EL DIVINO PROPÓSITO DE DIOS

EL DIVINO PROPÓSITO DE DIOS

9/16/2018

Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.

Efesios 1:4

Mientras Israel andaba todavía errante por el desierto del Sinaí, Moisés les dijo: “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto” (Dt. 7:7-8). Dios no escogió a los judíos por quienes ellos eran, sino por lo que Él es.

Lo mismo puede decirse de los creyentes que Dios escoge. Él los escoge basándose únicamente en su voluntad, propósito y amor divinos. No hay nada que usted hiciera para ganar la salvación; es toda de Dios. Agradezca que Él lo escogiera desde antes de la fundación del mundo.

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El gran banquete del alma

SEPTIEMBRE, 16

El gran banquete del alma

Devocional por John Piper

Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo.(Salmos 27:4)

Dios no hace oídos sordos al anhelo de un alma contrita. Él viene y nos quita la carga del pecado y llena nuestro corazón de alegría y gratitud: «Tú has cambiado mi lamento en danza; has desatado mi cilicio y me has ceñido de alegría; para que mi alma te cante alabanzas y no esté callada, oh Señor, Dios mío, te alabaré por siempre» (Salmos 30:11-12).

Pero nuestro gozo no solo surge de mirar hacia atrás con gratitud. También surge de mirar hacia adelante con esperanza: «¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia» (Salmos 42:5).

«Espero en el Señor, en Él espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza» (Salmos 130:5).

En el fondo, el corazón no anhela ninguno de los buenos regalos de Dios, sino a Dios mismo. Verlo, conocerlo y estar en su presencia es el gran banquete del alma. Más allá de esta búsqueda, no queda nada. Las palabras fallan. Lo llamamos placer, gozo, deleite. Pero estas palabras señalan pobremente a la experiencia inexpresable:

«Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo» (Salmos 27:4).

«En tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre» (Salmos 16:11).

«Deléitate asimismo en el Señor» (Salmos 37:4).


Devocional tomado del libro “Deseando a Dios”, página 87

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2 Samuel 12 | 2 Corintios 5 | Ezequiel 19 | Salmos 64–65

16 SEPTIEMBRE

2 Samuel 12 | 2 Corintios 5 | Ezequiel 19 | Salmos 64–65

Por un lado, el lamento por los príncipes de Israel (Ezequiel 19) es bastante claro. La leona de los primeros versículos del salmo es la nación como un todo, la cual dio a luz a los reyes. En esa época, como ahora, el león era el rey de los animales, y por ello era apropiado como símbolo del linaje real davídico (p. ej., Génesis 49:9; Miqueas 5:8). En 19:10–14, la nación es la viña.

Los reyes que Ezequiel tiene en mente en cada sección son bastante obvios. Joacaz es el primero. Los egipcios lo capturaron y llevaron a Egipto en 609 a.C. (19:4). Se omite a Joacim, pero el destino de Jeconías queda claro en 19:5–9. Lo llevaron a Babilonia en 597 (19:9). El destino de Sedequías se describe en 19:10–14). Si este poema se escribió sobre la misma época que los capítulos aledaños (es decir, alrededor de 592 o 591), Sedequías aún no había caído derrotado (587). En tal caso, esta parte del mismo es predictiva. Otra opción es que Ezequiel completase el lamento después de los acontecimientos de aquellos días.

Resulta sorprendente que las palabras no describan únicamente la derrota de un poder menor ante una fuerza superior, sino el declive del linaje e incluso de la nación, lo cual forma parte de la imagen de la viña en 19:12–14. La propia nación se volvió patéticamente débil: “¡Nada queda de esas vigorosas ramas, aptas para ser cetros de reyes!”. La peor de las ironías es que el fuego que consumió sus frutos brotó de una de sus ramas: se está haciendo alusión a la rebelión de Sedequías, que provocó la expedición de castigo de los babilonios. Este hecho no solo puso fin al linaje davídico, sino que destruyó virtualmente la identidad nacional de Israel durante muchos años. Dentro de la teología de la profecía de Ezequiel, Dios mismo es el causante real de la destrucción de Israel, actuando en juicio. Sin embargo, queda claro aquí que la causa inmediata de la destrucción se encontraba en su interior.

No es ni la primera ni la última vez que una nación o institución se destruye desde su interior. Los aficionados a la historia recordarán el imperio Romano, los años del comunismo en Rusia, ciertas iglesias locales, universidades cristianas, seminarios confesionales, etc. Sabemos que las instituciones humanas no tienen una base tan sólida que garantice los resultados, ya que la raíz del dilema humano se encuentra tan sumergida en el pecado personal que no existe estructura alguna que pueda reformarla definitivamente. El lamento por los príncipes de Israel se vuelve un lamento por la raza humana, que necesita desesperadamente una solución mucho más profunda y efectiva que la que los reyes, los presidentes y las estructuras pueden proveer.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 259). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Alabanza colectiva

Domingo 16 Septiembre

Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.

Juan 4:23

Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él (Jesús), sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.

Hebreos 13:15

Alabanza colectiva

Los cristianos somos invitados a alabar y adorar a Dios. ¡Él es digno de todo honor y de toda gloria!

“Ofrezcamos siempre a Dios… sacrificio de alabanza”. Esto nos anima a estar dispuestos a alabar a Dios individualmente en nuestra vida diaria. Pero también nos conduce a alabarlo y adorarlo juntos cada domingo, primer día de la semana, porque fuimos rescatados mediante el sacrificio de su Hijo.

Nuestra alabanza es el “fruto de labios”: la adoración cristiana no es material, sino espiritual. Nuestros labios expresan los sentimientos de nuestro corazón. Mediante himnos, oraciones y la lectura de la Biblia expresamos con palabras la alabanza de nuestros corazones ante Dios.

“De labios que confiesan su nombre”, el nombre del Señor Jesús. Confesar su nombre es expresar públicamente, con la ayuda de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, lo que él es, Hijo de Dios e Hijo de hombre, lo que hizo por Dios su Padre y por nosotros, a quienes rescató.

Significa contemplar maravillados la obra de la redención en la cruz, expresar a Dios nuestra adoración ante los diferentes aspectos de la muerte expiatoria de Cristo, de sus profundos dolores y de las bienaventuradas consecuencias que nos brindan.

El Padre busca adoradores. “Adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante del Señor nuestro Hacedor” (Salmo 95:6).

Jeremías 48:28-47 – 2 Corintios 5 – Salmo 106:1-5 – Proverbios 23:15-16

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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