Falsa seguridad

Falsa seguridad

8/22/2018

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 7:21)

El Nuevo Testamento presenta normas elevadas para distinguir la verdadera vida cristiana, y también da muchas advertencias para evitar el engaño de sí mismo respecto a la salvación (vea Mt. 25).

Una de las causas del engaño de sí mismo es una interpretación errónea de la doctrina de la seguridad. Muchos son engañados por testigos cristianos bienintencionados que les dicen que para ser salvos sencillamente tienen que tomar una decisión por Cristo y después, basándose en esa oración de decisión, nunca volver a dudar de su salvación.

Lamentablemente, tales evangelistas están tratando de garantizar la salvación de alguien sin la obra convincente del Espíritu Santo y la futura evidencia de los frutos espirituales acompañados de la obediencia a la Palabra (Jn. 8:31).

Solo Dios puede dar a una persona la verdadera promesa de la salvación, por el Espíritu obrando mediante su Palabra (vea Ro. 8:14-16).

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Complacido en alabar

AGOSTO, 22

Complacido en alabar

Devocional por John Piper

Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben. (Salmos 67:35)

¿Por qué demanda Dios que lo alabemos?

C. S. Lewis dice:

Así como los hombres alaban espontáneamente lo que sea que valoren, también espontáneamente nos instan a unirnos a ellos en la alabanza del objeto de su adoración: “¿No es encantadora? ¿No fue glorioso? ¿No cree que eso fue magnífico?”

Cuando los salmistas nos dicen que alabemos a Dios, lo que están haciendo es lo que todos los hombres hacen cuando hablan de aquello que les interesa. La única dificultad, y más general, que yo tenía respecto de la adoración a Dios dependía de que me negaba de un modo absurdo, en relación al Tesoro supremo, a hacer lo que todos nos deleitamos en hacer, lo que en verdad no podemos evitar hacer, con todas las demás cosas que valoramos.

Creo que nos gozamos al alabar aquello que disfrutamos porque la alabanza no es una mera expresión de ese disfrute, sino que lo completa: es su consumación establecida. No es tan solo con la intención de hacerse cumplidos que los amantes se dicen una y otra vez cuán bellos son; el deleite es incompleto hasta que se expresa.

¡Esa es la solución! Alabamos aquello en lo que nos deleitamos porque nuestro deleite queda incompleto hasta que se ve expresado en la alabanza. Si no se nos permite hablar de aquello que valoramos, celebrar aquello que amamos, y adorar aquello que admiramos, nuestro gozo no puede ser completo.

Por lo tanto, si el amor de Dios hacia nosotros es suficiente para completar nuestro gozo, él no solo debe darse a sí mismo, también debe ganarse la alabanza de nuestros corazones: no porque necesite reforzar alguna debilidad suya o compensar alguna deficiencia, sino porque nos ama y busca la plenitud de nuestro gozo —que solo se encuentra al conocerlo y alabarlo a él, el más magnífico de todos los seres vivientes—.

Si Dios realmente es por nosotros, ¡debe ser por sí mismo! Dios es el único Ser en todo el universo para quien la búsqueda de su propia alabanza es finalmente un acto de amor. Para él, la exaltación de su propio nombre es la mayor de las virtudes. Cuando Dios hace todas las cosas «para la alabanza de su gloria», preserva y ofrece lo único en todo el mundo que puede satisfacer nuestros anhelos.

¡Dios es por nosotros! Y el fundamento de este amor es que Dios ha sido, es y siempre será por sí mismo.


Devocional tomado del libro “Deseando a Dios”, páginas 48-49

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1 Samuel 14 | Romanos 12 | Jeremías 51 | Salmo 30

22 AGOSTO

1 Samuel 14 | Romanos 12 | Jeremías 51 | Salmo 30

El cristiano experimenta en muchas ocasiones la liberación casi inefable de ser llevado de la desesperación, la enfermedad, una derrota catastrófica o un sentimiento de distanciamiento de Dios, a un estado de seguridad, salud, victoria o intimidad espiritual con nuestro Hacedor y Redentor. Ciertamente, David vivió estas experiencias. El Salmo 30 recoge cómo se deleita durante uno de esos agradables trayectos.

