Una venida poderosa

Una venida poderosa

5/31/2018

[Cristo] transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (Filipenses 3:21)

El versículo de hoy nos asegura que Jesucristo tiene el poder para hacer las cosas asombrosas que nos ha prometido. Aunque no puede someter a todo el universo a su control soberano, sin duda tiene el poder suficiente para resucitar nuestro cuerpo y hacernos semejantes a Él. Dios tiene el poder de crear providencialmente leyes naturales y milagrosamente anularlas. Tiene el poder de dar vida y de quitarla. El apóstol Pablo dijo: “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Co. 15:24-25).

El mismo poder que retomará todo el universo caído y lo devolverá a Dios es el que hace posible que seamos semejantes a Cristo. ¿En dónde se está concentrando? Espero que sea en el cielo y que no se distraiga.

La ganancia de servir a Dios

MAYO, 31

La ganancia de servir a Dios

Devocional por John Piper

Pero serán sus siervos para que aprendan la diferencia entre servirme a mí y servir a los reinos de los países. (2 Crónicas 12:8)

Servir a Dios es totalmente diferente que servir a cualquier otra persona.

Dios es extremadamente celoso de que entendamos esto —y que lo disfrutemos—. Por ejemplo, nos manda: «Servid al Señor con alegría» (Salmos 100:2). Hay una razón para sentir esta alegría, y se encuentra en Hechos 17:25: « [Dios] no es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas».

Lo servimos con alegría porque no cargamos con la responsabilidad de suplir sus necesidades. Al contrario, nos regocijamos en un servicio en el que él suple nuestras necesidades. Servir a Dios siempre significa recibir gracia de Dios.

Para mostrar cuán celoso es Dios de que comprendamos esto y nos gloriemos en ello, observemos la historia en 2 Crónicas 12. Roboam, el hijo de Salomón, quien gobernó el reino del sur luego de la rebelión de las diez tribus, «abandonó la ley del Señor» (12:1). Escogió no servir al Señor y servir a otros dioses y otros reinos. El castigo de Dios fue enviar a Sisac, el rey de Egipto, a subir contra Roboam con mil doscientos carros y sesenta mil hombres a caballo (12:3).

En su misericordia, Dios envió al profeta Semaías a darle a Roboam el siguiente mensaje: «Así dice el Señor: “Vosotros me habéis abandonado, por eso también yo os abandono en manos de Sisac”» (12:5). El feliz resultado de tal mensaje fue que Roboam y sus príncipes se humillaron arrepentidos y dijeron: «Justo es el Señor» (12:6).

Cuando el Señor vio que se habían humillado, dijo: «Se han humillado; no los destruiré, sino que les concederé cierta libertad y mi furor no se derramará sobre Jerusalén por medio de Sisac» (12:7). Pero la disciplina fue: «Pero serán sus siervos para que aprendan la diferencia entre servirme a mí y servir a los reinos de los países» (12:8).

El punto es claro: servir a Dios es un regalo y una bendición y una fuente de gozo y un beneficio.

Por eso digo con tanto celo que la alabanza del domingo por la mañana y la alabanza de la obediencia cotidiana no son en el fondo un servicio gravoso a Dios sino un recibir con gozo de parte de Dios.

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Deuteronomio 4 | Salmo 86–87 | Isaías 32 | Apocalipsis 2

