EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

9/27/2017

El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Romanos 13:10

La clave para obedecer la ley de Dios es el amor. Cuando amamos a los demás, automáticamente obedecemos la ley. Usted no cometerá adulterio si ama a alguien. Es porque el amor no corrompe a otros ni roba su pureza. Solamente la lujuria y el egoísmo hacen eso. Si usted ama a alguien, su amor hace inservible el mandamiento de no matar. No necesito que se me recuerde que no mate a las personas si las amo. Cuando usted ama a alguien, tampoco le robará. Por lo tanto, no necesita que se le diga que no robe. Ni codiciará lo que es de otro cuando lo ama.

El amor no substituye la ley; cumple la ley. Mediante el amor, usted puede cumplir el amor de Dios.

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El poder de una promesa superior

SEPTIEMBRE, 27

El poder de una promesa superior

Devocional por John Piper

Y andaré en libertad, porque busco tus preceptos. (Salmos 119:45)

Un componente esencial del gozo es la libertad. Ninguno de nosotros estaría feliz si no estuviéramos libres de aquello que aborrecemos y libres para hacer lo que amamos.

¿Dónde encontramos la verdadera libertad? Salmos 119:45 dice: «Y andaré en libertad, porque busco tus preceptos».

La imagen que se nos presenta es una de espacios abiertos. La Palabra nos libra de tener una mente estrecha (1 Reyes 4:29) y de un confinamiento amenazante (Salmos 18:19).

Jesús dijo: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). La libertad a la que se refiere es la libertad de la esclavitud del pecado (versículo 34); o dicho en términos positivos, es la libertad para alcanzar la santidad.

Las promesas de la gracia de Dios nos dan el poder que convierte las demandas de la santidad de Dios en una experiencia de libertad en lugar de miedo. Pedro describió el poder liberador de las promesas de Dios en su carta: «Nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia» (2 Pedro 1:4).

En otras palabras, cuando confiamos en las promesas de Dios, cortamos la raíz de la depravación por el poder de una promesa superior.

La Palabra que quiebra el poder de los placeres banales es sumamente crucial. ¡Cuán diligentes debiéramos ser en iluminar nuestro camino y llenar nuestro corazón de la Palabra de Dios!

«Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino» (Salmos 119:105). «En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti» (Salmos 119:11; ver el versículo 9).


Devocional tomado del libro “Deseando a Dios”, páginas 149-150

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«Mi amado metió su mano por la ventanilla, y mi corazón se conmovió dentro de mí».

27 de septiembre

«Mi amado metió su mano por la ventanilla, y mi corazón se conmovió dentro de mí».

Cantares 5:4

No era suficiente golpear, pues mi corazón estaba cargado de sueño y, además, demasiado frío y desagradecido como para levantarse y abrir la puerta; pero el toque de su eficiente gracia hizo que mi alma se conmoviese. ¡Ah, la paciencia demostrada por mi Amado!, quien a pesar de que le había negado la entrada, permaneció a la puerta mientras yo dormía en el lecho de la pereza. ¡Ah, la grandeza de su paciencia!, al golpear una y otra vez, rogándome que le abriera. ¡Cómo podía yo desairarlo! ¡Vil corazón, sonrójate y confúndete! No obstante, la mayor de todas las demostraciones de su amor para conmigo se evidencia en esto: en que él mismo haya sido su propio portero y corrido con sus propias manos el cerrojo de la puerta. ¡Tres veces bendita sea la mano que condesciende a levantar la aldaba y a dar la vuelta a la llave! Ahora veo que nada sino el poder de mi Señor puede salvar a una perversa masa de maldad como soy yo. Los ritos fallan y aun el evangelio no tiene efecto sobre mí hasta que la mano de mi Señor abre la puerta. Ahora veo también que su mano es eficaz allí donde todas las demás cosas no tienen éxito. Él puede abrir cuando nada más lo haría. ¡Bendito sea su nombre! Aún ahora siento su bondadosa presencia. Bien pueden mis entrañas conmoverse por él, cuando pienso en todo lo que sufrió por mi causa y en mi mezquina respuesta. Yo he permitido que mis sentimientos se extraviaran; le he suscitado rivales. ¡Oh, el más bello y querido de los amados, te he tratado como trata a su marido una esposa infiel! ¡Ah, mis crueles pecados, mi cruel egoísmo…! ¿Qué puedo hacer? Las lágrimas son poco para demostrar mi arrepentimiento; todo mi corazón hierve de indignación contra mí mismo. ¡Infeliz de mí, que traté a mi Señor (mi Todo en todo, mi grandísimo gozo) como si fuera un extraño! Jesús, tú perdonas sin reservas; pero esto no es suficiente: impide que vuelva a serte infiel. Enjuga estas lágrimas con un beso y, después, limpia mi corazón y átalo a ti mismo con siete cuerdas para que nunca más se extravíe.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 281). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

La “meta” del cristiano es la fe y la vida y poder del Espíritu

27 SEPTIEMBRE

2 Samuel 23 | Gálatas 3 | Ezequiel 30 | Salmo 78:40–72

Una discusión sobre Gálatas 3 podría ocupar fácilmente un libro entero tan largo como este. Pero aquí me limitaré a dos observaciones.

Primero, en los cinco versículos iniciales, Pablo apela a la experiencia. Les pregunta a los gálatas si su conversión y toda su experiencia de la gracia de Dios y del poder del Espíritu les llegó en función de su observancia de la ley de Moisés o por medio de su fe. Después de todo, se les había presentado a Cristo como el Salvador crucificado (3:1). Creyeron lo que oyeron (3:2) y recibieron el Espíritu. Esta postura les costó mucho: habían sufrido persecución (3:4). Más aún, habían sido testigos de obras milagrosas y transformadoras del Espíritu, todo ello en función de la fe que Dios les había otorgado (3:5). ¿Por qué, entonces, han de pensar que, habiendo comenzado con el Espíritu y por la fe, debían ahora intentar obtener su “meta”—seguramente, la de dar pasos hacia la madurez y el conocimiento de Dios—mediante la observación cuidadosa de la ley? Esta actitud, sugiere Pablo, contradice su conversión, insulta el sufrimiento que han soportado y es una antítesis de su propia experiencia con el poder del Espíritu de Dios.

Esto significa que el camino hacia la “meta” del cristiano es la fe y la vida y poder del Espíritu, no la observancia de una ley ampliada. Pensar de otra manera es ser “torpes” y escuchar a los que nos han “hechizado” con nociones falsas de espiritualidad que nos apartan del Jesús crucificado (ver 3:1).

Segundo, el argumento del resto del capítulo se centra no en la experiencia individual del cristiano, sino en la historia del propósito redentor de Dios. En otras palabras, Pablo no dice que la ley de Dios debe operar en la conciencia de cada creyente para que este pueda venir a Cristo. Esto puede que sea cierto o no, pero Pablo no se refiere a eso. Más bien, busca establecer la prioridad de la fe en nuestra justificación desde una época tan remota en la historia como la de Abraham (3:6–9). Inmediatamente, nos preguntamos por qué se “añadió” la ley de Moisés en un principio. Pablo no ofrece aquí un análisis completo de los diversos propósitos de la ley, pero enfatiza varios puntos: no se estableció para cambiar los principios ya instituidos en la época de Abraham ni para ofrecer un camino alternativo a la salvación. Más bien, hizo que apareciera claro e innegable el pecado humano al exponerlo como transgresión; por tanto, movió a la gente de toda la línea redentora-histórica hacia Jesucristo. Una de las maneras en las que la comprensión de Pablo del Antiguo Testamento difiere de la de sus colegas judíos es que él insiste en leerlo dentro de su eje temporal: Pablo explica cómo la Biblia forma un todo.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 270). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Honor e integridad

27 Septiembre 2017

Honor e integridad
por Charles R. Swindoll

Salmos 101

Una vez escuché al presidente del Seminario expresar su preocupación sobre la escuela cuando dijo: «Espero que no estemos graduando alumnos con una gran cantidad de creencias pero sin suficiente convicción». La convicción es lo que hace que la creencia tenga respaldo. David no se sentía satisfecho con un conjunto de verdades teológicas girando en su cabeza; David las había convertido en convicciones concretas. Es como si los primeros cuatro versículos del salmo representaran a David diciendo: «Estoy comprometido al propósito de Dios, cualquiera que sea éste».