El salmo se divide en tres partes. En la primera (30:1–5), David describe la maravillosa transformación. En la segunda (30:6–10), habla de la autocomplacencia que lo hizo caer primeramente, antes de los primeros cinco versículos o en otro ciclo de lo mismo. En la última parte (30:11–12), concluye con el mismo gozo eufórico que expone en los primeros cinco versículos, mientras traspasa los límites del lenguaje para describir la gloriosa transformación del lamento en danza, y del cilicio en vestiduras de alegría.

La lista de contrastes del salmo captura al corazón y a la imaginación. Podemos reflexionar aquí sobre un par de ellos: “Porque solo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría” (30:5).

David está escribiendo desde su perspectiva como miembro de la comunidad del pacto. Dios todopoderoso está vinculado con ellos por medio de un juramento y un pacto solemnes. Si pecan, él no los elimina: “Solo un instante dura su enojo”; sus castigos, aunque severos, son temporales. Su postura básica con ellos es de gracia: su bondad dura “toda una vida”. Los primeros versículos ponen de manifiesto que David no está pensando en la nación, sino en su experiencia individual. Por tanto, lo que es cierto para el pueblo de Dios como colectivo lo es para él en particular: el Señor puede castigarle por diversas razones, pero fundamentalmente le brinda su misericordia y gracia, durante toda la vida. Disfrutando en la presencia y bendición de Dios, David considera su reciente experiencia y se alegra porque el “llanto” de la noche se convertirá en “gritos de alegría” por la mañana.

Existen muchos contrastes de este tipo en la Escritura, y no pocos vinculados al nuevo pacto. El apóstol Pablo puede hablar de nuestros “sufrimientos ligeros y efímeros” (¡aunque, según nuestro cómodo modelo occidental, estos no eran ni ligeros ni efímeros!). Ellos logran para nosotros una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento (2 Corintios 4:17) y en una escala en que son verdaderamente livianos y momentáneos. Pablo está simplemente siguiendo a Jesús, “quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Hebreos 12:2).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 234). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La atención divina

Miércoles 22 Agosto

A ninguna viuda ni huérfano afligiréis… Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás. Porque solo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá?

Éxodo 22:22, 26-27

La atención divina

Los versículos citados hoy forman parte de las instrucciones que Dios dio a Moisés para acompañar la Ley. Ellas contienen detalles que muestran la bondad de Dios hacia los débiles y pobres.

Un vestido tomado en prenda debía ser devuelto a su propietario antes de la puesta del sol, para que él no tuviese frío: “Solo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo”. Dios se preocupaba por la comodidad del pobre… También quería que el buey o el asno pudiesen descansar, que los siervos tuviesen un día de descanso (Éxodo 23:12). No se debía segar los campos por completo para que los pobres pudiesen espigar los restos (Levítico 19:9, 10).

El Antiguo Testamento está lleno de instrucciones desbordantes de bondad con respecto al indigente, al extranjero, a la viuda o al huérfano. Dios no quería que los que estuvieran sin apoyo humano natural carecieran de lo necesario. Él dijo que era el “padre de huérfanos y defensor de viudas” (Salmo 68:5).

En el Nuevo Testamento Jesús nos revela a Dios por completo (lea Juan 1:18). Toda su conducta confirmaba la ternura divina hacia los pobres y su atención por las necesidades del cuerpo y del alma de todos. Satanás, desde el comienzo, trata de sembrar la duda y la desconfianza en el corazón del hombre con respecto a su creador. ¡Quiere convencernos de que es un Dios duro! ¿Pero quién podría pensar que Dios es indiferente a nuestros sufrimientos al leer el relato de la vida de Jesús?

Jeremías 25 – Lucas 24:36-53 – Salmo 98:1-3 – Proverbios 21:29-30

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