Ser autodisciplinado

Ser autodisciplinado

7/3/2018

Para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí. (Colosenses 1:29)

Como cristiano, aprenda a cultivar la autodisciplina. He aquí algunas maneras prácticas de alcanzar ese objetivo:

Comience por lo más sencillo. En su hogar, por ejemplo, comience por el gobierno de la casa en el dor­mitorio principal. Cuando se establezca esa disciplina, extiéndala al resto del hogar.

Sea puntual. Haga un hábito el estar a tiempo.

Resuelva primero las tareas difíciles. Si hace primero los trabajos más difíciles, no quedarán a medias.

Sea organizado. En vez de reaccionar ante las circunstancias, tenga un plan para el día y para la semana.

Agradezca la crítica. No esquive la crítica constructiva; acéptela como un medio de autosuperación.

Practique el renunciar. Esto puede comenzar de una manera sencilla: sustituya las comidas rápidas dañinas con una merienda saludable. La disciplina en el ámbito de lo físico se traslada al reino de lo espiritual.

Acepte responsabilidades. Recibir con beneplácito una nueva oportunidad lo obliga a ser organizado.

Estas cosas pudieran parecer insignificantes, pero pueden ser una buena práctica para llegar a ser un mejor siervo de Cristo.

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Buenas noticias: Dios es feliz

JULIO, 03

Buenas noticias: Dios es feliz

Devocional por John Piper

El glorioso evangelio del Dios bendito... ?(1 Timoteo 1:11)

Esta es una hermosa frase de 1 Timoteo que está enterrada bajo la superficie de las palabras de la Biblia con las que estamos familiarizados. Pero cuando la desenterramos, suena más bien así: «las buenas nuevas de la gloria del Dios feliz».

Una gran parte de la gloria de Dios es su felicidad.

Para el apóstol Pablo, era inconcebible que a Dios se le negara el gozo infinito y que aun así fuera totalmente glorioso. Ser infinitamente glorioso significaba ser infinitamente feliz. Él uso la frase «la gloria del Dios feliz» porque es algo glorioso que Dios sea tan feliz como él es.

La gloria de Dios consiste en gran manera en el hecho de que él es más feliz de lo que podamos imaginar jamás. Como dijo el gran predicador del siglo XVIII, Jonathan Edwards: «Parte de la plenitud que Dios comunica es su felicidad. Esta felicidad consiste en disfrutar y regocijarse en sí mismo; en esto también consiste la felicidad de la criatura».

Y ese es el evangelio: «el evangelio de la gloria del Dios feliz». Que Dios sea gloriosamente feliz es una buena noticia. Nadie querría pasar la eternidad con un Dios infeliz.

Si Dios no fuera feliz, la meta del evangelio no sería un objetivo feliz, y esto significa que, al fin y al cabo, no sería evangelio. Pero Jesús nos invita a pasar la eternidad con un Dios feliz cuando nos dice: «entra en el gozo de tu señor» (Mateo 25:23).

Jesús vivió y murió para que su gozo —el gozo de Dios— esté en nosotros y nuestro gozo sea completo (Juan 15:1117:13). Por lo tanto, el evangelio es «el evangelio de la gloria del Dios feliz».

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Josué 5 | Salmos 132–134 | Isaías 65 | Mateo 13

3 JULIO

Josué 5 | Salmos 132–134 | Isaías 65 | Mateo 13

Isaías ha orado: “¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras!” (64:1). Ahora (Isaías 65), Dios responde con dos perspectivas complementarias.

En primer lugar, el Señor dice que no es tan distante como Isaías cree. A lo largo de la convulsa historia de Israel, él se reveló a las personas una y otra vez (65:1). Siguió haciéndolo, por medio de una larga serie de profetas, a personas que no preguntaron por él, a aquellos que no lo buscaban, a una nación que no clamaba a su nombre. No paraba de decir: “¡Aquí estoy!” (65:1), pero ellos demostraron ser un pueblo obstinado, que andaba “por mal camino, siguiendo sus propias ideas” (65:2). No hay duda de que el profeta quiere que Dios esté cerca, pero ellos, con su rebelión persistente en todos los ámbitos, están diciendo realmente: “¡Mantente alejado! ¡No te acerques a mí! ¡Soy demasiado sagrado para ti!” (65:5). Esta costumbre de pensar que se es mejor que Dios sigue vigente actualmente. Estamos tan interesados en la “espiritualidad” y tan comprometidos con exonerarnos en todo, que no podemos permitirnos someternos a lo que Dios dice, pues lo consideramos poco razonable; somos más sabios y mejores que él, más sagrados. Esto es lo que hay detrás de este juicio (65:6–7).

En segundo lugar, a pesar de la amenaza de juicio, Dios tiene un plan totalmente distinto para el remanente escogido que busca su rostro en contrición y fe. Él les promete mucho más que una Sion terrenal más segura. Tiene preparado para ellos nada menos que “un cielo nuevo y una tierra nueva” (65:17). Eso es lo que significa “Jerusalén” en definitiva (65:18–19); como en Apocalipsis 21, Jerusalén no es tanto un elemento fundamental en los nuevos cielos y la nueva tierra, como otra manera de conceptualizar la misma realidad. La visión es espectacular (65:17–25), semejante a lo que se predijo anteriormente (2:2–5; 11:1–16). Sin embargo, no es para todo el mundo sin excepción. Este capítulo distingue de forma muy clara entre, por un lado, los escogidos de Dios (65:22), el pueblo bendito del Señor (65:23), aquellos que lo buscan (65:10), sus siervos (65:9), y, por el otro, los descritos en los siete primeros versículos, que se distraen con nociones de magia, que juegan con sus dioses de la Fortuna y el Destino (65:11). La cuestión principal es que no contestaron cuando Dios preguntó, no escucharon cuando él habló. “Hicisteis lo malo ante mis ojos y optasteis por lo que no me agrada” (65:12). Esta distinción aparece muy claramente en 65:13–16. “Mis siervos”, dice Dios, experimentarán bendiciones inimaginables, pero el “vosotros” a quien se dirige se enfrentará a un abandono y una reprobación totales.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 184). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Un descuido grave

Martes 3 Julio

¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron.

Hebreos 2:3

Un descuido grave

Tendemos a considerar los descuidos como faltas poco graves, pero todo depende de las consecuencias que resultan de estos. A menudo el descuido del conductor que no respeta una señal de tránsito pasará desapercibido, pero será sancionado si hay un accidente, o incluso si la policía lo ve.

El versículo citado hoy se refiere a los que descuidan “una salvación tan grande”. Quizá nunca se hayan burlado de Dios, no han vivido de forma deliberada en oposición a su voluntad, pero hay algo, quizás una cosa insignificante, que hace que dejen para más tarde el momento de ponerse en relación con él. Para establecer esta relación es preciso aceptar el perdón que Jesús, su Hijo, obtuvo para nosotros dando su vida en la cruz. ¡No aplacemos la decisión de aceptar esta salvación tan grande! ¡Es grande porque es un regalo de Dios; puede salvar al más culpable entre nosotros! Él ofrece la vida eterna; no pide nada al pecador, excepto la fe. ¡La salvación es grande sobre todo porque su autor es el Hijo de Dios! “Aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, (Jesús) vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9).

Si usted es de los que descuidan la salvación, ¡reflexione bien en las consecuencias que puede tener! ¡Son mucho más graves que un problema económico, de salud o de la pérdida de un ser querido! ¡Lo que está en juego es su futuro eterno! Por favor, ¡no deje para más tarde su decisión!

Números 14:20-45 – 1 Juan 4 – Salmo 78:40-55 – Proverbios 18:16-17

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