Jesús es el mismo Dios de este salmo, y con una reprensión, una sola exclamación, el mar se aquieta y se hace gran bonanza. Hoy ha sido un día de tormentas. La tarde cae y me siento exhausta. Si recibo otra mala noticia seguramente colapsaré. Pero confío en que Dios no me dejará hundirme. Cuando Él considere que es el momento, mostrará su poder y aquietará las aguas.

Pienso en la vida de Horacio Spafford. Un abogado exitoso, padre de cuatro hijas, promotor de Moody y otros evangelistas. Planeó ir a Inglaterra para participar de unas reuniones evangelísticas, pero detenido por el trabajo, mandó a su esposa y sus cuatro hijas primero en el S.S. Ville du Harve. En medio del Atlántico, el barco chocó contra otro y se hundió en 12 minutos. Las cuatro hijas de Horacio murieron. Su esposa se salvó. ¡Qué tormenta lo hirió! Pero en medio del dolor, escribió uno de los himnos que más consuelo nos traen durante las tormentas de la vida: “De paz inundada mi senda ya esté o cúbrala un mar de aflicción, cualquiera que sea mi suerte, diré: Estoy bien, tengo paz, ¡Gloria a Dios!”

Oración: Señor, gracias porque tú calmas las tormentas de la vida. Ven hoy en mi auxilio, te lo ruego. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 146). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

Como una catarata ruidosa

Isha – Salmos

DÍA 129 – Salmo 92

Dosis: Gratitud

Como una catarata ruidosa

¡Cuán bueno, Señor, es darte gracias y entonar, oh Altísimo, salmos a tu nombre. Proclamar tu gran amor por la mañana, y tu fidelidad por la noche, al son del decacordio y de la lira; al son del arpa y del salterio!” (Salmo 92:1–3) (NVI)

Todas hemos visto un chorro de agua, hemos contemplado y disfrutado de la regadera. Pero nada nos prepara para una catarata. ¡Miles y miles de litros de agua! Un ruido estruendoso, una vista magnífica. Como dice el salmista, es bueno dar gracias. Y cuando Dios dice en su palabra que algo es bueno, debemos tomarlo muy en cuenta.

Pero a veces nuestra gratitud semeja a las gotas que salen de un gotero. Mientras el salmista se desborda en gratitud y escribe un poema para cantarse: “Tú, SEÑOR, me llenas de alegría con tus maravillas; por eso alabaré jubiloso las obras de tus manos. Oh SEÑOR, ¡cuán imponentes son tus obras, y cuán profundos tus pensamientos! Él había aprendido a contemplar la catarata de bendiciones.

El salmista reconoce las bendiciones en su propia vida: “Me has dado las fuerzas de un toro; me has ungido con el mejor perfume. Me has hecho ver la caída de mis adversarios y oír la derrota de mis malvados enemigos. Tanto como aquéllas que se desbordan hacia su pueblo amado: “Como palmeras florecen los justos; como cedros del Líbano crecen. Plantados en la casa del SEÑOR, florecen en los atrios de nuestro Dios. Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y lozanos, para proclamar: «El SEÑOR es justo; él es mi Roca, y en él no hay injusticia.»334

¡Qué admirable es nuestro Dios! ¡Qué increíble su creatividad al formar seres humanos únicos! Cientos, cientos de ellos y tener un propósito para cada vida.

Demos gracias a Dios porque esto es bueno, desbordándonos en gratitud como una catarata que no puede dejar de fluir. Pensemos en los detalles de nuestra vida, nuestra familia, nuestra historia. Glorifiquemos a Dios con alegría. Como decía el salmista, todo el día encontraremos motivos de alabanza y por la noche podremos recordar y proclamar su fidelidad.

Oración: Señor, tengo tantas cosas que agradecerte. Dame la sencillez para reconocer tus muchos detalles que hacen mis días más hermosos. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 145). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

Los Nombres de Dios

Isha – Salmos

DÍA 128 – Salmo

Dosis: Protección

Los Nombres de Dios

“Los que viven al amparo del Altísimo encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso. Declaro lo siguiente acerca del Señor: Sólo él es mi refugio, mi lugar seguro.” (Salmo 91:1–2) (NTV)

Aunque no sabemos quién escribió este salmo, se le considera uno de los más populares del salterio. ¿La razón? La completa confianza que el salmista deposita en Dios. Dice Calvino: “Aunque muchos hablan de la providencia de Dios y dicen creer que Dios cuida a los suyos, pocos están dispuestos a dejar su seguridad completamente a él”. Debo aceptar que muchas veces tomo precauciones innecesarias porque no confío plenamente en Dios. Pero el salmista conocía tan bien a Dios que usa cuatro nombres que nos enseñan grandes verdades.

Altísimo (‘elyon). La raíz de esta palabra se usa para describir algo que está arriba o una persona en una posición prominente. En el caso de Dios, sugiere a un Dios que está por encima, y como él está arriba nos puede cuidar todo el tiempo. ¡Qué privilegio saber que podemos comunicarnos y confiar con reverencia en el que está por encima de todo y todos! Este nombre del Señor nos trae confianza.

Todopoderoso (shadai). Este nombre apunta al poder de Dios. En la raíz de esta palabra se implica la palabra “pecho”. Es decir, el Todopoderoso es quien nos suple, nos satisface y nos nutre, tal como una madre a su bebé. Es un Dios que ayuda y nos colma de todo tipo de bendiciones. Como él todo lo puede, nada está fuera de su alcance. Lo mismo puede darnos de comer que el vestido, o incluso nos puede sacar de todo peligro. Este nombre del Señor nos trae descanso.

Jehováh (yahveh). Los judíos temían tanto pronunciar este nombre que solo usaban las letras como siglas. El verbo, sin embargo, se deriva de “ser”. Esto declara que Dios es eterno. Pensemos en la reverencia y asombro que los judíos tenían ante Dios. ¿Y cómo usamos nosotros su nombre? Saber que Dios es asombroso, único y eterno nos debe hacer callar y arrodillarnos. No usemos el nombre del Señor en vano. El significado de este nombre del Señor nos produce reverencia.

Dios (‘elohim). El nombre de Dios está en forma plural pero se usa como un adjetivo o un verbo en singular. Conlleva la idea de fuerza y preeminencia. Esta palabra indica la idea la Trinidad. ¡Qué hermoso nombre para recordarnos que Dios nos libra vez tras vez de todo peligro! Este nombre nos trae paz.

Dice Spurgeon: “Tomar una verdad general y hacerla nuestra por fe personal es la más alta sabiduría”. Recordemos que podemos confiar en Dios y ocultarnos bajo sus alas. Creamos sus palabras: «Yo la libraré, porque ella se acoge a mí; la protegeré, porque reconoce mi nombre. Ella me invocará, y yo le responderé; estaré con ella en momentos de angustia; la libraré y la llenaré de honores. La colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación.» él nos puede y quiere cuidar, y descansemos en ello.

Oración: Señor, ayúdame a comprender la profundidad del significado de tus nombres para conocerte mejor y confiar más en ti. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 144). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

Tiempo y Eternidad

Isha – Salmos

DÍA 127 – Salmo 90

Dosis: Sabiduría

Tiempo y Eternidad

“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.” (Salmo 90:12) (NVI)

El cuarto libro del salterio comienza con este salmo atribuido a Moisés, ¿y quién mejor que el caudillo de Israel para enseñarnos sobre el tiempo? En primer lugar, nos confronta con la eternidad de Dios: “Señor, tú has sido nuestro refugio generación tras generación. Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios. ¡Qué hermosa afirmación, donde se nos asegura que Dios no se rige por el tiempo, ni funciona de la misma manera que para nosotras, porque Él que es eterno: “Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como unas cuantas horas de la noche.”328

¿Te dice algo el número 22,550? Si bien a Dios el tiempo no lo limita, nosotras dependemos del tiempo. Moisés nos recuerda que: “Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, sólo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros.” ¡Y nos lo dice un hombre que murió a los 120 años! Pero Moisés trata de ilustrar su punto: Dios es eterno, el hombre es pasajero.

En ocasiones suspiramos: ¡Cómo pasa el tiempo! De niñas, tal vez se nos figura demasiado lento; cuando somos adultas, solo sabemos que el bebé que ayer sosteníamos hoy se está graduando. ¡El tiempo vuela! Por esa razón, en todo este debate del tiempo, Moisés nos da el mejor consejo: acudamos a Dios en oración y que él nos enseñe a contar nuestros días para vivirlos con sabiduría. Siendo conscientes de la brevedad de la vida.

¡Setenta años no son nada! ¡Solo 22,250 días! Y Moisés no nos pide contar los años, ni los meses, ni las semanas, sino cada día. Cada día importa. El día de hoy forma parte del total de nuestra vida. Así que por eso debemos pedir a Dios que nos enseñe a no olvidar que la muerte es una realidad, y que cada día cuenta. De ese modo, debemos pedir a Dios que el día de hoy tengamos sabiduría y usemos el tiempo correctamente. No olvidemos la promesa: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.”

Aprovechemos el tiempo que Dios nos ha dado a cada una, vivamos a plenitud recordando que el tiempo es corto y que Dios lo controla. Que su eternidad sea un bálsamo para nosotras y una llamada de alerta a examinarnos si estamos ocupadas en asuntos que no son eternos, ¡el tiempo es corto! ¡Regresa hoy a Dios!

Oración: Señor, enséñame a entender la brevedad de la vida para así crecer en sabiduría. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 143). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

Promesas Santas Y Eternas

Isha – Salmos

DÍA 126 – Salmo 89

Dosis: Fidelidad

Promesas Santas Y Eternas

“Una sola vez he jurado por mi santidad, y no voy a mentirle a David: Su descendencia vivirá por siempre; su trono durará como el sol en mi presencia. Como la luna, fiel testigo en el cielo, será establecido para siempre.” (Salmo 89:35–37) (NVI)

¿Conoces la historia del pueblo de Israel registrada en el Antiguo Testamento? Leerla siempre causará en nosotras un gran asombro. El pueblo de Israel desobedecía de continuo: sus quejas y rebeldía en el desierto, su idolatría durante el tiempo de los jueces, su infidelidad en cada reinado. Por eso mismo, la promesa de este salmo nos asombra. Imagina a una esposa que vez tras vez perdone a su esposo adúltero, o borracho, o drogadicto. ¿Qué le recomendaría una psicóloga o trabajadora social? ¡Déjalo! ¡Recházalo! Y si no lo hace, la juzgamos débil.

Así trató Dios a su pueblo. Prometió que sus descendientes no dejarían el trono. A pesar de su desobediencia, Dios estableció la dinastía de David hasta el fin. Como sabemos, Dios es confiable, pues tiempo después esta promesa se cumplió en su totalidad por medio de Cristo. En él, la descendencia de David vivirá por siempre y su trono no será removido jamás.

Volvamos al ejemplo de la esposa que perdona a su esposo vez tras vez. Si nos ponemos del lado de la esposa, nos enfadamos por su fidelidad. Pero si estamos en los zapatos del esposo, no podríamos sino deshacernos en vergüenza y gratitud. Dios nos ha repetido sus promesas vez tras vez. Así como mujeres queremos que nuestro esposo nos repita que nos ama, no porque no le creamos, sino porque necesitamos oírlo, de ese modo Dios nos ha llenado de promesas que se basan en su carácter y no en nuestras acciones. Por eso el salmista podía decir: “Oh SEÑOR, por siempre cantaré la grandeza de tu amor; por todas las generaciones proclamará mi boca tu fidelidad. Declararé que tu amor permanece firme para siempre, que has afirmado en el cielo tu fidelidad.

Ciertamente hay promesas condicionales: si… entonces… Pero en este salmo leemos una de esas promesas que no dependen del ser humano sino del carácter de Dios. ¿Puedes pensar en alguna más? Cuando estés abatida o confundida, recuerda las promesas de Dios y deja que el asombro te refresque.

El perdón no es debilidad sino una expresión del amor de Dios actuando en nosotras, si perdonamos movidas por misericordia y piedad, como Él nos perdonó… Es débil el esposo que, a pesar de ese amor, vuelve vez tras vez a su pecado. No seamos espiritualmente como ese esposo ingrato e insensato. Valoremos las promesas de Dios y glorifiquemos su nombre.

Oración: Señor, gracias porque cumpliste tu promesa a David y vino mi Señor Jesús a ocupar el trono para siempre. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 142). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

Desnudando El Alma

Isha – Salmos

DÍA 125 – Salmo 88

Dosis: Fe

Desnudando El Alma

“Yo he sufrido desde mi juventud; muy cerca he estado de la muerte. Me has enviado terribles sufrimientos y ya no puedo más.” (Salmo 88:15) (NVI)

Al parecer este es uno de los salmos más pesimistas en la Biblia. La única nota positiva está en el primer verso donde el salmista llama al Señor el Dios de su salvación. Sin embargo, apreciemos el realismo de la Biblia. A diferencia de otros tratados religiosos, la Biblia no esconde la realidad del sufrimiento. Entonces ¿qué provecho encontramos al leer un salmo así?

Pensemos que algunos sufrimientos no tienen alivio aquí en la tierra. Las enfermedades terminales hacen que un paciente clame como en este salmo en los momentos de agudo dolor. No comprendemos el porqué algunos sufren de este modo, pero podemos escuchar cuando ellos elevan a Dios sus lamentos. Dios no censura al salmista por alzar la voz. Lo deja desahogarse.

Segundo, el sufrimiento nos recuerda que este mundo no es el estado final. A veces nos sentimos tan cómodas en este mundo que ya no anhelamos el cielo. Clamar: “¡Ven pronto, Señor Jesús!” no surge de labios que disfrutan la vida, sino de aquellos que buscan la redención. Pero si estamos muy alegres y cómodas en este mundo, pensemos por un momento qué está pasando dentro de nosotras. Nuestro anhelo debe ser Dios y su presencia. Quizá le conocemos tan poco, que por eso no deseamos estar con él.

Del salmista aprendemos una gran lección. A pesar de la oscuridad, siguió orando. Leamos la sinceridad de sus palabras: “Estoy aprisionado y no puedo librarme; los ojos se me nublan de tristeza. Yo, SEÑOR, te invoco cada día, y hacia ti extiendo las manos. No importa el momento, ni las circunstancias, debemos depender de Dios. Esto es un estilo de vida que marca a quién pertenecemos.

La oración a veces parecería no tener respuesta, pero cuando Hudson Taylor viajaba a China, el capitán entró a verlo a su camarote. Le dijo que no tenían viento y encallarían en un lugar peligroso. “¿Qué puedo hacer por usted?” preguntó el misionero. El capitán respondió: “Ore a Dios por viento”. “Entonces ice las velas”. El capitán arrugó el ceño. ¿Cómo izar las velas si no había viento? Cuarenta y cinco minutos después, el viento rugía. A veces, como ese capitán, oramos a Dios pidiendo algo, pero sin creer que lo recibiremos. Mientras el salmista oraba, estoy segura que Dios le pidió que izara las velas. Si hoy te lo pide, no dudes en hacerlo. Él está escuchando.

Oración: Señor, gracias porque puedo abrirte mi corazón y ser honesta en mi oración. Sé que tú me escuchas, y a su tiempo contestarás. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 141). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

Mi Ciudad Favorita

Isha – Salmos

DÍA 124 – Salmo 87

Dosis: Eternidad

Mi Ciudad Favorita

“El Señor ama las entradas de Sión más que a todas las moradas de Jacob. De ti, ciudad de Dios, se dicen cosas gloriosas.” (Salmo 87:2–3) (NVI)

Todos tenemos una ciudad favorita. A mí me gustan los pueblos pequeños y pintorescos, mi esposo prefiere las ciudades cosmopolitas. ¿Y el Señor? Según este salmo, él ama Jerusalén de modo especial. Este salmo, entonado probablemente por los peregrinos que iban a las fiestas cada año, les recordaba cómo Dios había elegido esa ciudad para poner ahí el templo. Sin embargo, nosotras tenemos hoy el privilegio de esperar una ciudad mejor que ninguna otra, pues su arquitecto es el mismo Dios.

Esta es una ciudad segura. Sus cimientos son los montes de santidad del carácter de Dios. Sobre ese fundamento descansamos. Dios es santo, es decir, no tolera el pecado ni Él puede pecar. Pero las puertas de esta ciudad están hechas de su amor. Por la sangre de Cristo, nosotras, aunque no somos santas, podemos entrar a esta ciudad porque en Jesús, Dios nos hace santos. ¿Y qué hay dentro? Nada menos que la presencia gloriosa de Dios mismo.

Además de segura, esta ciudad es permanente. Es un reino que abarca todas las naciones y que no se limita solo para ciertas nacionalidades. Lo único que necesitamos para entrar a ella es formar parte de los conocidos del Señor. En otras palabras, conocerle por medio de la salvación que se ofrece en Cristo. Y esto nos da estabilidad. Nadie nos quitará el derecho de entrar a esta ciudad pues hemos nacido de nuevo. En otras palabras, somos hijas del Rey, con derecho a vivir en la ciudad de nuestro Padre. Solo debemos recibirle, creer en su nombre y somos hechas sus hijas.

Finalmente, esta ciudad es alegre. Se nos recibe con un canto de bienvenida. Después hay una danza producida por el arrepentimiento. ¡Pues cuánto gozo tenemos al sabernos parte de esta ciudad! Y en medio de la ciudad encontramos una fuente rebosante de gozo y bendición.

Hoy somos solamente extranjeras y peregrinas en esta tierra. Ninguna ciudad es eterna. Cualquier día de estos nos podemos mudar. Pero esta ciudad no tiene fin. ¿Estás segura que entrarás a ella? Recuerda una advertencia: “Nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni los farsantes, sino sólo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida, el libro del Cordero”. ¿Está tu nombre allí?

Oración: Señor, gracias porque has preparado una ciudad eterna donde tu nombre será alabado por siempre. Gracias porque para estar allí solo debe creer en Jesús como mi Salvador. Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 140). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 

 

 

Una Bella Oración

Isha – Salmos

DÍA 123 – Salmo 86

Dosis: Integridad

Una Bella Oración

“Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con fidelidad. Dame integridad de corazón para temer tu nombre.” (Salmo 86:11) (NVI)

¡Qué hermosa petición eleva David en medio de problemas profundos! Le reitera varias veces a Dios que es suyo, que lo ama, y finalmente pide algo hermoso. En primer lugar, quiere la dirección de Dios. Caminar en la verdad es un hábito y un estilo de vida. Haríamos bien en rogar a Dios todos los días el andar por sus caminos. ¿Pero cómo lo podemos hacer? Al tener integridad de corazón. El corazón que incluye las emociones, los pensamientos y las actitudes debe estar unificado, con un mismo propósito: que el nombre de Dios sea honrado. ¿Está nuestra vida ordenada por esta oración?

Tal vez estamos transitando el camino del ignorante, quien no conoce los caminos de Dios y cuya vida no tiene un propósito específico. Muchas veces caemos en esta trampa. Nos conducimos como si nada importara. Por ello, no hay fidelidad de nuestra parte; no hay pureza de corazón. ¿Para quién vives? ¿Para qué vives? Si no puedes responder estas palabras, ora a Dios con las palabras de este salmo para que te dé un camino y un propósito.

Quizá andamos por el camino del renegado quien es celoso de las doctrinas pero no las aplica. ¿Cómo es esto? Nos ocupamos mucho por comprender cuál es el camino, lo trazamos, lo estudiamos, lo predicamos, lo compartimos, pero nosotras no andamos por él. Nuestro corazón no es íntegro, por lo tanto hablamos de las reglas, pero nosotras no las seguimos. Si nuestra mente está más ocupada que nuestros pies, oremos a Dios que nos instruya y nos dé un corazón íntegro.

Tal vez caminamos al lado de los fariseos, quienes no miran tanto el corazón sino las acciones. Recordemos esto: “lo que hacemos no define lo que somos; lo que somos define lo que hacemos”. En otras palabras, podemos fingir andar en el camino, pero solo Dios puede ver si en nuestro corazón hay pureza e integridad. Podemos ser fieles asistentes a un templo y cumplir con nuestras obligaciones religiosas, pero de nada sirve si no estamos buscando honrar el nombre de nuestro Dios.

Finalmente, quizá deambulamos por los caminos del inconstante. Hoy ando por los senderos de Jesús, mañana me desvío a la carretera del pecado, pasado mañana prefiero la calle de la filosofía. Una vida dividida no es vida. Pidamos a Dios que nos enseñe el camino de la santidad, para así practicar la verdad y poder así adorar a Dios.

Oración: Señor, quiero vivir de acuerdo con tu bondad. Concédeme pureza de corazón para que te honre.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 139). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.