Cualidades Bíblicas de un Líder de la Iglesia

Cualidades Bíblicas de un Líder de la Iglesia
Como pastor, oro regularmente para que Dios provea a nuestra iglesia local con buenos líderes. Oro especialmente para que Dios ponga, dentro de nuestra comunidad, hombres cuyos dones espirituales e interés pastoral indiquen que Dios los ha llamado a ser ancianos u obispos (las palabras se utilizan de manera intercambiable en la Biblia; vea, por ejemplo, Hechos 20). Si llega a hacerse claro que Dios ha dotado a cierto hombre en la iglesia, y si después de orar, la iglesia reconoce sus dones, entonces deberemos designarlo como anciano.
Todas las iglesias han tenido individuos que llevan a cabo las funciones de anciano, aún si no usan esa palabra especificamente. Los nombres más comunes del Nuevo Testamento para este oficio fueron “episkopos” (supervisor) y “presbíteros” (anciano). Cuando los evangélicos de hoy escuchan la palabra “anciano” pueden inmediatamente pensar en “presbiteriano”; aún así cuando los congregacionalistas surgieron por primera vez en el siglo XVI, enfatizaron tambien el oficio de anciano. Los ancianos podían ser encontrados en las iglesias bautistas en América en los siglos XVIII y XIX. W. B. Johnson, el primer presidente de la Convención Bautista del Sur, escribió un libro sobre la vida de la iglesia en el cual él defiende fuertemente la idea de una pluralidad de ancianos en la iglesia local.
De alguna forma esa práctica, nunca universal, dejó de usarse casi enteramente entre los bautistas. De ahí en fuera, a través de la falta de atención a las Escrituras o a la presión de la vida durante la colonizacion (cuando las iglesias estaban naciendo a una velocidad impresionante), la práctica de cultivar tal liderazgo congregacional se detuvo entre las iglesias bautistas. Pero las discusiones para revivir este oficio bíblico continuaron entre las publicaciones bautistas. Mas tarde, en los inicios del siglo XX, las publicaciones bautistas se referian a los líderes con el título de anciano; para cuando el siglo XX terminaba, la idea parecía desvanecerse; hoy en dia es inusual para una iglesia bautista tener ancianos.
Hoy existe una tendencia para regresar a este oficio bíblico, y por una buena razón. Fue necesario en los tiempos del Nuevo Testamento y es necesario ahora.
La Biblia claramente muestra una pluralidad de ancianos en cada iglesia local. Aunque nunca sugiere un número específico de ancianos para una congregación en partícular, el Nuevo Testamento se refiere a “ancianos” (en plural) dentro de las iglesias locales (i.e. Hechos 14:23; 16:40; 20:17; 21; 18; Tito 1:5; Santiago 5:14). Cuando lea a través de Hechos y de las epístolas; vera que siempre se habla de más de un anciano.
Probablemente el asunto más importante en mi ministerio pastoral ha sido el reconocimiento de un grupo de hombres en nuestra iglesia como ancianos. Me ha ayudado inmensamente en mi trabajo pastoral, saber que a esos hombres los ha reconocido la congregación como dotados y piadosos. Nos reunimos, oramos, y hablamos sobre asuntos; y al hacerlo, aportan sus conocimientos y sabiduria. Así que mi propia experiencia testifica de la utilidad de la práctica NeoTestamentaria de tener, cuando sea posible, más ancianos en una iglesia local, que un solo pastor. Y tratar de que sean personas que estén arraigadas en la congregación, no simplemente personal exterior contratado por la iglesia.
Esto no significa que yo no tenga algún papel distintivo como pastor, pero soy fundamentalmente un anciano, una de las personas que Dios ha dotado para dirigir a la iglesia unidos. ¿Cómo encontramos tales líderes en nuestra iglesia? Oramos por sabiduría, estudiamos la Palabra de Dios, especialmente 1 Timoteo y Tito. Vemos quien satisface esos requisitos. No simplemente buscamos que tengan influencia en la comunidad local.
En el Nuevo Testamento, encontramos indicaciones de que el predicador principal es diferente del resto de los ancianos. En el Nuevo Testamente existen varias referencias a la predicación y a los predicadores que no aplican a todos los ancianos en la congregación. Por ejemplo, en Corinto, Pablo se dedica exclusivamente a predicar en una manera que no lo podrían hacer los ancianos laicos en una iglesia. Probablemente la iglesia solo podía pagarle a un número limitado de ancianos de tiempo completo (Cf. Hechos 18:5; 1 Corintios 9:14; 1 Timoteo 4:13; 5:17). Los predicadores parecen dedicarse exclusivamente a predicar (Romanos 10:14, 15), en cambio los ancianos parecen ser parte de la comunidad local (Tito 1:5).
Debemos recordar, sin embargo, que el predicador (o pastor) es también uno de los ancianos de su congregación. Esto significa que muchas decisiones que involucran a la iglesia, pero que no requieren la atención de todos los miembros, no recaeran únicamente sobre el pastor, sino sobre todos los ancianos. Mientras que esto algunas veces parece difícil, tiene inmensos beneficios como: complementar los dones del pastor, corregir algunas de sus deficiencias, validar su buen juicio, y crear un apoyo congregacional para las decisiones; dejando a los líderes menos expuestos a posibles críticas injustas. Esto también hace que el liderazgo esté más arraigado, sea más permanente y maduro. Esto tambien anima a la iglesia a tomar más responsabilidad por el crecimiento espiritual de sus miembros y ayuda a que la iglesia sea menos dependiente de sus empleados.
Muchas iglesias modernas tienen la tendencia a confundir a los ancianos, ya sea con gente contratada por la iglesia o con diáconos. El diaconado también es un oficio en el Nuevo Testamento, establecido en Hechos 6. Mientras que una distinción absoluta entre los dos oficios es difícil, las resposabilidades de los diáconos son los detalles prácticos de la vida de la iglesia: administración, mantenimiento y cuidado de los miembros con necesidades. Actualmente, en muchas iglesias, los diáconos han tomado un rol espiritual, pero mucho ha sido dejado simplemente al pastor. Sería para beneficio de la iglesia distinguir el papel del diácono y el del anciano.
¿Qué se pensará de un líder de la iglesia? Os Guiness, en “Cenando con el Diablo”, lamenta que muchas iglesias hayan caído presas de las influencias seculares en la forma en que escogen a sus líderes. El escribe:
“En contraste a la falacia conservadora ampliamente difundida de los ochentas, el reto más importante de la modernidad no es el secularismo, sino la secularización. El secularismo es una filosofía; la secularización es un proceso. Donde la filosofía es obviamente hostil y toca solo a algunos, el proceso es visible en gran parte y toca a muchos. Siendo abiertamente hostil, el secularismo raramente engaña a los cristianos. Siendo mucho más sutil, la secularización a menudo engaña a los cristianos antes de que se den cuenta, incluyendo a aquellos en el movimiento de crecimiento de la iglesia. ¿De qué otra forma puede explicar uno el comentario del hombre de negocios japonés a un visitante australiano? ‘Cuando me reúno con un líder budista, me encuentro con un hombre santo. Cuando me encuentro con un líder cristiano, me reúno con un gerente.’ ”
En lugar de buscar líderes por sus cualidades administrativas, tenemos que buscar gente de carácter, reputación, con habilidad para manejar la Palabra de Dios, y que puedan mostrar el fruto del Espíritu en sus vidas. Esa es la clase de personas que deberíamos reconocer y en cuyas manos deberíamos poner la responsabilidad de liderear a una congregación.
Parte de encontrar a un líder de iglesia es encontrar a alguien en quien podamos confiar y quien pueda confiar en nosotros como congregación; alguien que pueda tener suficiente fe en las decisiones y compromisos hechos por la congregación, y que sienta que puede trabajar con cada miembro.
Pienso eso porque Pablo en 1 Timoteo 3 enfatiza como el anciano debe tratar con su familia, y eso revela mucho acerca de él y de como trabajaría como anciano. También es interesante notar cuantas veces estas cualidades tienen que ver con darse uno mismo al servicio de los demás. Los ancianos tienen que estar enfocados en los demás. Deben ser irreprochables, particularmente en su conducta publica. Ellos deben tener un matrimonio y vida familiar ejemplar; deben ser prudentes en todas las cosas, “respetables, hospitalarios, capaces de enseñar”, no violentos, pendencieros, o codiciosos; no convertidos recientemente y respetados por aquellos fuera de la iglesia.
Los diáconos también deben estar irreprensibles, ejemplares en su vida familiar, templados en todo, no codiciosos, no mentirosos, sino gente que honestamente guardan las verdades de la fe.
Tal debe ser el caso de aquellos quienes serán los pastores de la iglesia de Dios. Como buenos pastores, ellos no deben de trasquilar al rebaño por interés propio, sino deben atender y cuidar a cada una de las ovejas.
Esto es algo de las cualidades bíblicas de los líderes de la iglesia.
Dever, M. (2008). Una Iglesia Saludable: Nueve Características (M. González, Trad.; Primera Edición). Publicaciones Faro de Gracia.
