EL EJERCICIO HACE MAESTRO AL NOVICIO

EL EJERCICIO HACE MAESTRO AL NOVICIO

11/29/2017

Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced. (Filipenses 4:9) 

En el versículo de hoy, el apóstol Pablo subraya que los creyentes de Filipos necesitaban practicar lo que aprendieron, recibieron, oyeron y vieron en su vida.

En primer lugar, aprendieron de su instrucción personal, que incluía la predicación, la enseñanza y la disciplina (cp. Hch. 20:20). Él presentaba las verdades del Antiguo Testamento y el significado de la reve­la­ción del Nuevo Testamento, explicando cómo se apli­ca­ban a la vida de ellos.

Además, lo que recibieron de Pablo era la revelación directa de Dios. La Biblia pone en claro que Pablo recibió directa revelación del Señor y luego la dio a conocer a los creyentes (cp. 1 Co. 11:2; 15:1-3; 1 Ts. 4:1).

De otras fuentes también oyeron acerca del carácter, de la manera de vivir y de la predicación de Pablo. Estaban conscientes de su impecable reputación.

Y lo que vieron los creyentes de Filipos en Pablo sabían que era cierto por experiencia propia.

Al igual que la de Pablo, su vida debe ser digna de imitación por los demás creyentes. Así que “sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).

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Lo único que puede limpiar nuestra conciencia

NOVIEMBRE, 29

Lo único que puede limpiar nuestra conciencia

Devocional por John Piper

¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?(Hebreos 9:14)

Aquí estamos en la era moderna —la era de Internet, los teléfonos inteligentes, los viajes al espacio y los trasplantes de corazón—, y nuestros problemas siguen siendo, en esencia, los mismos de siempre: nuestra conciencia nos condena y nos hace sentir que no somos aceptos delante de Dios. Estamos separados de Dios.

Podemos cortar nuestro propio cuerpo, arrojar a nuestros hijos en un río sagrado, dar millones de dólares a obras de beneficencia, servir en un comedor comunitario, cumplir cien penitencias distintas o infligirnos cien tipos de heridas, y el resultado será el mismo: la mancha permanece y la muerte nos aterra.

Sabemos que nuestra conciencia está corrompida, no por elementos externos como por tocar un cadáver, un lienzo sucio o una porción de cerdo. Jesús dijo que lo que contamina es lo que sale del hombre, no lo que entra en él (Marcos 7:15-23). Estamos contaminados por actitudes como el orgullo, la autocompasión, la amargura, la lujuria, la envidia, los celos, la codicia, la apatía y el temor.

La única solución en esta era moderna, como para cualquier otra época, es la sangre de Cristo. Cuando nuestra conciencia se levanta y nos condena, ¿adónde iremos? Hebreos 9:14 nos da la respuesta: a Cristo.

Volvamos la mirada a la sangre de Cristo. Volvámonos al único agente limpiador en todo el universo que nos puede dar alivio en vida y paz en la muerte.


Devocional tomado del sermón “Purificados para servir al Dios vivo”

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«Especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático»

29 de noviembre

«Especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático».

Éxodo 35:8

Mucho se utilizaba este aceite de la unción bajo la ley, y lo que el mismo representaba es de capital importancia para el evangelio. Si queremos servir al Señor de manera aceptable, nos es indispensable la presencia del Espíritu Santo, pues es él quien nos unge para todo servicio santo. Sin su ayuda, nuestro servicio cristiano es solo una vana oblación y nuestra experiencia una cosa muerta. Sin esa unción, tampoco valen nada las oraciones, las alabanzas, las meditaciones y los esfuerzos de los cristianos en particular. Una unción santa es el alma de una vida piadosa; la ausencia de esa unción constituye la más grave de todas las calamidades. Presentarse delante del Señor sin unción sería como si un levita cualquiera entrase por sí mismo en la función sacerdotal: el ministerio de dicho levita sería más bien pecado que un servicio aceptable. Nunca nos aventuremos a celebrar servicios religiosos sin la santa unción. El óleo de la unción desciende sobre nosotros desde la gloriosa Cabeza; por eso nosotros, que somos como los bordes de sus vestiduras, participamos de un ungimiento abundante.

Para hacer el aceite de la unción, los entendidos componían las especias aromáticas con el arte más refinado del perfumista, a fin de mostrarnos cuán ricos son los influjos del Espíritu Santo. Todas las cosas buenas se hallan en el divino Consolador: incomparable consuelo, infalible instrucción, inmortal vivificación, espiritual energía y divina santificación; todo ello está mezclado con otras cosas excelentes en ese ungüento sagrado que es el celestial aceite de la unción del Espíritu Santo. Dicho aceite transmite una deliciosa fragancia al carácter de aquel sobre quien se derrama. Nada semejante puede hallarse, ni en los tesoros del rico, ni en los secretos de los sabios. Nadie puede imitarlo: procede solo de Dios, quien lo da gratuitamente a toda alma expectante por medio de Jesucristo. Busquemos esa unción, pues podemos obtenerla esta misma noche. ¡Oh Señor, unge a tus siervos!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 344). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

1 Crónicas 26–27 | 2 Pedro 1 | Miqueas 4 | Lucas 13

29 NOVIEMBRE

1 Crónicas 26–27 | 2 Pedro 1 | Miqueas 4 | Lucas 13

2 Pedro 1:5–9 nos presenta una extraordinaria secuencia de pasos. Pedro sabe que sus lectores son creyentes. Ahora les exhorta a añadir algunas cosas a su fe.

(1) Añadid a la fe virtud (1:5): Seguramente, la fe que Pedro no quiere ver es el tipo de fe que descarta Santiago 2: una fe meramente intelectual, que únicamente afirma sin confianza transparente ni disposición a obedecer. La fe genuina genera obediencia, pero como siempre, los creyentes son los responsables de tomar ese camino y se les anima a alejarse de la mera pasividad. Así que añádele virtud a la fe.

(2) Añadid a la virtud conocimiento (1:5): La fe exige cierto conocimiento, pero Pedro ya ha tratado ese asunto. En otra parte, a Timoteo se le anima a perseverar en la “doctrina” (1 Timoteo 4:16); aquí, también se exhorta a los cristianos a añadirle a la virtud, conocimiento. Nada logrará estabilizarnos y motivarnos más que crecer en la comprensión de la mente de Dios.

(3) Añadid al conocimiento, dominio propio (1:6): El mero conocimiento nos puede envanecer (1 Corintios 8:1–3) y no transformar a nadie. Pero si el dominio propio está presente en abundancia, ese bendito elemento del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23), el potencial de virtud es incalculable.

(4) Añadid al dominio propio, paciencia (1:6): Una cosa es tener dominio propio en una crisis, por un período corto de tiempo o cuando las cosas van bien. Pero para pulir y mostrar el dominio propio, hace falta perseverancia a largo plazo.

(5) Añadid a la paciencia, piedad (1:6): De otra manera, la paciencia o perseverancia podría resultar poco más que un esfuerzo supremo de voluntad meramente humana. La devoción a Dios, un elemento genuinamente religioso en cada virtud, transforma la mera determinación estoica en una piedad transparente.

(6) Añadid a la piedad, afecto fraternal (1:7): Todo el mundo detesta a los santurrones. El dominio propio y la perseverancia, incluso la piedad, en ocasiones han generado fariseos rígidos y despiadados. Añádele afecto fraternal.

(7) Añadid al afecto fraternal, amor (1:7): Esto es mejor todavía, pues así imitamos—aunque de manera inconstante o imperfecta—el carácter del Maestro mismo.

Fijaos cómo se engloban estos siete pasos. Primero, antes del listado, Pedro nos dice que pongamos “toda diligencia” en aplicar esta lista, “precisamente por esto” (1:5). La razón a la que se refiere se encuentra en los versículos anteriores (1:3–4). La gloria de Dios y su excelencia nos han provisto grandes y preciosas promesas para que por ellas participemos de la naturaleza divina y escapemos de la corrupción del mundo. Por esto mismo, debemos hacer todos los esfuerzos por seguir estos siete pasos. Segundo, al final de la lista, Pedro nos asegura que estas cualidades evitarán que seamos inútiles e improductivos en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (1:8–9).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 333). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La gran final

miércoles 29 noviembre

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él… Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.

Apocalipsis 20:11-12

La gran final

La «gran final» de la historia del mundo está descrita en el Apocalipsis (cap. 20:11-15 y 21:1-4). Concierne a todos los hombres, desde Adán, y cada uno vivirá una u otra de estas dos escenas:

–El mundo actual será destruido, y todos aquellos que hayan muerto en sus pecados resucitarán para ser juzgados por Dios. Comparecerán para rendir cuentas por sus pecados, sean “grandes” o “pequeños”, importantes o no en la escala de los hombres.

Se abrirán unos libros, y luego el “libro de la vida”. Ningún nombre de los que comparecen se hallará en este libro. En los otros están consignadas las acciones de cada uno. ¡Las cosas que creíamos que estaban olvidadas saldrán a la luz! Los acusados serán juzgados por lo que está escrito, cada uno según su responsabilidad. El veredicto es el mismo para todos: una condenación eterna… ¡Es la terrible condición de los que durante su vida en la tierra no quisieron creer en Dios, quien perdona los pecados de los que se arrepienten!

–Todos aquellos que hayan creído en el Dios Salvador tendrán la felicidad de vivir en su presencia. En un nuevo cielo y una tierra nueva, Dios “morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor… el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas… estas palabras son fieles y verdaderas”.

Job 35-36 – Colosenses 2 – Salmo 135:8-14 – Proverbios 28:23-24

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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