Confortémonos unos a otros

10 de septiembre

Confortémonos unos a otros

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

Hebreos 10:24

Dios quiere que sus hijos se conforten unos a otros. Pablo el apóstol, cuando comenzó su carta a los creyentes de Roma, les aseguró que deseaba visitarlos no solo para confortarlos, sino para ser confortado por ellos: «…para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí» (Ro. 1:12). Antes de eso, había descrito a Timoteo y se había descrito a sí mismo a los corintios como colaboradores «para vuestro gozo» (2 Co. 1:24).

Si en realidad es discípulo de Cristo, ha de ser una obligación y un gozo para usted estimular a otros creyentes al amor y a las buenas obras, como enseña el versículo de hoy.

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Cómo combatir la ansiedad

SEPTIEMBRE, 10

Cómo combatir la ansiedad

Devocional por John Piper

Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5:7)

Salmos 56:3 dice: «El día en que temo, yo en ti confío».

Notemos que no dice: «nunca tengo problemas de sentir temor». El temor nos golpea y la batalla empieza. La Biblia no supone que los verdaderos creyentes no tendrán ansiedad. Más bien, la Biblia nos enseña a luchar contra ella cuando nos golpea.

Por ejemplo, 1 Pedro 5:7 dice: «Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros». No dice que nunca tendremos ansiedad; por el contrario, dice que, cuando la tengamos, la echemos sobre Dios. Cuando el lodo nos salpique en el parabrisas y perdamos de vista temporalmente el camino y empecemos a desviarnos en ansiedad, encendamos el limpiaparabrisas y usemos el líquido limpiador.

Así que esta es mi respuesta a aquellos que luchan día a día contra la ansiedad: eso es bastante normal. Al menos para mí lo es, y así lo fue desde mis años de adolescencia. La cuestión es la siguiente: ¿cómo luchar contra ella?

La respuesta a esa pregunta: luchamos contra la ansiedad al batallar contra la incredulidad y porla fe en la gracia futura. La manera en que peleamos esta «buena batalla» es meditando en las garantías que Dios nos da acerca de la gracia venidera y pidiendo ayuda a su Espíritu.

El limpiaparabrisas es la suma de las promesas de Dios que barren el lodo de la incredulidad, y el líquido limpiador es la ayuda del Espíritu Santo. La batalla para ser libres del pecado se pelea «mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad» (2 Tesalonicenses 2:13).

La obra del Espíritu y la Palabra de verdad: esos son los grandes edificadores de la fe. Sin la obra ablandadora del Espíritu Santo, los limpiaparabrisas de la Palabra tan solo arañarían por encima los enceguecedores terrones de la incredulidad.

Ambos son necesarios —el Espíritu y la Palabra—. Leemos las promesas de Dios y oramos pidiendo la ayuda de su Espíritu. Y a medida que el parabrisas se limpia para permitirnos ver el bien que Dios tiene planeado para nosotros (Jeremías 29:11), nuestra fe se fortalece y el camino que la ansiedad ha torcido se endereza.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), página 56 

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2 Samuel 4–5 | 1 Corintios 15 | Ezequiel 13 | Salmos 52–54

10 SEPTIEMBRE

2 Samuel 4–5 | 1 Corintios 15 | Ezequiel 13 | Salmos 52–54

En casi todas las generaciones, existen voces verdaderas y falsas. ¿Cómo podemos discernir entre las dos?

Esta pregunta no puede contestarse exhaustivamente haciendo referencia tan sólo a un pasaje. Por ejemplo, Deuteronomio 13 suministra un marco sobre el cual se debe reflexionar con detenimiento, pero no es el único. Aquí, en Ezequiel 13, el asunto no se expone como una serie de puntos que ayudarán al justo a discernir entre un profeta auténtico y uno falso, sino que es una denuncia de todo lo relativo a este último. Con ello, Dios nos facilita al menos un perfil parcial de los falsos profetas.

(1) Hablan a través de su propio espíritu, de su propia imaginación. Pueden creer que tienen algo del Señor para compartir, pero no es así. “Sus visiones son falsas, y mentirosas sus adivinaciones” (13:6). No se trata tanto de un principio que el espectador puede utilizar, como de una advertencia a los propios falsos profetas. Pueden engañar a otras personas, pero nunca a Dios, y es a él a quien tendrán que rendir cuentas un día (13:8–9).

(2) No hablan de temas fundamentales como el pecado, la corrupción, la injusticia y la deslealtad al pacto. Si empleamos la metáfora de una ciudad amurallada, en lugar de reparar el “muro” simplemente lo blanquean, de forma que parezca sólido al observador casual aunque no tenga esperanza alguna de mantenerse en pie. “No han ocupado su lugar en las brechas, ni han reparado los muros del pueblo de Israel, para que en el día del SEÑOR se mantenga firme en la batalla” (13:5). La tormenta arrancará la cal y revelará la terrible debilidad. Los falsos profetas hablan de presagios, fantasías relativas a los últimos tiempos y promesas de avivamiento, pero no declaran la santidad de Dios y lo odioso del pecado; no son capaces de llevar al pueblo al arrepentimiento, la fe y la obediencia.

(3) Están más interesados en augurios, en vaticinar la suerte personal, dando falsas esperanzas, que en trasmitir la palabra de Dios. No son realmente personas serias, excepto cuando es el momento de cobrar su tarifa (13:17–19).

(4) Uno de los problemas más serios que provocan es el desánimo del auténtico pueblo de Dios. Si abundan voces falsas en una cultura, muchas personas se confundirán, desmoralizarán y desorientarán. En lugar de mantener un estándar moral que refuerce la justicia, edifique el carácter y fomente la piedad, estos farsantes pronuncian sus maldiciones y tabús en contra de personas que el propio Dios no ha condenado, y exoneran a los malvados de forma que no se apartan de sus malos caminos, no pudiendo así salvar su vida (13:20–23).

¿Dónde se desarrollan estas características en nuestra cultura? ¿Y en nuestra iglesia?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 253). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Del ocultismo a la verdad (1)

Lunes 10 Septiembre

No sea hallado en ti… quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.

Deuteronomio 18:10-11

Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero.

1 Tes. 1:9

Del ocultismo a la verdad (1)

«Desde que yo tenía diez años, mi abuela paterna me enseñó, no a orar antes de ir a dormir, sino a predecir el futuro a partir de las cartas, es decir, a practicar la videncia. Hoy puedo decir que es una trampa diabólica, una abominación ante Dios. Uno pasa a ser el instrumento de poderes maléficos pensando que solo se trata de un juego… Uno queda atado y se vuelve esclavo.

El ocultismo estaba presente en nuestra familia sin que nos diésemos cuenta. Era como si una telaraña se estuviese tejiendo lentamente a mi alrededor. Pero un día me reuní con un grupo de astrólogos y descubrí un libro que me invitaba a hacer «oraciones astrológicas». Entonces comprendí en donde me estaba hundiendo. ¿Cómo podía orar a los astros? A partir de ese momento tomé la decisión de dejar el grupo.

Cierta noche abrí una Biblia y leí por primera vez, en el evangelio según Juan, ese pasaje en el que Jesús dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Sentí escalofríos, y mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Qué había sucedido?

Por primera vez fui a una reunión cristiana. El Señor había preparado mi corazón. ¡Yo estaba sumida en la mentira, pero el mensaje bíblico era claro! El siguiente domingo, sedienta de verdad, pasé la tarde haciendo preguntas al predicador. Comprendí que todo lo que estaba oyendo era la única verdad».

(mañana continuará)

Jeremías 42 – 1 Corintios 15:29-58 – Salmo 104:27-35 – Proverbios 23:1-3

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