En estos cuatro versículos, él hace una lista de cuatro grandes cualidades que el creyente debe tener para poder descubrir una dirección clara. Esas cualidades acaban con una mentalidad ociosa.

Honor

De la misericordia y el derecho cantaré; a ti cantaré salmos, oh Señor (v. 1).

¿De qué canta David? De la misericordia y la justicia. Estas dos cualidades no sólo definen a Dios, sino que representan los valores que Dios quiere que el mundo utilice como guía. Muchos años después, el profeta Miqueas escribiría:

«¡Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti el Señor? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios (Miqueas 6:8).

La primera virtud, misericordia, es «chesed» y ya hemos hablado de esa palabra antes. Combina la idea de una bondad extraordinaria y desinteresada  junto con el amor, la amistad, y la lealtad. El concepto del Nuevo Testamento acerca de la gracia capta lo que «chesed» es. La otra palabra, «derecho», es la palabra «mishpat» y se refiere a una administración ordenada y equitativa del gobierno; describe la cualidad del gobierno civil que permite que todos vivan de manera pacífica y productiva.

David toma la resolución de hacer que estas dos cualidades divinas se conviertan en la canción de su vida. Él se compromete a vivir bajo esos aspectos y que ellos le conduzcan en cada decisión y cada relación que él tenga.

Integridad

Daré atención al camino de la integridad. ¿Cuándo vendrás a mí? En integridad de corazón andaré en medio de mi casa (v. 2).

La primera parte de este versículo tiene que ver con su integridad pública. El término original hebreo da la idea de algo completo, algo entero. Transmite la idea de ser totalmente honesto. El rey de Israel sabía que su vida ante la gente tenía que ser sólida y honesta para que su reino se mantuviera firme.

La segunda parte de este versículo tiene que ver con su integridad privada. Note que David utiliza la palabra, «corazón» y la palabra, «casa». La integridad tiene que ver con la autenticidad, una virtud que no cambia dependiendo de la audiencia del lugar donde esté.

Afirmando el alma
Piense en alguna una persona de la historia que usted admira debido a sus logros. Busque su biografía y luego léala enfocándose principalmente en lo que influyó a esa persona y cómo esa persona enfocó su energía y su dirección. Observe también esos aspectos de honor e integridad en esa persona.

La convicción es lo que hace que la creencia tenga respaldo.—Charles R. Swindoll

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

El bien y el mal

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo…!

Isaías 5:20

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Romanos 12:2

El bien y el mal

La noción del bien y del mal fue modificada radicalmente en pocos años en nuestra sociedad materialista y cada vez más inmoral. Por ejemplo, hace solo cuarenta años, el divorcio y el concubinato no eran considerados como algo normal. Pero hoy ¿quién se ofusca por eso? Nadie. Más bien se anima a los jóvenes a vivir juntos, por lo menos algún tiempo antes de casarse, para conocerse mejor. Sin embargo la Biblia llama a esto fornicación, y nos invita a huir de ella (1 Corintios 6:18).

Cristianos, ¿seguiremos la corriente del mundo sin que nuestra conciencia se alarme? Es precisamente nuestra conciencia la que debería permitirnos discernir entre lo que está bien y lo que está mal, pero ella necesita ser iluminada y graduada por la Biblia. No dejemos que las corrientes de pensamiento de todo tipo la «formateen» a su gusto. Tratemos de conocer qué es el bien y el mal según el pensamiento de Dios. Él nos lo reveló en la Biblia, su Palabra. Leámosla y dejémonos instruir por ella sin tener en cuenta las teorías de los hombres, que a menudo están conducidos, sin saberlo, por Satanás, el “padre de mentira” (Juan 8:44). Ejercitémonos en tener una “buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo” (Hebreos 13:18).

Que nuestra vida y nuestras relaciones sean puras, la expresión de un amor verdadero, un reflejo de lo que caracterizaba la vida de Jesús, quien “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).

Oseas 11-12 – Filipenses 2 – Salmo 107:23-32 – Proverbios 24:7

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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