¿ES EL MAL SIEMPRE BUENO?

¿ES EL MAL SIEMPRE BUENO?

9/11/2017

Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.

Génesis 50:20

Por muy difícil que sea aceptarlo o muchas veces incluso reconocerlo, a veces Dios permite que lo malo resulte en el bien de los creyentes. Muchas de las cosas que usted hace o que le suceden a usted son malas o, en el mejor de los casos, inútiles. Pero el Señor en su infinita sabiduría y su poder puede convertir y convierte lo peor de tales cosas en algo para el bien de usted.

La famosa historia de Daniel en el foso de los leones es una excelente ilustración de cómo el mal puede convertirse en bien. Cuando Daniel no dejó de adorar al Dios verdadero para adorar al rey Darío, este ordenó que lo echaran en el foso de los leones. Cuando los leones no le hicieron daño alguno, Daniel le dijo a Darío: “Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo” (Dn. 6:21-22). Daniel fue tal testimonio para el rey de cómo Dios pudo usar el mal para bien que con gozo puso en libertad a Daniel y alabó al Señor.

DERECHOS DE AUTOR © 2017 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.

Siete motivos para no preocuparse (Parte 1)

SEPTIEMBRE, 11

Siete motivos para no preocuparse (Parte 1)

Devocional por John Piper

Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? (Mateo 6:25-26)

En Mateo 6 tenemos el ejemplo de la preocupación por la comida y la vestimenta.

Incluso en Estados Unidos, con su amplio sistema de beneficios públicos, la ansiedad por las finanzas y la vivienda puede ser intensa. Pero Jesús dice en el versículo 30 que esto surge porque la fe que tenemos en la promesa de gracia venidera de nuestro Padre es deficiente: somos «hombres de poca fe». Este pasaje contiene al menos siete promesas que Jesús nos dio para ayudarnos a pelear la buena batalla contra la incredulidad y liberarnos así de la ansiedad. (Veremos las promesas 1 y 2 en la Parte 1; y el resto en las Partes 2 y 3).

PROMESA 1: Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? (Mateo 6:25).

Si el cuerpo y la vida son muchísimo más complejos y difíciles de atender que la comida y la ropa, y aun así Dios en efecto nos creó y nos dotó de ambos, entonces seguramente podrá proveernos la comida y la ropa que necesitamos y está dispuesto a hacerlo.

Es más, sin importar lo que suceda, Dios un día resucitará nuestro cuerpo y preservará nuestra vida para que tengamos comunión eterna con él.

PROMESA 2: Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?(Mateo 6:26).

Si Dios está dispuesto a alimentar a criaturas tan insignificantes como las aves, que no pueden hacer nada para producir su comida —no como nosotros, que podemos cultivar la tierra— entonces de seguro nos proveerá lo que necesitamos, porque valemos mucho más que las aves.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), páginas 56-59

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

SEÑOR, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos

11 de septiembre

«SEÑOR, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos».

Salmo 5:8 (LBLA)

Muy amarga es la enemistad del mundo contra el pueblo de Dios. Los hombres olvidan mil faltas de otros, pero exagerarán la más insignificante falla cometida por los seguidores de Jesús. En lugar de lamentarnos, procuremos más bien sacar provecho de esto y, ya que muchos están acechando nuestros titubeos, propongámonos andar muy cuidadosamente delante de Dios. Si vivimos negligentemente, los ojos de lince del mundo pronto nos verán y, con sus centenares de lenguas, esparcirán el embuste exagerado y decorado por el celo del calumniador. El mundo exclamará triunfalmente: «¡Ah, así los quería sorprender! ¡Mira lo que hacen estos cristianos! ¡En realidad, son unos hipócritas!». Obrando de este modo, haremos mucho daño a la causa de Cristo y seremos motivo de que su Nombre se vea afrentado. La cruz de Cristo es en sí misma un escándalo para el mundo; procuremos, pues, no añadir ningún otro escándalo a ella. La cruz de Jesús es «a los judíos, tropezadero»; no pongamos, entonces, más tropiezos donde ya hay más que suficientes. «A los gentiles, [es] locura»: tampoco añadamos nuestra insensatez para dar lugar al escarnio con el que la sabiduría del mundo ridiculiza el evangelio. ¡Qué desconfiados deberíamos ser de nosotros mismos! ¡Cuán rigurosos con nuestras conciencias! ¡Qué prudentes en la presencia de nuestros adversarios, los cuales tergiversan las mejores acciones que ejecutamos y, cuando no pueden hacerlo, ponen en tela de juicio nuestros motivos! Se considera sospechosos a los peregrinos mientras estos atraviesan la Feria de Vanidad. No solo se nos vigila estrechamente, sino que tenemos a nuestro alrededor más espías de los que podemos imaginar. Ese espionaje se efectúa en todas partes donde nos encontremos. Si llegamos a caer en manos de nuestros enemigos, es más que probable que nos muestre bondad un lobo rapaz o compasión un demonio que indulgencia los hombres que sazonan su incredulidad hacia Dios con escándalos contra su pueblo. ¡Oh Señor, guíanos siempre para que nuestros enemigos no nos sorprendan en falta alguna!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 265). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Satisfacción en la alabanza

11 Septiembre 2017

Satisfacción en la alabanza
por Charles R. Swindoll

Salmos 63

El santuario solitario del desierto donde estaba David  lo había dejado sediento y hambriento, no solo de alimento sino de una interacción significativa con su Dios. Su canción continúa y ahora David describe una segunda decisión que él tomó para seguir desarrollando una relación con el Señor: David decidió alabar al Señor(vv. 3-5).

Porque mejor es tu misericordia que la vida;
mis labios te alabarán.
Por eso te bendeciré en mi vida
y en tu nombre alzaré mis manos.
Como de sebo y de gordura se saciará mi alma;
mi boca te alabará con labios de júbilo.

No hay nada místico ni misterioso en alabar a Dios. Los versículos 3 y 5 nos dicen que la alabanza es algo que hacemos con nuestros labios, no solamente con nuestras mentes. Decimos algo en voz alta para que los demás escuchen nuestras palabras de afirmación concerniente al Señor e igualmente importante, para que nosotros podamos oír esas palabras. El versículo 4 dice que David le alabará toda la vida, eso significa que no es una cuestión de una vez a la semana. Es más, el pasaje dice que la misericordia de Dios hace que David le alabe (v. 4) y que la misma alabanza sacia el alma de acuerdo con el versículo 5.

Ciertamente la alabanza es un aspecto significativo profundo de nuestra adoración personal. Desafortunadamente, muchos tienen miedo de alabar a Dios porque lo asocian con algún acto descontrolado y emocional que han visto en algún, entre comillas, servicio de alabanza, donde los individuos se desmayan, gritan, saltan y bailan descontroladamente en los pasillos. Esa no es la alabanza. La alabanza es algo importante. No se limita únicamente a los servicios organizados. La alabanza es un fluir constante de apreciación por Dios en cada circunstancia del día. Y cuando estamos solos, la alabanza toma un aspecto de oración.

Una oración puede dividirse en cinco partes:

Confesión, lea Proverbios 28:13; 1 Juan 1:9. Tratamos completamente con los pecados de nuestra vida, conviniendo con Dios que tales cosas son dañinas y luego pedimos su perdón.

Intercesión, lea 1 Timoteo 2:1-2. Recuerde a los demás y sus necesidades en oración.

Petición, lea Filipenses 4:6; Hebreos 4:15-16. Traemos nuestras necesidades a Dios, recordando y pidiendo cosas de Dios para nosotros.

Agradecimiento, lea 1 Tesalonicenses 5:18. La oración expresa gratitud a Dios por sus bendiciones y regalos específicos a nosotros.

Alabanza, lea 1 Crónicas 29:11-13). Expresiones de adoración dirigidas a Dios sin mencionarnos a nosotros mismos o los demás, solamente a Dios. Vamos a Dios y le expresamos palabras que honren su carácter, su nombre, su voluntad, su palabra, su gloria, etc.

Cuando un hombre corteja a su futura esposa, los elogios se convierten en algo importante de la relación. Cuando a él le gusta la belleza de su cabello, él debe decírselo verbalmente. Debe darle un cumplido por su belleza, su elección de perfume y ropa y sus excelentes gustos. Si disfruta la comida que le prepara o un regalo especial, él debe expresar su apreciación libremente. Si él admira la forma en que ella se expresa, debe decirle algo. Cuando uno ama a alguien, los elogios surgen de manera natural ya que son parte genuina y estimulante de una buena relación.

La alabanza realmente no es algo que hacemos para Dios; Él no tiene un ego que tenemos que satisfacer. Alabamos a Dios por lo que Él hace por nosotros. David encontró una satisfacción personal al expresarle alabanza a su Señor.

Afirmando el alma
En lugar de contar sus bendiciones (planee hacerlo otro día), haga una lista de afirmaciones sobre Dios. Escriba la frase: «Yo apreció al Señor por…» y agregue sus comentarios. Mantenga esa lista en un lugar conveniente y agregue alabanzas a Dios cada vez que se acuerde durante la semana. Léala en voz alta de vez en cuando.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

Si David estuviera vivo hoy día, seguramente muchos de nosotros nos sentiríamos incómodos. Era un hombre muy enérgico: exuberante en sus placeres, abatido en sus desánimos, poderoso en su liderazgo, desenfrenado en su adoración.

11 SEPTIEMBRE

2 Samuel 6 | 1 Corintios 16 | Ezequiel 14 | Salmo 55

Si David estuviera vivo hoy día, seguramente muchos de nosotros nos sentiríamos incómodos. Era un hombre muy enérgico: exuberante en sus placeres, abatido en sus desánimos, poderoso en su liderazgo, desenfrenado en su adoración.

(1) Hay un suceso que nos revela mucho, tanto de este hombre como de Dios; a saber, la ocasión en la que se llevó el arca del pacto, y probablemente todo el tabernáculo, a Jerusalén (2 Samuel 6). David no envía solamente a unos cuantos clérigos—los levitas designados—y nada más. Reúne una tropa de treinta mil soldados expertos y representantes de toda la casa de Israel, y un montón de músicos y coros.

(2) Cuando Uza extendió su mano para estabilizar el arca porque los bueyes que tiraban del carro tropezaron, “Con todo, la ira del Señor se encendió contra Uza por su atrevimiento y lo hirió de muerte ahí mismo, de modo que Uza cayó fulminado junto al arca”. (6:7). Sin duda que esto aguó la fiesta. David está a la vez enojado con Dios (6:8) y temeroso de él (6:9). Por el momento, decide no traer el arca del Señor a Jerusalén. Ciertamente, también muchos de nosotros, en silencio, estamos de acuerdo con David.

No obstante, Dios ha estado profundamente preocupado en todo momento por erradicar cualquier idea de que él no es más que un talismán, un dios controlable, una especie de diosecillo parecido a los demás del territorio. Una de sus prohibiciones más rotundas era no tocar el arca ni mirar dentro de ella. De hecho, por esto último setenta hombres de Bet Semes pagaron con sus vidas, tan sólo una generación antes (1 Samuel 6:19–20); ver meditación del 15 de agosto), cuando ignoraron el edicto. Nuestro texto define el acto de Uza como “irreverente” (2 Samuel 6:7). Lo que lo hizo irreverente o “profano” no fue que Uza actuara maliciosamente, sino que en su ojos no había un temor reverente ni la distinción cuidadosa entre todo lo que Dios llama santo y lo que es meramente común. El horror de la blasfemia es idéntico: la gente dice que no significa nada cuando toman el nombre de Dios en vano. Ese es justamente el problema: para ellos no significa nada. Dios no tolera que se le trate de esa manera.

(3) El arca permanece con Obed Edom durante tres meses y él experimenta tanta bendición que a David le vuelve a interesar (6:11–12). La bendición y la reverencia van de la mano; más vale que David se dé cuenta y nosotros también.

(4) Mical resulta ser digna hija de su padre: le interesa más la pompa, la forma, los vestidos reales y la dignidad personal que la adoración exuberante (6:16). Desprecia a David justamente porque él está tan centrado en Dios, que le importa muy poco su imagen. Las personas que viven constantemente obsesionadas por lo que los demás piensan de ellas, nunca logran disfrutar de ser plenamente conscientes de Dios y estar centradas en él, algo que caracteriza a toda verdadera adoración.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 254). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Mi conversión

Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.

1 Timoteo 1:15

Mi conversión

Un evangelista cuenta así su propia conversión: «Tenía dieciséis años cuando un amigo me invitó a ir a escuchar a un predicador que había sido campeón deportivo. Este argumento hizo que me decidiese a ir, pero prudentemente me senté al fondo de la sala. Tenía curiosidad de oírlo, pues siempre había creído que la religión era para los débiles, los viejos y las jóvenes sentimentales, pero no para un campeón de béisbol.

Mientras predicaba tuve la sensación de que me señalaba con el dedo: Joven, usted es un pecador. Tratando de esconderme detrás de la ancha espalda del oyente que estaba sentado delante de mí, pensé: No soy peor que otros. Pero el predicador citó la Palabra de Dios: “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Cuando el evangelista invitó a pasar adelante a los que querían ir a Cristo, yo salí corriendo de la sala y regresé a casa.

Jamás olvidaré la lucha que sentí después. Al día siguiente volví a la reunión. Esta vez me senté adelante. El predicador se levantó y leyó: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Pensé: Soy un pecador, Dios me ama. Cuando el evangelista pidió, otra vez, a sus auditores pasar adelante, yo fui uno de los primeros en hacerlo. Allí entregué mi corazón a Jesús. El gozo, la paz y la seguridad de la salvación llenaron mi corazón y nunca me abandonaron».

“Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7).

2 Crónicas 27 – 1 Corintios 16 – Salmo 105:1-6 – Proverbios 23:4-5

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch