Dos religiones

Dos religiones

8/2/2018

¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? (1 Reyes 18:21)

La humanidad siempre ha tenido dos sistemas religiosos a su disposición. Uno es de Dios y se basa en su obra misericordiosa. El otro es de la humanidad y se basa en las obras de hombres y mujeres. Uno es únicamente de gracia soberana y se acepta por fe. El otro es únicamente de obras humanas y se efectúa en la carne. Uno brota de un corazón sincero, el otro de la hipocresía exterior.

Aun la ley de Moisés, aunque de Dios, no era un medio de salvación. Era un medio de mostrarles a las personas su necesidad de salvación. “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro. 3:20). Cuando Jesucristo vino, nos enseñó que no podemos por nosotros mismos cumplir esa perfecta ley. Él puso en claro que debemos escoger la religión de la gracia y de la fe y no la religión de la ley y de las obras.

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No más temor a la muerte

AGOSTO, 02

No más temor a la muerte

Devocional por John Piper

Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, Él igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida. (Hebreos 2:14-15)

¿Cómo nos libera Cristo del temor a la muerte y nos hace libres para vivir totalmente rendidos en un amor capaz de decir, «nos pueden despojar de bienes, nombre, hogar; el cuerpo destruir»?

Por cuanto los hijos participan de carne y sangre…

El término «hijos» se toma del versículo anterior y se refiere a la descendencia espiritual de Cristo, el Mesías. Estos también son los «hijos de Dios». En otras palabras, al enviar a Cristo, Dios tiene especialmente en vista la salvación de sus «hijos».

Él igualmente participó también de lo mismo [carne y sangre]…

El Hijo de Dios, quien existió antes de la encarnación como el Verbo eterno (Juan 1:1), se hizo carne y sangre, y vistió su deidad con humanidad. Se hizo completamente hombre y permaneció completamente como Dios.

Para… mediante la muerte…

La razón por la que Cristo se hizo humano fue para morir. Dios no podía morir por los pecadores antes ser encarnado; pero unido a carne y sangre podía hacerlo. Su objetivo era morir. Por lo tanto, tenía que nacer como humano.

Para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo…

Al morir, Cristo le quita el poder al diablo. ¿Cómo lo hizo? Cubriendo todo nuestro pecado (Hebreos 10:12). Esto quiere decir que Satanás ya no tiene fundamentos legítimos para acusarnos delante de Dios. «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Romanos 8:33). ¿En base a qué nos justifica? A través de la sangre de Cristo (Hebreos 9:14Romanos 5:9).

El arma más eficaz de Satanás contra nosotros es nuestro propio pecado. Si la muerte de Jesús lo suprime, el arma principal del diablo ha sido arrebatada de la mano. Él ha quedado sin poder alguno en ese sentido.

Y librar a los que por el temor a la muerte estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida.

Por los tanto, somos libres del temor de la muerte. Dios nos justificó. Tenemos por delante todo un futuro de gracia. Satanás no puede anular ese decreto. Y Dios desea que nuestra seguridad final tenga un efecto inmediato en nuestra vida. Él anhela que el final feliz acabe con la esclavitud y el temor del presente.

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Jueces 16 | Hechos 20 | Jeremías 29 | Marcos 15

2 AGOSTO

Jueces 16 | Hechos 20 | Jeremías 29 | Marcos 15

Más de tres mil personas fueron deportadas a Babilonia (incluyendo al rey Jeconías) en 597 a.C. (Jeremías 52:28). Sin duda, muchos de ellos esperaban ansiosos un rápido retorno a Jerusalén. Sus anhelos los convertían en presa fácil para los “profetas” que mantenían vivas sus esperanzas prometiéndoles el tipo de cosas que ellos querían escuchar. El profeta Ezequiel, exiliado también, denunció repetidamente a estos farsantes (como veremos en las meditaciones de septiembre). De vuelta en Jerusalén, Jeremías supo estos acontecimientos y decidió escribir una carta (Jeremías 29), que se entregó debidamente en mano (29:1–3).

Esta carta comienza con una exhortación a estabilizarse, a buscar el bien de la ciudad donde los exiliados se encuentren (el asentamiento más grande estaba situado cerca de Nippur y del canal de Kebar). “Pedid al SEÑOR por ella, porque vuestro bienestar depende del bienestar de la ciudad” (29:7). Estas palabras van unidas a una advertencia: que no se dejen engañar por los falsos profetas. Jeremías expone el destino de tres grupos:

(1) Los que ya se encuentran en el cautiverio (29:10–14). Dios planea restaurarlos a Jerusalén después de los setenta años de auge babilónico, un hecho vinculado a una transformación del corazón: “Entonces me invocaréis, y vendréis a suplicarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón. Me dejaré encontrar… y os haré volver del cautiverio” (29:12–14).

(2) Los que aún se encontraban en Jerusalén (29:15–19). Lejos de ser un medio de salvación para los exiliados, Dios los castigará. Son los “higos podridos” (29:17; cp. cap. 24). Los que no mueran se dispersarán en el exilio (29:18). Estar cerca del templo no les sirve de protección. A pesar de su ubicación y sus rituales religiosos, Dios los destruirá: “Porque no habéis escuchado las palabras que, una y otra vez, os envié por medio de mis siervos los profetas” (29:19), una advertencia también para los destinatarios de la carta.

(3) Los falsos profetas en Babilonia (29:20–23). Se nombra específicamente a dos de ellos: Acab hijo de Colaías y Sedequías hijo de Maseías. Solo conocemos de ellos lo que leemos aquí. No deben confundirse con otros Acabs o Sedequías de las Escrituras. Como es habitual, su mensaje falso iba de la mano con la inmoralidad en su vida. No obstante, Dios sabe; él siempre sabe (29:23).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 214). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Oíd, y vivirá vuestra alma.

Jueves 2 Agosto

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos.

Eclesiastés 12:1

Oíd, y vivirá vuestra alma.

Isaías 55:3

Justo a tiempo

La isla de Noirmoutier, situada en la costa atlántica francesa, está unida al continente por una carretera de cinco kilómetros que solo puede ser transitada cuando la marea está baja, es decir, durante cuatro horas. Hay paneles que indican cuándo se puede pasar.

Felipe y sus padres habían pasado un hermoso día en la isla, y ya era hora de regresar. No eran los únicos viajeros en esa vía, de manera que la hilera de vehículos iba creciendo. Felipe todavía no había visto que la marea empezase a subir, pero sabía que su padre había leído bien las informaciones y las tendría en cuenta. Cuando llegaron a tierra firme, miraron hacia atrás y vieron cómo el agua subía rápidamente. En ese momento un automóvil trató de pasar a toda velocidad. La carretera ya estaba casi inundada. Pronto el motor se detuvo y el vehículo se atascó. Sus dos ocupantes salieron precipitadamente para alcanzar refugio en el vado. Un barco ya estaba en marcha para salvarlos. El irresponsable conductor tendría que esperar la próxima marea baja para mandar remolcar su automóvil.

–Papá, ¿la gente no sabe leer?, preguntó Felipe.

–¡Claro que sí! Pero no creen lo que está escrito, o piensan que todavía tienen tiempo.

Muchas personas actúan de la misma manera con las advertencias de la Biblia. Las leen y olvidan lo que leyeron: después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27). Tardan en escuchar a Dios, quien nos dice: “He aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).

Jeremías 6 – Lucas 13:1-17 – Salmo 89:46-52 – Proverbios 20:20-21

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