CERTEZA EN LA SEGURIDAD ETERNA

CERTEZA EN LA SEGURIDAD ETERNA

La Verdad para Hoy

9/1/2018

Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
JUAN 10:28

El versículo de hoy es una promesa admirable del Señor Jesucristo mismo de que la salvación del creyente está para siempre segura en Él. Además, las primeras tres palabras de Romanos 8:28, “Y sabemos”, expresa la absoluta certeza que usted puede tener, confirmada por el Espíritu Santo, de que usted nunca perderá su salvación.
Basándose en la autoridad divinamente revelada, el apóstol Pablo le afirma a la iglesia de Roma y nos afirma a nosotros que, como cristianos, podemos saber sin lugar a dudas que estamos seguros en las manos de Dios. A medida que usted camine con Él, Dios mostrará su gloria en su salvación y lo hará todo en su santificación para su bendición definitiva.

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Él hace todo lo que le place

SEPTIEMBRE, 01

Él hace todo lo que le place

Devocional por John Piper

Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place. (Salmos 115:3)

Este versículo nos enseña que cada vez que Dios actúa, lo hace de modo que a él le agrade.

Dios nunca se ve obligado a hacer algo que desprecia. Nunca está entre la espada y la pared, donde la única alternativa es hacer algo que aborrece.

Él hace todo lo que quiere. Por lo tanto, en cierto modo, se complace en todas sus obras.

Esto debería llevarnos a ponernos de rodillas delante de Dios y a alabar su libertad soberana, que en un sentido muestra que él siempre actúa con libertad, de acuerdo a su «buen agrado», según dicta su propio deleite.

Dios nunca es víctima de las circunstancias. Nunca se ve forzado a actuar frente a alguna situación de modo que tenga que hacer algo en lo que no se regocija. No puede ser burlado. Nadie puede dejarlo acorralado o atrapado, ni forzarlo a nada.

Aún en el momento de la historia cuando llevó a cabo lo que, en cierto modo, le costó más que ninguna otra cosa, «no [eximir] a su propio Hijo» (Romanos 8:32), Dios fue libre e hizo lo que le agradó hacer. Pablo dice que el sacrificio que Jesús hizo al morir fue «ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma» (Efesios 5:2). El más grande de los pecados y la más atroz de las muertes y el acto más difícil de Dios, todos fueron agradables al Padre.

En el camino al Calvario, Jesús tenía legiones a su disposición. Él dijo: «Yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad». Es decir, se complació en entregarla, por el gozo que fue puesto delante de él. En el único punto de la historia del universo cuando Jesús parecía estar atrapado, estaba totalmente en control de la situación, haciendo exactamente lo que quería hacer —morir para justificar a impíos como ustedes y yo—.

Por lo tanto, contemplemos asombrados y maravillados. Debemos estremecernos también, porque no solo nuestra alabanza de la soberanía de Dios, sino también nuestra salvación mediante la muerte de Cristo por nosotros, dependen de esta verdad: «Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place».


Devocional tomado del libro “El Salmo 135 y el Placer de Dios en Todo lo que Hace”

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1 Samuel 25 | 1 Corintios 6 | Ezequiel 4 | Salmos 40–41

1 SEPTIEMBRE

1 Samuel 25 | 1 Corintios 6 | Ezequiel 4 | Salmos 40–41

Si queremos entender las razones por las que Ezequiel debe realizar los actos que encontramos en el capítulo 4, tenemos que ponernos en el lugar de los exiliados. Al igual que las personas que estaban en Jerusalén y Judá, muchos de ellos no podían imaginar que la ciudad y el templo del gran rey pudiesen ser destruidos. Simplemente, Dios no permitiría que ocurriese. En términos generales, los exiliados en Babilonia responden a Ezequiel de la misma forma que los judíos de Jerusalén lo hacen a Jeremías: no le creen. De hecho, los primeros han buscado sin duda incentivos que mantuviesen vivas sus falsas esperanzas. Mientras la ciudad esté en pie, pueden alimentar la esperanza de que Dios los rescatará y llevará de vuelta a casa. Si cae, no habrá “hogar” al que regresar. Podemos imaginar lo desesperadamente negativas e incluso imposibles que les parecen las advertencias de Ezequiel.

Sin embargo, el profeta no se acobarda.

(1) Comienza haciendo un dibujo de Jerusalén en una gran tabla de arcilla, quizás una especie de plano de la misma, fácilmente reconocible, a fin de que los espectadores puedan saber enseguida lo que está haciendo. Levanta torres de asalto y otras máquinas de asedio, como si estuviese jugando a las guerras con juguetes caseros. Todos se dan cuenta de que la representación significa que Jerusalén será sitiada. Seguidamente, coloca una plancha de hierro entre él y la maqueta. Como profeta del Señor, él lo representa y sostiene la plancha de forma que constituye una amenaza para aquella. Si la suelta, caerá sobre la ciudad y la destruirá, demostrando el hecho de que es el propio Dios quien está amenazándola.

(2) En la siguiente sección (4:4–8), Ezequiel pasa un rato cada día acostado sobre su lado izquierdo (no está así todo el tiempo, como vemos en los siguientes versículos, que mencionan otras tareas realizadas por él). Si su cabeza apunta hacia la maqueta de Jerusalén que ha hecho, y su cuerpo reposa sobre un eje este-oeste, cuando se acuesta sobre su lado izquierdo está mirando al norte, hacia Israel, las diez tribus que ya han ido al cautiverio asirio. Tiene que llevar a cabo esta representación durante trescientos noventa días (¡más de un año!). Después de ese período, lo verán acostado sobre su lado derecho, mirando hacia el sur y amenazando, por tanto, a Judá con juicio y desastre.

(3) En la antigüedad, cuando una ciudad sufría un asedio y las provisiones escaseaban, sus habitantes se veían obligados a hacer pan con habas y lentejas secas mezcladas con la poca harina que quedaba. Comían unas raciones extremadamente pequeñas (unos 200g. de “pan”), bebían un poco de agua y se iban consumiendo. Cocinaban su comida sobre excrementos de vaca (como en los barrios pobres de la India) porque no había madera. Ezequiel afirma que estos acontecimientos se producirán “a causa de sus pecados” (4:17).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 244). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Jesús te ama

Sábado 1 Septiembre

(Jesús) llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.

Marcos 3:13

Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

Juan 15:9

Jesús te ama

Un hombre rudo y sin escrúpulos, miembro de la mafia, estaba en una taberna italiana rodeado de varios mafiosos, cuando una niña entró, se dirigió a él sin miedo, lo tocó con el dedo índice y le dijo: «Jesús te ama». El hombre, irritado, le respondió bruscamente: «¡Déjame en paz!». Un momento más tarde la niña regresó, lo tocó de nuevo y repitió: «Sabes, Jesús te ama». Ya te dije: «¡Déjame! ¡Vete!». La chica volvió una tercera vez y repitió: «Jesús te ama». El hombre perdió la paciencia, la tomó por la nuca, la empujó hacia la puerta y la echó fuera.

Sin temor al peligro que corría importunando a aquel hombre, la niña regresó un poco más tarde y le volvió a decir con una sonrisa persuasiva: «Jesús te ama».

Este hombre cuenta que durante dos años dichas palabras resonaron en su mente sin que pudiera deshacerse de ellas. ¡Fueron el medio de su conversión! Hoy predica el Evangelio y sirve a Dios, quien se reveló a él de forma tan particular. Anuncia la Palabra de Dios por el mundo, testificando con poder el amor y la gracia de Dios que lo salvaron. “Fiel es el que os llama” (1 Tesalonicenses 5:24). “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15).

“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

“Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5).

Jeremías 33 – 1 Corintios 9 – Salmo 102:23-28 – Proverbios 22:15

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