31 MAYO

Deuteronomio 4 | Salmo 86–87 | Isaías 32 | Apocalipsis 2

Si Isaías 30–31 exponen el problema y los peligros de confiar en Egipto, los capítulos 32 y 33 muestran la alternativa: un buen gobierno liderado por un Rey justo. Aunque el profeta espera que ese dirigente sólo aparecerá en el futuro (p. ej., 32:1, 15–16; 33:5–6, 17–22), su postura no es totalmente escatológica: está ocupándose de la crisis de su propia época, un tiempo de complacencia (32:9–11), en el que los diplomáticos han fracasado y los líderes están desesperados (33:7–8); un día en el que los arrogantes asirios, pueblo “de idioma confuso” (33:19), siguen en la tierra. Históricamente, el profeta puede estar haciendo referencia al intento fútil del rey Ezequías de comprar a Senaquerib con un extraordinario tributo (2 Reyes 18:13–16). Sin embargo, este no se apacigua. Sus enviados exigen “con su lengua extraña e incomprensible” (33:19) que Ezequías abra las puertas de Jerusalén. El asedio comienza cuando este se niega a hacerlo. El pueblo de Jerusalén puede ver ahora las consecuencias de un gobierno que sólo presta atención a la vacía futilidad de la simple sabiduría humana. Isaías ofrece la única alternativa: el reinado de Dios. Felizmente, Ezequías decide escogerla en el último momento (2 Reyes 19:14–19). Sin embargo, lo que Isaías busca es el tiempo en que tanto los pueblos como los gobernantes acepten totalmente ese reinado del Todopoderoso.

Así pues, Isaías 32 inicia esta visión mostrando cómo es este gobierno divino y lo que producirá (32:1–8). La identidad de este monarca que reina en justicia (32:1) no queda tan clara como en 11:1–9 (donde es el Mesías) o en 33:22 (donde es el Señor). Desde la perspectiva del cristiano, no existe controversia en estas afirmaciones duales: el Rey supremo es al mismo tiempo el Ungido del linaje de David y el Dios viviente (como en Isaías 9 y Ezequiel 34). Aquí (Isaías 32), el centro de atención no se encuentra tanto en la identidad del rey como en su pasión por la justicia. La transformación de la realeza es tan profunda que “no se nublarán los ojos de los que ven; prestarán atención los oídos de los que oyen” (32:3), lo contrario de 6:9–10.

No obstante, en esta coyuntura, no hay forma de alcanzar semejante gloria si no es por medio del juicio. Tan sólo pasará un año antes de que la cosecha sea completamente destruida (32:10), probablemente cuando Senaquerib avanza con su poderoso ejército después de que el espectacular tributo no consiga apaciguarlo. Peor aún, la propia ciudad será destruida (32:14), un acontecimiento para el que todavía falta un siglo. Sin embargo, sobre todas estas cosas está el derramamiento del Espíritu (32:15–20), obra de Dios, que transformará a su pueblo y se producirá en Pentecostés, siguiendo los pasos de la resurrección y exaltación de Jesús el Mesías (Hechos 2:16–18), y consumado a su regreso (Apocalipsis 11:15–17).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 151). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La gracia nos enseña

Jueves 31 Mayo

La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.

Tito 2:11-12

La gracia nos enseña (2)

Ayer vimos cómo la gracia de Dios se manifestó y nos trajo la salvación y la liberación.

¡Pero todavía hace más! Ella enseña e instruye a todos los que han aceptado la salvación ofrecida. La gracia, que me sacó de la miseria del pecado, ahora se manifiesta en mi vida diaria. Me hace percibir el amor de Dios. Me muestra quién es Dios y qué espera de mí, mucho mejor de lo que lo hacía la ley del Antiguo Testamento. Me produce el deseo de agradar a Dios.

Renunciar a la impiedad y a las codicias mundanas significa echar de mi vida todo lo que desagrada a Dios, y que antes yo aceptaba.

Ser impío es actuar como si Dios no existiese. Es ser independiente con respecto a Dios y a su voluntad. Todo lo que hago sin tener en cuenta a Dios es, en el fondo, impiedad.

Los deseos mundanos abarcan todo lo que el mundo puede ofrecer para seducirnos. ¡Qué variadas son sus propuestas, y con qué facilidad podríamos dejarnos tentar!

El camino que la gracia abre para el creyente es el que Jesús trazó. Seamos sobrios en nuestra vida personal, rectos en nuestros contactos con los demás. Vivir piadosamente es mantener una buena relación con Dios, en el amor, la deferencia, la obediencia, el temor a desagradarle; no con miedo, sino con el respeto que un hijo debe tener ante su Padre que le ama, quien también es el Dios Salvador.

“La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:8).

Levítico 11:29-12:8 – Romanos 8:18-27 – Salmo 66:1-7 – Proverbios 16:15-16

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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