Dependa de los recursos divinos

Dependa de los recursos divinos

5/13/2018

Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. (Filipenses 3:15)

Lamentablemente, en todas las iglesias hay cristianos contentos con su estado espiritual. En vez de reconocer su necesidad, invierten sus energías justificando el nivel que han alcanzado.

El versículo de hoy esencialmente dice que, si algunos creyentes no comprenden todavía la importancia de buscar el crecimiento, Dios tendrá que revelársela. Pongo todo mi corazón en mis mensajes, pero comprendo que algunos de mis oyentes seguirán sin consagrar su vida. Cuando se llega a ese punto con alguien a quien se está ayudando, hay que pedirle a Dios que se revele a esa persona.

En la búsqueda de Cristo, todos tenemos que depender de los recursos divinos. Habrá momentos en la carrera en los que usted no tenga la debida actitud, y Dios tendrá que revelarle eso a fin de que usted pueda seguir adelante.

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En el fondo de todo

MAYO, 13


En el fondo de todo

Devocional por John Piper

En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad. (Efesios 1:5)

La experiencia de Charles Spurgeon no se encuentra fuera del alcance del común de los cristianos.

Spurgeon (1834-1892) fue contemporáneo de George Mueller. Por más de treinta años sirvió en el Tabernáculo Metropolitano de Londres y fue el pastor más famoso de su época.

Sus prédicas eran tan poderosas que más y más personas se convertían a Cristo cada semana. Sus sermones se siguen imprimiendo hasta el día de hoy y muchos lo consideran un modelo de predicador con el don de ganar de almas.

Él trae a memoria una experiencia que tuvo a los dieciséis años que marcó su vida y su ministerio para siempre:

Cuando me acercaba a Cristo, pensaba que todo lo hacía por mí mismo, y aunque yo buscaba al Señor de todo corazón, no tenía la menor idea de que el Señor me estaba buscando a mí. No creo que un joven creyente sea consciente de esto al principio.

Puedo recordar con exactitud el mismísimo momento en que recibí esas verdades [la doctrina de la elección] por primera vez en mi propia alma, cuando —como lo expresaría John Bunyan— fueron grabadas en mi corazón como un hierro candente. Recuerdo haber sentido que había crecido súbitamente, había dejado de ser un niño y me había vuelto un hombre adulto; sentí que había profundizado mi conocimiento de las Escrituras al haber encontrado, de una vez por todas, la clave de la verdad de Dios.

Una noche entre semana estaba sentado en la casa de Dios y no estaba muy atento al sermón del predicador, porque no creía lo que decía.

Entonces vino el pensamiento: ¿Cómo llegué a ser cristiano? Busqué al Señor. Pero ¿qué me llevó a buscar al Señor? La verdad atravesó mi mente en un segundo como un relámpago: no hubiera buscado al Señor si no hubiera habido antes una influencia en mi mente que me hubiera hecho buscarlo. Yo oré, pensé entonces. Pero luego me pregunté: ¿Qué me llevó a orar? Leer las Escrituras fue lo que me llevó a orar. ¿Qué me llevó a leer las Escrituras? Es cierto que las había leído, pero ¿qué fue lo que me llevó a leerlas?

Entonces, en un instante, pude ver que Dios estaba en el fondo de todo el asunto y que él era el Autor de mi fe, y así toda la doctrina de la gracia se abrió delante de mis ojos, y de esa doctrina no me he apartado hasta el día de hoy. Deseo que esta sea mi constante confesión: «Atribuyo mi cambio enteramente a Dios».

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Números 22 | Salmos 62–63 | Isaías 11–12 | Santiago 5

13 MAYO

Números 22 | Salmos 62–63 | Isaías 11–12 | Santiago 5

Isaías 1–12 forma la primera parte importante del libro; Isaías 11–12 la cierra con una imagen del rey ideal y de los cambios que traerá, con el Señor adorado en Sion.
Se pasa rápidamente de la destrucción de Asiria en Isaías 10 al establecimiento del reino de Dios en el capítulo 11. Ambos acontecimientos están obviamente relacionados teológicamente: ambos tienen lugar por iniciativa del Señor. Sin embargo, en la profecía de Isaías se produce un gran escorzo (acortamiento de la perspectiva de los tiempos) en el proceso histórico.
En la visión por la cual se le llamó al ministerio profético, Isaías vio una semilla brotando de un tocón, el remanente de Israel (6:13). Ahora, Asiria cae como un poderoso bosque derribado por el hacha de Dios (10:33–34) y una vara sale del tronco de Isaí (11:1), es decir, de la dinastía davídica. Si en 4:2 el renuevo se refería al remanente, o a la obra salvadora del Señor por medio de este, aquí lo hace explícitamente al Mesías. “Mesías” significa simplemente “ungido”, por lo que cada rey ungido en el linaje de David era uno de ellos en este sentido. Sin embargo, sólo el Mesías definitivo podía llenar el hueco descrito aquí. Fortalecido de forma única por el Espíritu de Dios (11:2–3a; cp. Juan 3:34), su reinado es impecablemente justo (11:3b–5), la antítesis de la corrupción existente en la nación, que ha atraído el juicio de Dios. El gobierno del Mesías será tan perfecto y absoluto que la muerte y la destrucción morirán: el escenario definitivo que presenta será ideal (11:7–9).
Los versículos 10–16, la segunda parte del capítulo 11, revelan algunos de los elementos simbólicos de los versículos precedentes. El pueblo del pacto de Dios se reúne con él (11:11–16), pero a su alrededor están las naciones que también irán en su busca (11:10). El pendón levantado sobre esta inmensa asamblea (11:10, 12) señala el reinado del Mesías, “y glorioso será el lugar donde repose” (11:10). Por un lado, el “remanente” así reunido se refiere a los supervivientes del Israel histórico (11:12), pero en el escorzo profético también son la generación del pueblo de Dios, escogido y fiel, en los últimos días.
La alabanza del capítulo 12 se dirige al “Santo de Israel”, uno de los títulos de Dios en Isaías. En el capítulo 11, el Mesías está en medio de su pueblo y es alabado. Es fácil ver que la presencia del Mesías y la de Dios son la misma cosa, así como en Isaías 9:2–7 el rey davídico es también el poderoso Dios. Aquí tenemos la consumación de la salvación: “¡Dios es mi salvación! Confiaré en él y no temeré. El Señor es mi fuerza, el Señor es mi canción; ¡él es mi salvación! Con alegría sacaréis agua de las fuentes de la salvación” (12:2–3).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 133). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Cuando el día de las madres es un día difícil

Cuando el día de las madres es un día difícil

Para algunas, el día de las madres no está lleno de flores, regalos, y felicitaciones.

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El día de las madres ya pasó en casi toda Latinoamérica, pero en mi país, República Dominicana, lo celebramos el último domingo de mayo. Aunque la mayoría de los escritos que vemos en estos días están centrados en una celebración normal del día de las madres, he querido escribir para todas aquellas que lo viven de manera diferente.

Este día no es color de rosa para todas. Para algunas, el día de las madres no está lleno de flores, regalos, y felicitaciones.

Quizás para ti es un día difícil porque perdiste a tu mamá, porque un hijo ya no está contigo o, como en mi caso, porque tu vientre nunca ha sido llenado. Todas estas situaciones tienen sus características particulares, pero todas comparten cierto dolor y malestar en una celebración como esta.

A lo largo de tantos días de las madres que no han sido tan dulces como quisiera, Dios me ha venido recordando algunas verdades que quiero compartir contigo. Oro que sirvan de aliento para tu corazón:

¡Dios es siempre bueno!

Sin importar nuestro dolor o la circunstancia en la que estemos, podemos siempre estar confiadas y proclamar que Dios es bueno, y bueno en gran manera. En medio del sufrimiento de la pérdida o del anhelo, podemos fijar nuestros ojos en un Dios cuya bondad arropa nuestras vidas de maneras que ni siquiera sabemos apreciar. El Rey David supo decir en medio de una situación profundamente difícil que:

“Los que a El miraron, fueron iluminados; Sus rostros jamás serán avergonzados. Este pobre clamó, y el Señor le oyó, Y lo salvó de todas sus angustias…Prueben y vean que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en El se refugia!”, Salmo 34:5-8.

Dios me ha enseñado que Él es bueno y que ninguna circunstancia en mi vida está fuera de su bondad.

Sus planes están llenos de su gracia y amor.

Dios orquesta nuestras vidas, ni el más mínimo detalle de alrededor nuestro está fuera de su soberanía. Eso significa que el que el día de las madres no sea como quisieras es parte del plan de Dios para tu vida, y un plan que es conforme a su gracia y amor. Dios es amor y no hay nada, absolutamente nada, que ocurra en nuestras vidas que no esté bañado por ese amor que Él es.

“El Señor es bueno para con todos, Y su compasión, sobre todas Sus obras”, Salmo 145:9.

Es cierto que habrán muchas cosas que no podremos entender, pero todo esto debe ser resuelto y envuelto en la confianza en el carácter de Dios. Spurgeon lo dijo de la siguiente manera: “Cuando no puedas rastrear su mano, siempre puedes confiar en su corazón”. Cuando no puedas ver lo que Él está haciendo, cuando no puedas ver hacia dónde se mueve su mano, confía en su corazón, confía en su carácter.

Recuérdale a tu alma que nuestras vidas están diseñadas de la mejor manera posible, por un Dios cuyo amor y gracia cubren cada detalle.

Dios entiende tu dolor.

¡Cuán hermosa es la verdad de que no tenemos un Dios que no pueda compadecerse de nosotras! El Dios que nos ha salvado es uno que entiende nuestro dolor: “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”, Hebreos 5:15.

Jesús entiende tu dolor. Aquel que fue afligido hasta la muerte ha visto cada lágrima y escuchado cada oración… Él sabe y nos llama a depositar nuestras cargas delante de Él, porque Él tiene cuidado de nosotras (1 Pe. 5:7).

Podemos gozarnos en todo lo que hemos recibido de Él.

Si a partir de hoy Dios dejara de obrar en nuestra vida, Él ya ha hecho suficiente para alabarle por siempre. Siempre tendremos razones por las cuales estar agradecidas. Su Palabra nos recuerda que nuestras vidas están llenas de sus bienes y bondades, desde la bondad más grande de nuestra salvación en Cristo hasta el tener qué comer cada día.

A lo largo de estos años, Dios me ha enseñado a mirar lo que Él me ha dado por encima de aquello que me falta, y principalmente a mirarlo a Él como el bien mayor de todos mis días. “Cantaré al Señor, Porque me ha llenado de bienes”, Salmo 13:6.

Donde no habrá más llanto

El sufrimiento produce en nosotras un deseo por ese lugar donde no habrá más llanto ni más dolor, ese lugar donde nuestro mismo Señor enjugará toda lágrima de nuestros ojos; ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni más clamor, ni más dolor. Ese lugar donde aquel que está sentado en el trono habrá hecho nuevas todas las cosas, ese lugar donde todo será perfecto y estaremos por siempre con el mayor bien de nuestras vidas, Cristo Jesús, el Rey eterno, soberano y bueno.

Esperemos con ansias ese día, pero mientras llega, que nuestras vidas glorifiquen su Nombre en medio de cada circunstancia que Él haya diseñado para nosotras.

Patricia es coordinadora de iniciativas femeninas de Coalición por el Evangelio, desde donde escribe, contacta autoras y adquiere contenidos específicos para la mujer. Sirve en el ministerio matrimonios y de mujeres y es diaconisa en la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana. Patricia es encargada administrativa del Instituto Integridad & Sabiduría, del cual es también graduada. Tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute, ama enseñar la Palabra a otras mujeres y caminar junto a ellas en discipulado. Está felizmente casada con Jairo desde el 2008 y juntos tienen dos hermosos hijos, Ezequiel e Isaac. Puedes encontrarla en Twitter.

Dios nunca nos abandona

Domingo 13 Mayo 

¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.

Isaías 49:15

Dios nunca nos abandona

Cada año en Francia se registran cientos de nacimientos con la inscripción X. Se trata de un procedimiento legal mediante el cual una mujer puede abandonar a su recién nacido sin revelar su identidad. ¡Qué acto tan desgarrador! ¡Qué angustia debe sentir una mujer para hacer algo así!

Y para el niño que acaba de nacer, ¡qué triste manera de venir a la vida! Dios lo sabe, como también conoce las consecuencias que un abandono así puede causar, y esto no lo deja indiferente. Quiere que todos sepan que él nunca abandona a sus criaturas. Él dice a cada uno: “Antes que te formase en el vientre te conocí” (Jeremías 1:5). Con este pasaje muestra claramente que ningún ser humano nace por azar.

¡Qué consuelo pensar que Dios deseó mi nacimiento, que él es el primer responsable de mi venida al mundo, que me creó porque me amaba! Y este amor no varía, no es como el de un padre o una madre que pueden llegar a abandonar o incluso a olvidar a su hijo.

“Yo nunca me olvidaré de ti”. Dios no se compromete a la ligera, pues la Biblia nos dice que él no miente (Tito 1:2). Si me siento solo en el mundo, incluso si mi identidad es incierta y esto me obsesiona, puedo contar con él. Dios me ama, me dio el derecho a ser su hijo porque creí en Jesucristo su Hijo, quien murió por mí (Juan 1:12), y esta filiación durará eternamente.

“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (Isaías 43:1). “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo” (Isaías 66:13).

Isaías 60 – Marcos 11:20-33 – Salmo 57:1-5 – Proverbios 15:13-14

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