Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

CONFORTÉMONOS UNOS A OTROS

9/10/2017

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

Hebreos 10:24

Dios quiere que sus hijos se conforten unos a otros. Pablo el apóstol, cuando comenzó su carta a los creyentes de Roma, les aseguró que deseaba visitarlos no solo para confortarlos, sino para ser confortado por ellos: “…para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí” (Ro. 1:12). Antes de eso, había descrito a Timoteo y se había descrito a sí mismo a los corintios como colaboradores “para vuestro gozo” (2 Co. 1:24).

Si en realidad es discípulo de Cristo, ha de ser una obligación y un gozo para usted estimular a otros creyentes al amor y a las buenas obras, como enseña el versículo de hoy.

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Cómo combatir la ansiedad

SEPTIEMBRE, 10

Cómo combatir la ansiedad

Devocional por John Piper

Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5:7)

Salmos 56:3 dice: «El día en que temo, yo en ti confío».

Notemos que no dice: «nunca tengo problemas de sentir temor». El temor nos golpea y la batalla empieza. La Biblia no supone que los verdaderos creyentes no tendrán ansiedad. Más bien, la Biblia nos enseña a luchar contra ella cuando nos golpea.

Por ejemplo, 1 Pedro 5:7 dice: «Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros». No dice que nunca tendremos ansiedad; por el contrario, dice que, cuando la tengamos, la echemos sobre Dios. Cuando el lodo nos salpique en el parabrisas y perdamos de vista temporalmente el camino y empecemos a desviarnos en ansiedad, encendamos el limpiaparabrisas y usemos el líquido limpiador.

Así que esta es mi respuesta a aquellos que luchan día a día contra la ansiedad: eso es bastante normal. Al menos para mí lo es, y así lo fue desde mis años de adolescencia. La cuestión es la siguiente: ¿cómo luchar contra ella?

La respuesta a esa pregunta: luchamos contra la ansiedad al batallar contra la incredulidad y porla fe en la gracia futura. La manera en que peleamos esta «buena batalla» es meditando en las garantías que Dios nos da acerca de la gracia venidera y pidiendo ayuda a su Espíritu.

El limpiaparabrisas es la suma de las promesas de Dios que barren el lodo de la incredulidad, y el líquido limpiador es la ayuda del Espíritu Santo. La batalla para ser libres del pecado se pelea «mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad» (2 Tesalonicenses 2:13).

La obra del Espíritu y la Palabra de verdad: esos son los grandes edificadores de la fe. Sin la obra ablandadora del Espíritu Santo, los limpiaparabrisas de la Palabra tan solo arañarían por encima los enceguecedores terrones de la incredulidad.

Ambos son necesarios —el Espíritu y la Palabra—. Leemos las promesas de Dios y oramos pidiendo la ayuda de su Espíritu. Y a medida que el parabrisas se limpia para permitirnos ver el bien que Dios tiene planeado para nosotros (Jeremías 29:11), nuestra fe se fortalece y el camino que la ansiedad ha torcido se endereza.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), página 56

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Lobos nocturnos


10 de septiembre

«Lobos nocturnos»

Habacuc 1:8

Mientras preparaba el presente volumen, esta peculiar expresión me venía a la mente muy a menudo; de suerte que, para librarme de su persistente importunidad, decidí dedicarle una página. El lobo nocturno, enfurecido después de un día de hambre, se mostraba más fiero y voraz que por la mañana. ¿No pueden los animales enfurecidos representar nuestras dudas y temores, después de un día de turbación mental, de pérdidas en los negocios y, quizá, de ruines insultos de parte de nuestros prójimos? ¡Cómo rugen en nuestros oídos nuestros propios pensamientos, diciéndonos: «¿Dónde está tu Dios?»! (Sal. 42:3). ¡Tan voraces e insaciables resultan que devoran toda insinuación de bienestar y quedan, sin embargo, tan hambrientos como antes! ¡Oh Gran Pastor, mata a esos lobos nocturnos y ordena a tu rebaño que se recueste en los delicados pastos sin turbarse por la insaciable incredulidad! ¡Qué semejantes son los demonios del Infierno a los lobos de la tarde; pues cuando el rebaño de Cristo está pasando por un día nublado y oscuro y el sol parece ponerse, ellos se apresuran a despedazar y a devorar! Difícilmente atacarán al cristiano a la luz meridiana de la fe; pero sí caerán sobre él cuando el alma se halle entristecida por algún conflicto. ¡Oh tú que diste tu vida por las ovejas, presérvalas de las garras del lobo!

Los falsos maestros que astuta y diligentemente van a la caza de vidas preciosas, devorando a los hombres con sus falsedades, son tan peligrosos y detestables como los lobos nocturnos. La oscuridad es su elemento; la falsedad, su carácter; y la destrucción, su objetivo. Nosotros estamos más expuestos al peligro cuando esos lobos se visten con pieles de ovejas. Feliz el que se libra de ellos; pues miles han sido presa de los fieros lobos que entran en el aprisco de la Iglesia.

¡Qué maravilla de la gracia es cuando se convierten los fieros perseguidores! Pues, entonces, el lobo mora con el cordero y los hombres de cruel e indomable carácter se hacen mansos y dóciles. ¡Oh Señor, convierte a muchos de estos! Por ellos te rogamos en esta noche.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 264). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

El rey David

10 SEPTIEMBRE

2 Samuel 4–5 | 1 Corintios 15 | Ezequiel 13 | Salmos 52–54

Evidentemente, el escritor de 2 Samuel (cuya identidad desconocemos) entendió que era importante registrar los múltiples pasos seguidos por David para llegar a reinar sobre todo Israel. En términos canónicos, esto es importante porque es el inicio de la dinastía davídica que llega directamente hasta el “Hijo grandísimo del gran David” (ver la meditación del 17 de mayo). Dentro de este marco, quisiera reflexionar sobre varios elementos de estos dos capítulos (2 Samuel 4–5).

(1) Es bastante sorprendente observar que David estaba dispuesto a esperar a acceder al trono, sin realizar el tipo de acción que se lo habría asegurado más rápidamente. Igualmente impresionante es su postura hacia Isboset. Baná y Recab, los asesinos de Isboset, pensaron que podrían congraciarse con esta estrella en alza por medio de su vil asesinato (lo cual era conforme con los valores comunes de la época) y más bien descubren que el compromiso de David con la justicia asegura que serían ejecutados. Lo único que le da un sabor un poco amargo al relato es el doble rasero: estos asesinos sufren una pena justa por su crimen (2 Samuel 4), mientras que en el capítulo anterior, a Joab el asesino, por su poder, se le humilla públicamente, pero no sufre la pena capital.

(2) Este libro registra detalladamente cómo “todas las tribus de Israel” (5:1) se acercaron a David en Hebrón y le invitaron a ser su rey. En la providencia de Dios, el vil asesinato cometido por Baná y Recab provoca el cumplimiento de la promesa de Dios a David.

(3) Era importante que se documentara cuándo David conquistó Jerusalén, pues esta se convertiría, no sólo en la ciudad capital de David, sino también en el hogar del tabernáculo. Durante el reinado de su hijo Salomón, sería el lugar del templo. Muchos temas teológicos enormemente importante giran alrededor de Jerusalén y del templo. Los recogieron en su momento los profetas (antes y después del Exilio), Jesús mismo y los escritores del Nuevo Testamento. Reflexiona, por ejemplo, sobre Juan 2:13–22, Gálatas 4:21–31, Hebreos 9; 12:22–23 y Apocalipsis 21–22.

(4) Sobre todo, cuando los israelitas invitan a David a ser su rey, le exponen: “El Señor te dijo: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel” (5:2). El tema “pastoral” es más amplio que el de “príncipe” y se desarrolla de varias maneras. Al comienzo del Exilio, Dios denunció tenazmente a los falsos “pastores” que están más interesados en cubrirse con la lana de las ovejas que en proteger y alimentar al rebaño (Ezequiel 34), un fenómeno que hoy día conocemos. De manera que Dios promete, una y otra vez, que él mismo será el pastor de su pueblo; de hecho, enviará a su siervo “David” (¡tres siglos y medio después de la muerte de David!) para que sea su pastor (Ezequiel 34:23–24; ver la meditación del 20 de marzo). Al cumplirse el tiempo, el heredero legítimo del linaje de David declara: “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 253). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Leamos en el libro de Dios

domingo 10 septiembre

Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día.

Lucas 24:46

Leamos en el libro de Dios

Entonces Pedro alzó la voz y les habló diciendo: “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró… porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia…

A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados…” (Hechos 2:22-38).

2 Crónicas 26 – 1 Corintios 15:29-58 – Salmo 104:27-35 – Proverbios 23:1-3

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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