Comprensión de nuestra meta

Comprensión de nuestra meta

5/15/2018

El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (1 Juan 2:6)

La vida cristiana es simplemente el proceso de buscar la semejanza de Cristo, descrita teológicamente como santificación. Jesús dijo: “Sígueme”, y ese mandato sencillo no ha sido sustituido ni mejorado. Seguir a Cristo implica aprender de Él para que podamos ser como Él (Lc. 6:40).

Romanos 8:29 dice que Dios nos salvó para que seamos hechos “conformes a la imagen de su Hijo”. Por lo tanto, nuestra única búsqueda es ser cada vez más semejante a Cristo.

Algunos pudieran decir que glorificar a Dios o evangelizar a los perdidos son las prioridades más importantes. Pero ser semejante a Cristo glorifica a Dios, y si somos semejantes a Cristo no podemos menos que evangelizar a los demás. Después de todo, Él vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19:10). Todo lo necesario en la vida cristiana surge de una búsqueda de la semejanza a Cristo.

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¿Qué es la mansedumbre?

MAYO, 15

¿Qué es la mansedumbre?

Devocional por John Piper

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (Mateo 5:5)

La mansedumbre empieza cuando ponemos nuestra confianza en Dios. Entonces, porque confiamos en él, le entregamos nuestros caminos y echamos sobre él nuestras ansiedades o frustraciones, nuestros planes, nuestras relaciones, nuestro trabajo y nuestra salud.

Luego esperamos con paciencia en el Señor. Confiamos en que su tiempo y su poder y su gracia obrarán de la mejor manera para su gloria y para nuestro bien.

El resultado de confiar en Dios y de echar sobre él nuestras ansiedades y de esperar con paciencia en él es que no damos lugar al enojo fácil y quejumbroso. Por el contrario, damos lugar a la ira de Dios: le entregamos a él nuestra causa y dejamos que él nos revindique si fuera su voluntad hacerlo.

Es entonces que por esta apacible confianza en él, como dice Santiago, nos volvemos prontos para oír y tardos para hablar (Santiago 1:19). Nos volvemos más razonables y abiertos a recibir correcciones.

La mansedumbre ama aprender. Además considera que los golpes que pueda recibir de parte de un amigo son invaluables. Y cuando se ve obligada a hacer una crítica a una persona envuelta en el pecado o el error, habla desde la profunda convicción de su propia falibilidad, su propia susceptibilidad al pecado y su absoluta dependencia en la gracia de Dios.

La calma, la predisposición a aprender y la vulnerabilidad propias de la mansedumbre son muy hermosas y también muy dolorosas. Van en contra de todo lo que somos según nuestra naturaleza pecaminosa. Ejercer la mansedumbre exige una ayuda sobrenatural.

Si son discípulos de Jesucristo —es decir, si confían en él y le entregan sus caminos y esperan con paciencia en él— Dios ya ha empezado a ayudarlos y los ayudará aún más.

Y la manera principal en la que los ayudará es confirmando en su corazón que son coherederos con Cristo, y que el mundo y todo lo que hay en él es su herencia.

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Números 24 | Salmos 66–67 | Isaías 14 | 1 Pedro 2

15 MAYO

Números 24 | Salmos 66–67 | Isaías 14 | 1 Pedro 2

El pequeño párrafo de 1 Pedro 2:13–17 está lleno de amonestaciones morales que se encuentran en otros pasajes del Nuevo Testamento. En la meditación de hoy, clarificaremos brevemente los puntos principales y observaremos los temas de apoyo en dicho texto.

Primero, como Pablo en Romanos 13, Pedro dice a sus lectores que se sometan a toda autoridad humana debidamente constituida y que lo hagan “por causa del Señor” (2:13–14). Implícitamente, Pedro reconoce que Dios establece tales autoridades humanas y que sus funciones correctas (o al menos una de ellas) es fomentar la justicia. Segundo, la voluntad de Dios es siempre que los cristianos hagan “callar la ignorancia de los insensatos” (2:15) haciendo el bien. Un comportamiento sellado por la cortesía, el respeto y la integridad no predica el evangelio por sí solo pero consigue oyentes para el mismo, preparándole al mismo tiempo el camino y confiriéndole autoridad. Tercero, nuestra libertad de la ley-pacto nunca debe volverse una excusa para el libertinaje: debemos vivir “como siervos de Dios” (2:16). Finalmente, siempre es bueno y correcto mostrar el debido respeto a todo el mundo. Dios nos creó a todos a su imagen. Sin embargo, el significado de “debido” puede adquirir diferentes matices en distintos niveles: “Dad a todos el debido respeto: Amad a los hermanos, temed a Dios, respetad al rey” (2:17).

Los versículos anteriores y posteriores refuerzan esta perspectiva. (a) Los cristianos son “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios”, cuya existencia tiene un propósito, declarar la alabanza de aquel que los llamó “de las tinieblas a su luz admirable” (2:9). La transformación de su conducta es el testimonio que acredita su verdadera pertenencia a Dios (2:10, 25). (b) Esto significa también que ya no pertenecemos al mundo. Aquí vivimos como “extranjeros y peregrinos” (2:11). Si no pensamos en esos términos, y estamos francamente cómodos con el mundo y sus caminos, deberíamos preguntarnos si formamos parte realmente del “pueblo que pertenece a Dios”. Esta es la suposición que Pablo hace cuando escribe: “Mantened entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque os acusen de hacer el mal, ellos observen vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios en el día de la salvación” (2:12). (c) Si cualquiera de estas cosas implica dificultades o sufrimiento, como ocurrió especialmente en el caso de los esclavos cuyos amos eran crueles e injustos, nunca podemos olvidar que seguimos a un Maestro que sufrió de la forma más injusta. No existen valores morales que hagan que suframos lo merecido. Demostramos ser seguidores de Jesucristo cuando sufrimos de forma injusta y lo soportamos fielmente. “Para esto fuisteis llamados; porque Cristo sufrió por vosotros, dándoos ejemplo, para que sigáis sus pasos” (2:21).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 135). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Dios ve todo

Martes 15 Mayo

Los ojos del Señor están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.

 Proverbios 15:3

El Señor escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos.

1 Crónicas 28:9

Dios ve todo

Los satélites actuales, con una precisión increíble, permiten localizar algo en un radio de unos metros. Todo individuo provisto de un receptor, consciente o no de ello, podría ser rastreado, y no podría ocultar que estuvo en este o aquel lugar.

¡La precisión de la mirada de Dios sobrepasa infinitamente la de los satélites! La Biblia nos dice que Dios ve a todos los hombres (Salmo 33:13). No siempre estamos orgullosos de lo que hemos hecho, pero nos tranquilizamos pensando que nadie nos vio. ¡No nos engañemos, Dios ve todo!

¿Qué sentimiento produce en mí la idea de que Dios conoce todo, el estado de mi alma, mis pensamientos, lo que albergo en lo más profundo de mi ser? ¡Que el hecho de ser conscientes de la mirada penetrante de Dios nos anime a reconocer nuestras faltas ante él! “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

El pecador tiene miedo al ojo de Dios, pero el creyente siente seguridad.

Esta vigilancia constante tiene un objetivo: asegurarle protección, apoyo, y animarle a no bajar la guardia. El cristiano conoce a Dios como su Padre y sabe que el ojo del Señor está “sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre” (Salmo 33:18-19).

Isaías 63-64 – Marcos 12:28-44 – Salmo 58:1-5 – Proverbios 15:17-18

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