ÁMENME A MÍ Y AMEN A LOS DEMÁS

Septiembre 29

ÁMENME A MÍ Y AMEN A LOS DEMÁS

De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Jesús dijo que los Diez Mandamientos pudieran resumirse en dos mandatos: ámenme a mí y amen a los demás. Tal vez usted se pregunte cómo puede poner en práctica todos los mandamientos de la Biblia. La respuesta es muy sencilla: “Ame a Dios, ame a las personas y haga lo que quiera”.

Cuando usted ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas, y ama a su prójimo como a usted mismo, puede hacer lo que usted quiera porque será la persona que Dios quiere que sea. Gracias a su amor, usted no matará a nadie, no corromperá a nadie, no robará nada ni codiciará lo que tenga otra persona. El Espíritu cultivará en su corazón un amor que impide cualquier deseo de hacer lo malo.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, http://www.portavoz.com

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Batallemos contra la incredulidad

SEPTIEMBRE, 29

Batallemos contra la incredulidad

Devocional por John Piper

Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. (Filipenses 4:6)

Cuando me pongo ansioso ante el pensamiento de envejecer, lucho contra la incredulidad con la promesa: «Aun hasta vuestra vejez, yo seré el mismo, y hasta vuestros años avanzados, yo os sostendré. Yo lo he hecho, y yo os cargaré; yo os sostendré, y yo os libraré» (Isaías 46:4).

Cuando estoy ansioso respecto de la muerte, batallo contra la incredulidad con la promesa de que «ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos» (Romanos 14:7-9).

Cuando me siento ansioso al pensar que podría naufragar en la fe y alejarme de Dios, lucho contra la incredulidad aferrándome a dos promesas: «el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Filipenses 1:6) y «Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos» (Hebreos 7:25).

Hagamos la guerra no contra otras personas, sino contra nuestra propia incredulidad. Esta es la raíz de la ansiedad, que, a su vez, es la raíz de tantos otros pecados. Por eso, encendamos el limpiaparabrisas y usemos el líquido limpiador, y mantengamos la mirada fija en las preciosas y grandiosas promesas de Dios.

Tomemos la Biblia, pidamos ayuda al Espíritu Santo, guardemos las promesas en nuestro corazón, y peleemos la buena batalla —para vivir por fe en la gracia venidera—.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), página 61

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1 Reyes 1 | Gálatas 5 | Ezequiel 32 | Salmo 80

29 SEPTIEMBRE

1 Reyes 1 | Gálatas 5 | Ezequiel 32 | Salmo 80

El Salmo 80 lo escribieron probablemente cantores asafitas en otro momento de desastre nacional, cuando los asirios conquistaron el reino del norte, destruyeron su capital y exiliaron a muchos de sus habitantes. El impacto sufrido por el remanente piadoso de Judá debió ser considerable y explica el estribillo: “Restáuranos, oh Dios” (80:3, 7, 19; cp. v. 14).

Quizás la característica más impactante de este salmo sea el uso particular que hace de la amplia imagen de la viña (80:8–17):

(1) Frecuentemente Israel aparece representado como una viña: veamos, por ejemplo, la meditación del 7 de mayo (sobre Isaías 5). En el más elocuente de estos pasajes, Israel es una de ellas, que Dios plantó y regó cuidadosamente, pero que tristemente ha producido frutos malos. Decepcionó tanto al Señor, que decidió destruirla a su debido tiempo.

(2) Sin embargo, aquí no se hace hincapié en la terrible calidad del fruto de la viña (aunque se presupone), sino en su desdichada condición ahora que el propio Señor ha roto el muro protector que había levantado alrededor de ella. Él mismo la trajo de Egipto, la plantó, la regó y la vio expandirse desde el Mar Mediterráneo hasta el río Éufrates (80:8–11). “¿Por qué has derribado sus muros? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas!” (80:12). Incluso las bestias salvajes del bosque la destruyen y devoran (80:13).

(3) Así pues, se pide al Todopoderoso que tenga compasión de su propia viña. Sin obsesionarse en por qué rompió Dios el muro protector, aunque reconoce que se debió a su ira ardiente (80:4), a su justa reprensión (80:16), el salmista le ruega, claramente emocionado, que cuide de quien él mismo ha establecido y alimentado: “¡Brinda tus cuidados a esta vid! ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra!” (80:14–15).

(4) Entrelazada con este tema encontramos una referencia al “vástago” que Dios ha criado para sí (80:15). La palabra hebrea puede referirse a una rama o a un retoño (como en Génesis 49:22), pero en este poema está también preparando el camino para 80:17. Probablemente, en el primer ejemplo debemos interpretar que se hace una referencia a Israel, que brota de Éxodo 4:22–23: “Israel es mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me rinda culto”. El salmista suplica compasión por el “hijo” de Dios. Incluso en el versículo 17, el hijo de tu diestra, es decir, el primogénito de Dios, vislumbra en primera instancia a Israel.

En el horizonte más amplio, la respuesta definitiva a estas peticiones de Asaf procedería de la vid verdadera (Juan 15), el supremo Hijo de Hombre, surgido de Israel.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 272). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El paraíso

Sábado 29 Septiembre

Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Lucas 23:42-43

Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

Mateo 25:41

El paraíso

Mucha gente dice que todos iremos al paraíso. En 1972, un famoso cantante francés compuso una canción que lo afirma.

Pero, ¿qué representa el paraíso? El término “paraíso” designa de forma general un jardín maravilloso. Cuando Dios creó a Adán y Eva, los colocó en un lugar así. Allí podían dialogar con Dios, pero desobedecieron a su Creador y fueron echados del paraíso. Mas Dios es amor, por ello no terminó definitivamente su relación con los hombres. Al contrario, quiere introducirlos en un país celestial, lugar donde él mora. La mejor prueba de la voluntad de Dios de recibirnos en su presencia es la promesa de Jesucristo al malhechor arrepentido: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Es cierto que cualquier persona, incluso un ladrón o un asesino, puede ir al paraíso, pero con una condición indispensable: arrepentirse de sus pecados, es decir, reconocerlos y confesarlos a Dios, y creer en el valor de la sangre derramada por Jesús en la cruz. Esa sangre derramada, esa muerte consentida por aquel que no tenía pecado, da el acceso a la felicidad eterna a todo el que cree.

Pero no nos engañemos. Las llamas del infierno, de las que muchas veces la gente se burla, no son un mito inventado para asustar, sino la imagen de una terrible realidad que experimentarán todos los que no hayan querido aceptar la gracia de Dios.

Lamentaciones 5 – Filipenses 4 – Salmo 108:1-6 – Proverbios 24:10

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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