El camino angosto

El camino angosto

8/10/2018

Angosto el camino que lleva a la vida. (Mateo 7:14)

La puerta estrecha de la salvación lleva al camino angosto de la vida recta. Por el contrario, la puerta ancha de la condenación lleva al camino espacioso de la vida descuidada y perversa.

Hubo una vez un hombre que escogió el islam en lugar del cristianismo porque para él el Islam “es una senda noble y espaciosa. Hay lugar en ella para un hombre y sus pecados. El camino de Cristo es demasiado angosto”.

Lamentablemente, en la actualidad hay muchos que se dicen cristianos que no ven el asunto con tanta claridad como ese musulmán. No entienden ni aceptan la definición de Jesús del camino angosto como la senda exigente y difícil. Es la vida de sacrificio y de esfuerzo intenso. Si está llevando esa vida, peleará “la buena batalla de la fe, [echará] mano de la vida eterna, a la cual asimismo [fue] llamado” (1 Ti. 6:12).

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Ten piedad de mí, oh Dios

AGOSTO, 10

Ten piedad de mí, oh Dios

Devocional por John Piper

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones. (Salmos 51:1)

Lo dice tres veces: «Ten piedad», «conforme a tu misericordia», y «conforme a lo inmenso de tu compasión».

Eso es lo que Dios había prometido en Éxodo 34:6-7:

El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable.

David sabía que había culpables que no serían perdonados. Y que había culpables que, por alguna misteriosa obra de redención, no serían contados entre los culpables, sino que serían perdonados. El Salmo 51 es su manera de aferrarse a ese misterio de misericordia.

Nosotros sabemos más que David acerca del misterio de la redención: conocemos a Cristo. Pero nos asimos de la misericordia de la misma manera que él.

Lo primero que David hace es volverse rendido hacia la misericordia y el amor de Dios. Hoy en día, esto significa volverse a Cristo en esa misma condición.


Devocional tomado del sermón “Al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás”

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Rut 3–4 | Hechos 28 | Jeremías 38 | Salmos 11–12

10 AGOSTO

Rut 3–4 | Hechos 28 | Jeremías 38 | Salmos 11–12

No es fácil ver la relación entre los acontecimientos de Jeremías 38 y los de 37:11–21. Algunos creen que son dos episodios totalmente diferentes de la vida del profeta; otros creen que el capítulo 38 es una ampliación del anterior. Sea cual sea la realidad, el diálogo final entre Jeremías y el rey Sedequías al final del capítulo exige una reflexión seria.

Los acontecimientos en sí son fácilmente comprensibles. El profeta ha estado predicando durante décadas la inminente destrucción de Jerusalén. En su mayoría, el pueblo lo ha ignorado o se ha burlado de él. Con las tropas de Nabucodonosor alrededor de los muros, sin embargo, la credibilidad de Jeremías se encuentra, sin duda, en su punto más alto. Así pues, cuando comunica de parte del Señor que quien permanezca en la ciudad morirá por la espada, el hambre o la peste, mientras que los que se rindan sobrevivirán (38:2), es mucho más probable que lo crean ahora que hace cinco años. Sin embargo, los oficiales de la ciudad no consideran que esas palabras provengan del Señor y las entienden como una traición, con el efecto pernicioso de socavar la confianza de las tropas restantes.

El castigo al que se enfrenta el profeta es desagradable. En esa época, la mayor parte de las casas tenían cisternas, a menudo con forma de garrafa, para almacenar agua potable. La que se utiliza para recluir a Jeremías no tenía uso, pero había una gruesa capa de barro en su fondo. Abandonado en ella durante un largo tiempo, probablemente sin comida ni agua, el profeta moriría.

Lo que salva a Jeremías, humanamente hablando, es que el rey Sedequías sigue buscando su consejo. El profeta no tiene miedo alguno. Aunque no sea políticamente correcto, dice al rey que debería obedecer al Señor y someterse a los babilonios: la alternativa es ir directos al desastre (38:20–21). Para Sedequías, eso quizás sería difícil de creer por razones históricas: en los asedios de la antigüedad, los que resistían tanto como lo hizo Jerusalén eran ejecutados aunque se rindiesen. Además, existía otra razón por la que le resultaba difícil creer las palabras del profeta: seguía dependiendo en gran manera de sus “amigos”, que, según el profeta, serían motivo de escarnio un día como aliados inútiles que llevaron al rey al fango (38:22).

La yuxtaposición de los capítulos 37 y 38 (la meditación de ayer y la de hoy) no es accidental. El liderazgo del pueblo de Dios puede ser desastroso, con unos subordinados que son mejores pero muy débiles o miedosos para llevar a cabo ese cambio tan desesperadamente necesario (Jeremías 37). Otra opción es que sea débil o corrupto a través de su jerarquía, con el máximo mandatario demasiado indeciso o sin fuerza para limpiar su gobierno. Lo más triste de todo es que existan instituciones cristianas en las que la debilidad o la corrupción prevalezcan en todos los niveles.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 222). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Un sentido para mi vida

Viernes 10 Agosto

Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

1 Corintios 9:25

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo.

2 Timoteo 4:7-8

Un sentido para mi vida

Una atleta, que había recibido la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres, declaró a un periodista: «El taekwondo (o kárate coreano) dio un sentido a mi vida… Fuimos a la Guayana Francesa para entrenarnos en la jungla como un comando. Lo dejé todo para alcanzar mi sueño». ¡Qué valentía y energía para alcanzar sus metas! Pero, ¿cuánto tiempo va a durar esta satisfacción de haber logrado su objetivo? Tanto las coronas de laureles que recibían los atletas de la Antigua Grecia como las medallas olímpicas solo brindan una felicidad pasajera.

¿Existe una recompensa de la que podemos disfrutar eternamente? El apóstol Pablo nos revela que existen coronas incorruptibles, es decir, las que Jesús concederá a aquellos que lo hayan honrado. Pablo lo había recibido como Salvador personal (1 Timoteo 1:15), y le había dedicado toda su vida. Mientras algunos dicen: «Mi vida es el deporte; mi vida es la montaña o incluso, mi vida es el trabajo», Pablo decía a los Filipenses: “Para mí el vivir es Cristo” (cap. 1:21). Al rechazar sus pretensiones y su propia justicia, que a sus ojos eran basura, había ganado a Cristo y así podía ser revestido de “la justicia que es por la fe de Cristo” (cap. 3:9). Al igual que un atleta, proseguía “a la meta, al premio del supremo llamamiento” (cap. 3:14). Consagró a Cristo toda su vida y energía con la perspectiva de estar con él para siempre.

Jeremías 14 – Lucas 19:1-27 – Salmo 92:5-9 – Proverbios 21:5-6

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