Estáis firmes en un mismo espíritu

RESOLVER LA DISCORDIA

11/6/2017

Estáis firmes en un mismo espíritu,
combatiendo unánimes por la fe del evangelio. (Filipenses 1:27)

La estabilidad espiritual depende del amor mutuo, la armonía y la paz entre los creyentes. Nuestra vida debe estar entretejida para que podamos soportarnos y sustentarnos los unos a los otros.

En el versículo de hoy, leemos que Pablo quería que hubiera esa clase de armonía en la iglesia de Filipos, pero en su lugar había una gran desavenencia entre dos mujeres que amenazaban la vida de la iglesia. Pablo procuraba que no se extendieran por toda la iglesia pecados como la parcialidad, la crítica, la amargura, la falta de perdón y el orgullo.

A fin de evitar tales problemas, es necesario que los creyentes velen y oren los unos por los otros. El amor mutuo produce la armonía que lleva a la estabilidad espiritual y que muestra lo que ha de hacer la iglesia: ayudar a los débiles, levantar a los caídos y restaurar a los quebrantados.

DERECHOS DE AUTOR © 2017 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.

Ámense unos a otros con alegría

NOVIEMBRE, 06

Ámense unos a otros con alegría

Devocional por John Piper

Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia y andar humildemente con tu Dios?(Miqueas 6:8)

Nunca nadie se ha sentido menos amado porque se le dijo que el logro de su felicidad hizo feliz a la otra persona. Jamás se me acusó de ser egoísta por justificar un acto de bondad en base al deleite que me trae el hacerlo. Al contrario, los actos de amor son genuinos en la medida en que no involucran malos sentimientos.

Y una buena alternativa para el resentimiento no es la neutralidad ni las acciones motivadas únicamente por el cumplimiento del deber, sino la alegría. El amor auténtico «ama la misericordia» (Miqueas 6:8), no solo ejerce la bondad. El hedonismo cristiano nos obliga a reflexionar sobre esta verdad.

En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. (1 Juan 5:2-4)

Lea estas oraciones en el orden inverso y preste atención a la relación lógica entre ellas. Primero, ser nacido de Dios nos da un poder que vence al mundo. Ese es el fundamento (el «porqué») de la afirmación de que los mandamientos de Dios no son gravosos.

Por lo tanto, ser nacido de Dios nos da un poder que vence nuestra resistencia mundana a hacer la voluntad de Dios. Sus mandamientos ya no son «gravosos», sino que son el deseo y el deleite de nuestro corazón. Este es el amor de Dios: no solo que obedecemos sus mandamientos, sino que además no nos resultan gravosos.

Luego el versículo 2 afirma que la evidencia de la autenticidad de nuestro amor por los hijos de Dios es el amor de Dios. ¿Qué nos enseña esto sobre el amor por los hijos de Dios?

Si el amor a Dios consiste en hacer su voluntad con alegría en lugar de hacerla con pesar, y si el amor a Dios se mide por la autenticidad de nuestro amor por los hijos de Dios, entonces nuestro amor por los hijos de Dios también debe manifestarse con alegría y sin resentimientos.

El hedonismo cristiano se basa completamente en el servicio del amor, porque nos lleva a la feliz obediencia.


Devocional tomado del libro “Deseando a Dios”, páginas 304–305  

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

«Diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado»

6 de noviembre

«Diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado».

Hebreos 9:20

Hay en la palabra sangre un extraño poder, y su sola presencia siempre nos afecta. Un corazón sensible no puede siquiera ver sangrar a un gorrión y (a menos que esté acostumbrado a ello) se apartará con horror del que mata a un animal. En cuanto a la sangre humana, es cosa muy sagrada. El que la vierte llevado por la ira, comete asesinato; y el que la derrama en las guerras, incurre en un espantoso crimen. ¿Se debe quizá este sentimiento al hecho de que la sangre es la vida y su derramamiento constituye una señal de muerte? Creemos que sí. Cuando nos erguimos para contemplar la sangre del Hijo de Dios, nuestro espanto se acrecienta y sentimos un estremecimiento pensando en el crimen del pecado y en el terrible castigo que tuvo que soportar quien lo expió. La sangre es siempre preciosa; y se vuelve inapreciable cuando procede de las venas de Emanuel. La sangre de Jesús sella el pacto de gracia y lo confirma para siempre. Los pactos de la antigüedad se hacían por medio de sacrificios, y el pacto eterno fue ratificado de la misma manera. ¡Oh, qué placer nos produce el ser salvos sobre ese seguro fundamento de los contratos divinos, que no pueden dejar de cumplirse! La salvación por las obras de la ley es una frágil y astillada embarcación destinada a naufragar; pero la nave del pacto no teme las tormentas, porque la sangre de Jesús la asegura plenamente. La sangre de Cristo hizo válido su Testamento. Los testamentos no valen de nada hasta que mueren los testadores; y, en este sentido, la lanza del soldado constituye una bendita ayuda para la fe, pues demuestra que nuestro Señor murió realmente. Acerca de este asunto no cabe duda alguna, y podemos intrépidamente apropiarnos de los legados que él dejó para los suyos. ¡Dichosos quienes ven garantizados sus derechos a las bendiciones celestiales por un Salvador que muere! Sin embargo, ¿no tiene esta sangre la última palabra para nosotros? ¿No nos está pidiendo que nos santifiquemos para Aquel por quien hemos sido redimidos? ¿No nos llama a una nueva vida y nos mueve a consagrarnos completamente al Señor? ¡Ojalá conozcamos y sintamos el poder de la sangre en nosotros en esta noche!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 321). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

 5 – [6] El significado de la Santidad

Ligonier Español     

 5 – [6] – El significado de la Santidad

Dr. R.C. Sproul

 

 


Hace más de 30 años que el Dr. R.C. Sproul escribió su afamado libro “La Santidad de Dios”, el cual por la gracia de Dios ha sido de bendición y edificación a una multitud de personas alrededor del mundo. En esta serie de 6 estudios, R.C. Sproul explora bien de cerca el carácter de Dios, llevándonos a nuevas percepciones sobre el pecado, la justicia y la gracia. La Santidad de Dios examina el significado de la santidad y por qué las personas están fascinadas y aterrorizadas por un Dios santo. R.C. Sproul dice: “La santidad de Dios afecta cada aspecto de nuestras vidas – economía, política, atletismo, romance – todo con lo que estamos involucrados”.
http://www.ligonier.org/

En estos últimos días, Dios se ha revelado a sí mismo en el Hijo

6 NOVIEMBRE

2 Reyes 19 | Hebreos 1 | Oseas 12 | Salmos 135–136

Los contrastes en los versículos iniciales de Hebreos 1 van todos en una misma dirección.

En otras épocas” contrasta con “en estos días finales”. Dios habló “a nuestros antepasados” y esto se contrapone al hecho de que, en estos últimos días, “nos ha hablado” a nosotros. En el pasado, Dios le habló a los antepasados “por medio de los profetas”, “muchas veces y de varias maneras” pero en estos días, Dios nos ha hablado “por medio de su Hijo” (1:1–2).

De hecho, la forma de esa expresión, “por medio de su Hijo”, en el original sugiere con bastante fuerza que el autor de Hebreos no ve al Hijo como a un profeta más, ni siquiera como el profeta supremo. La idea no es que, en el pasado, la palabra de Dios llegaba a través de los profetas pero en los últimos días lo ha sido por el Hijo, quien por ello se convierte en el último de los profetas. Está en juego algo más fundamental. La expresión en griego, significa “en Hijo”. La ausencia del artículo “el” es significativa. Más aún, “en Hijo” no sólo contrasta con “por medio de los profetas”, sino con “muchas veces y de varias maneras”.

Por tanto, en estos últimos días, Dios se ha revelado a sí mismo en el Hijo. En el pasado, cuando Dios usaba a los profetas, a veces les suministraba palabras de manera directa (en oráculos o visiones), o los dirigía providencialmente por experiencias que ellos registraban, o bien “hablaba” mediante eventos extraordinarios tales como la zarza ardiente; fueron “muchas veces” y “varias maneras” (1:1). Pero ahora, Dios ha hablado “en Hijo”; podríamos parafrasearlo como “en la revelación del Hijo”. No es sencillamente que Jesús media en la revelación: él es la revelación. No es que Jesús sencillamente trae la palabra; él mismo es, por así decirlo, la Palabra de Dios, la Suma Palabra. La idea es muy parecida a lo que leemos en el prólogo del Evangelio de Juan. El Hijo es capaz de esto porque él es “el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es” (1:3).

En sentido estricto, los cristianos no deben pensar en los libros del Nuevo Testamentos como si fueran iguales que los del Antiguo Testamento, como si nos proporcionaran la siguiente fase del plan redentor de Dios. Los mormones afirman que esto es todo lo que son, y luego dicen que Joseph Smith trajo una revelación aún más reciente, pues era otro profeta acreditado más. Pero el autor de Hebreos entiende que la cúspide de toda la revelación del Antiguo Testamento, mediada a través de profetas y guardada en libros, no es, en verdad, más libros, sino Jesucristo mismo. Los libros del Nuevo Testamento se agrupan alrededor de Jesús y dan testimonio de él, quien es la cima de toda revelación. Los libros más tardíos que no pueden dar testimonio de esta revelación máxima, quedan automáticamente descalificados.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 310). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿Está usted preparado?

Prepárate para venir al encuentro de tu Dios.

Amós 4:12

Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Romanos 10:9

¿Está usted preparado?

Temprano en la mañana, Beatriz recibió una llamada telefónica anunciándole una terrible noticia. Uno de sus amigos, Manuel, un joven con quien había pasado la tarde del día anterior en compañía de otros jóvenes, murió en un accidente al regresar a su casa. Paralizada por la noticia, Beatriz recuerda a Manuel, ayer alegre y lleno de vida… ¡ahora muerto! «¡Es terrible!», murmuró. Conmocionada, pensó: «¿Y si yo hubiese estado con él en el automóvil?». De repente escuchó una voz proveniente del exterior y que la hizo sobresaltar: –Beatriz, ¿estás lista? Era la voz de su compañera de trabajo que, como cada mañana, venía a buscarla.

–¡No, todavía no estoy lista, espera un momento!, respondió.

«Beatriz, ¿estás lista?». Esta sencilla pregunta, hecha por su compañera cada mañana, tomó un sentido totalmente diferente en ese momento. Era como si otra persona le hablase, y de un tema muy diferente: el de su muerte. ¿Estaba preparada para morir, para ir a la presencia de Dios? Ante sus ojos pasaron sus pecados, su frivolidad, el vacío de su vida, la incertidumbre con respecto al más allá…

Ahora Beatriz puede responder a esta pregunta, pues depositó su confianza y su fe en Jesucristo. Con la seguridad de que Jesús salvó su alma al llevar sus pecados en la cruz, puede decir: ¡Sí, estoy lista!

“El reino de los cielos será semejante a diez vírgenes… vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta” (Mateo 25:1, 10).

Job 2-3 – Juan 19:31-42 – Salmo 119:137-144 – Proverbios 27:1-2

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch