EVITE EL CONFLICTO PERSONAL

Noviembre 8

EVITE EL CONFLICTO PERSONAL

Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. (Filipenses 4:2)

Pablo afrontó muchos conflictos en la iglesia, pero algunos eran para él tan importantes como para tratar sobre ellos en sus epístolas, y también importantes para nuestra enseñanza. Es evidente que las dos mujeres en el versículo de hoy estaban dirigiendo dos facciones opuestas en la iglesia. No sabemos cuáles eran sus quejas específicas, pero podemos suponer que fuera un conflicto personal.

Sí, sabemos que las dos mujeres eran miembros notables de la iglesia porque habían trabajado con Pablo en la causa del evangelio (Fil. 4:3). Y sabemos que estaban causando estrago en la iglesia porque al parecer no estaba unida (Fil. 2:2). Reconociendo que se trataba de falta de amor, que indica la presencia de orgullo y la ausencia de humildad, Pablo rogó que las mujeres fueran “de un mismo sentir en el Señor” (4:2). Cada una estaba exigiendo su propio derecho en vez de interesarse en el derecho de la otra. Pero como Pablo las exhortó y nos exhortó a nosotros, una buena relación con el Señor resolverá cualquier discordia.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, www.portavoz.com

Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros. Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org

EL GRAN MÉDICO

EL GRAN MÉDICO

Charles R. Swindoll

7 de noviembre, 2018

Proverbios 5, 14, 23-24, 27

La envidia es una enfermedad del alma que uno puede ignorar por un tiempo, pero eventualmente hay que enfrentarla. Al igual que un cáncer que se esparce lentamente, la envidia llegará a consumirle. Con la edad, ira encontrando más injusticias en la vida y ya no podrá disfrutar de las ventajas que tiene ahora si pone su mirada en esas personas que, aunque no se lo merecen, parecen tener privilegios y posesiones que usted no tiene. En tanto que el tiempo transcurre, saber que esas personas tienen esos beneficios puede quitarle la paz. La envidia le torturará con sus susurros engañosos. Lo peor es que en vez de sentirse feliz porque Dios ha bendecido a otras personas, empezará a resentirle y eso le puede llevar incluso a la ira. La envidia, nos recuerda Salomón, hace enojar al ser humano.

Este es el momento de enfrentar la envidia.

La paz es de aquellos que están contentos con lo que Dios les provee. Con aquellos que se gozan con los que están felices. Una marca de madurez es la habilidad de apreciar a una persona más talentosa y aplaudir a otra persona más especial y más bendecida que nosotros.

Una reacción así nos alinea con la soberanía de un Dios que «a este abate y a aquel exalta» (Salmos 75:7).

Le aconsejo que se unas a Salomón, los sabios de Israel y a Asaf, exponiendo su lucha interna con la envidia y entregándosela al médico de nuestra alma. Al igual que la venganza, la envidia es un mal que no debemos ignorar. Pidámosle al médico que utilice su escalpelo y saque esa enfermedad. Si no lo hacemos, la envidia puede convertirse en una enfermedad terminal del alma. Pídale a Dios que se deshaga de ella hoy mismo.

Reflexión: Usted conoce los peligros de la envidia y ya ha descubierto la cura. No obstante, el corazón del ser humano disfruta los placeres temporales de la envidia. ¿Por qué cree que la envidia es tan atractiva? ¿Cuál efecto a largo plazo tiene la envidia en la vida espiritual de una persona? ¿De qué forma otras personas pueden ayudarle a vencer la envidia en su propia vida?

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

Dios… conoce los secretos del corazón.

Jueves 8 Noviembre

Los ojos del Señor están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.

Proverbios 15:3

Dios… conoce los secretos del corazón.

Salmo 44:21

El ojo de Dios

En Alemania, encima de la puerta de la catedral de Aquisgrán, se puede ver un triángulo en cuyo centro hay un ojo dibujado. Evoca el ojo de Dios, bajo la mirada del cual vive cada ser humano.

El creyente podría temblar pensando que nada de lo que ocurre en su vida está escondido de la mirada de Dios. ¡Sí, él conoce nuestros pensamientos e incluso nuestras intenciones! A veces vienen a nuestra mente muchas cosas que quizá preferiríamos ocultarle. Saber que el ojo de Dios ve todo, ¿nos entristecerá o desanimará? ¡De ninguna manera!

Pensemos en la experiencia del rey David: durante un tiempo trató de ocultar un terrible pecado, pero no tenía paz porque su conciencia lo torturaba. Hasta que un día dijo a Dios: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:5).

Dios no ha cambiado. Aún hoy ve todo y perdona los pecados del que se los confiesa sinceramente. ¡Él pagó con su vida para darnos el perdón!

Así Dios ve todo lo que hago y mucho más, sabe todo lo que pienso. Para el que está en paz con Dios, y su conciencia no le reprocha nada, esto es un motivo de gozo. Dios me ve continuamente y piensa en mí con bondad, aunque yo no siempre soy consciente de sus bendiciones. Y, si en algo el Señor me muestra un pecado en mi vida, rápidamente se lo confieso a él.

Deuteronomio 32:1-28 – Juan 21 – Salmo 119:153-160 – Proverbios 27:5-6

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch