Motivados por la venida de Cristo

Motivados por la venida de Cristo

5/29/2018

De donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. (Filipenses 3:20)

Esperar la venida de Cristo es el mayor recurso de motivación espiritual, responsabilidad y seguridad. Eso da una gran motivación en la búsqueda de Cristo porque usted deseará estar preparado cuando Él venga. Deseará haber sido fiel en su servicio. Usted puede hallar motivación con la esperanza de que un día Cristo lo recompense y usted oiga: “Bien, buen siervo y fiel… Entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:23).

La venida de Cristo da responsabilidad porque es cuando “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Ro. 14:12).

Y su venida lo hará sentirse seguro, sabiendo que Jesús dijo: “Esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (Jn. 6:39).

DERECHOS DE AUTOR © 2018 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros. Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org

Cuando Dios va en contra de su voluntad

MAYO, 29

Cuando Dios va en contra de su voluntad

Devocional por John Piper

Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque el Señor quería que murieran. (1 Samuel 2:25)

Este pasaje tiene tres implicaciones para nuestra vida.

1) Es posible pecar tanto y de manera tan grave que el Señor no conceda arrepentimiento.

Es por eso que Pablo dijo que después de toda nuestra súplica y enseñanza, «por si acaso Dios les da el arrepentimiento»; no dijo «y Dios les dará el arrepentimiento» (2 Timoteo 2:25). Existe un «demasiado tarde» en la vida de pecado, como nos muestra Hebreos 12:17 respecto de Esaú: «No halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas». Fue rechazado; no pudo arrepentirse.

Esto no significa que aquellos que tienen un arrepentimiento genuino, aun después de toda una vida de pecado, no puedan ser salvos. Ciertamente pueden ser salvos, ¡y lo serán! Dios es asombrosamente misericordioso. Observe al ladrón en la cruz: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43).

2) Dios podría no permitir que un pecador hiciera lo correcto.

«Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque el Señor quería que murieran». Escuchar la voz de su padre era lo correcto pero ellos no lo hicieron. ¿Por qué? «Porque el Señor quería que murieran».

La razón por la que no obedecieron a su padre era que Dios tenía otros propósitos para ellos, y los había entregado al pecado y a la muerte. Esto demuestra que en algunos casos la voluntad del decreto de Dios es distinta de la voluntad de Dios revelada en el mandamiento.

3) A veces nuestras oraciones pidiendo que se haga la voluntad revelada de Dios no hallan respuesta porque Dios ha determinado hacer algo distinto según sus santos y sabios propósitos.

Yo supongo que Elí oraba para que sus hijos cambiaran. Es así como él habrá orado. Pero Dios había determinado que Ofni y Finees no obedecieran, sino que murieran.

Cuando algo así sucede (lo cual generalmente no podemos saber de antemano) mientras estamos clamando a Dios por un cambio, la respuesta de Dios no es: «No te amo». Más bien, su respuesta es: «Tengo planes santos y sabios que implican no vencer este pecado ni conceder arrepentimiento. No puedes ver estos propósitos ahora, pero confía en mí. Sé lo que estoy haciendo. Te amo».

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

Deuteronomio 2 | Salmos 83–84 | Isaías 30 | Judas

29 MAYO

Deuteronomio 2 | Salmos 83–84 | Isaías 30 | Judas

Isaías 30–31 constituyen una severa denuncia de todos los que buscan una alianza con Egipto. Ambos capítulos comienzan con una tremenda oposición a esta alianza (30:1–5; 31:1–3). Sin embargo, Isaías 30 concluye hablando de la gracia de Dios, mientras que Isaías 31 lo hace con un poderoso llamamiento al arrepentimiento. Existen sorprendentes paralelismos entre el capítulo 30 y la segunda lectura destacada de hoy, Judas.

La primera mitad de Isaías 30 denuncia a los líderes de Judá que buscan desesperadamente la ayuda de Egipto. Sus enviados ya han llegado a ciudades del delta del Nilo (30:4). Asnos y camellos cargados de riquezas cruzan el Neguev hacia el sur para comprar el apoyo de Egipto. Desde la perspectiva de Dios, esto demuestra que son infieles al pacto. Son “hijos rebeldes”, “hijos engañosos” (30:1, 9), en lugar de ser los hijos fieles que él esperaba (Éxodo 4:22–23). Son más parecidos al “hijo rebelde” de Deuteronomio 21:18–21, totalmente incapaces de entender las enseñanzas y finalmente condenados por una razón descorazonadora: no quieren escuchar la revelación, bien las estipulaciones del antiguo pacto que prohibía cualquier retorno a Egipto (Éxodo. 13:17; Deuteronomio 17:16), bien las visiones de sus profetas y videntes contemporáneos (30:10). Su criterio para aceptar un sermón es dolorosamente simple: “Decidnos cosas agradables, profetizad ilusiones. ¡Apartaos del camino, retiraos de la senda, y dejad de enfrentarnos con el Santo de Israel!” (30:10–11). Estas palabras recuerdan terriblemente la búsqueda de la “espiritualidad” que se da en la actualidad, dentro y fuera de la iglesia, el “cristianismo terapéutico”, el cristianismo ecuménico y el evangelio de la prosperidad. Existen enormes diferencias entre estos movimientos, por supuesto, pero lo que falta en todos ellos es el impactante asunto del juicio inminente allá donde no hay una sumisión incondicional a la revelación por gracia de Dios.

Nuestra esperanza es la gracia del Señor (30:17–33). Él anhela ser misericordioso con su pueblo (30:18), como su Maestro (30:18–22), como quien sana a su tierra (30:23–26) o como el Guerrero que los defiende (30:27–33). Aquí tenemos las alternativas fundamentales: la gracia (30:18) o Tofet (30:33), la pira que anuncia al propio infierno. Judas comprende esta idea. En su época, los falsos maestros que llevaban al pueblo por el mal camino son “impíos” que sufrirán “el castigo de un fuego eterno” (Judas 4, 7). Como contraste: “¡Al único Dios, nuestro Salvador, que puede guardaros para que no caigáis, y presentaros sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia, sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de los siglos, ahora y para siempre! (24–25).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 149). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Lo que aprendemos en el hospital

Martes 29 Mayo

Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido.

Salmo 63:6-8

El Señor lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad.

Salmo 41:3

Lo que aprendemos en el hospital

«Cuando estamos acostados boca arriba, los ojos miran hacia arriba», explicaba un cristiano enfermo a un amigo que lo visitaba. «¿Sabe por qué el Señor me acostó en esta cama de hospital? Para obligarme a mirar hacia él. ¿Y esta perfusión, que me une a un sistema de botellas? Es mi cadena, ella me recuerda que debo depender de mi Señor. Yo había hecho mi programa; mi agenda estaba llena de citas, pero tuve que anularlas y hacerme la pregunta: ¿Había pedido la opinión del Señor antes de hacer mis proyectos?

Yo que soy una persona activa, que siempre tengo prisa, ¡estoy como atrapado! Mire esta habitación. Descubrí que no es una cárcel, sino más bien un lugar de encuentros: encuentro con ese enfermo que ayer me vio leer mi Biblia y me hizo preguntas; con el personal, desde el médico hasta el vigilante… ¡Es todo un mundo que ignoraba, y cuya dedicación, amabilidad y obligaciones estoy descubriendo, así como el consuelo que me traen todos los que vienen a visitarme! También deseo que cada uno de los que vienen pueda llevar algo, es decir, la imagen de alguien que pudo beneficiarse un poco de las lecciones del Señor: paciencia, olvido de sí mismo, confianza en Dios… En otras palabras, esta habitación es un lugar de encuentro con el Maestro mismo. Nunca tuve tanto tiempo para leer la Biblia, orar y meditar. ¡Gracias, Señor, por esta experiencia!».

Levítico 10 – Romanos 7 – Salmo 65:5-8 – Proverbios 16:11-12

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch