El corazón conoce la amargura de su alma | Por Jaime Mirón

UN EXAMEN
«El corazón conoce la amargura de su alma»
(Proverbios 14:10).
Antes de exponer el antídoto bíblico para la amargura, tomemos un examen para averiguar si ha brotado raíz de amargura en la vida. Recomiendo que, en oración, el lector medite sobre cada pregunta.
1) ¿Existe una situación en su vida que aparece frecuentemente en la mente o le despierta durante la noche?
2) ¿Está maquinando maneras de vengarse si tan sólo tuviera oportunidad de hacerlo? Varias personas me han dicho que estas maquinaciones son, precisamente, lo que les privan del sueño.
3) ¿Recuerda hasta los más ínfimos detalles de un evento que sucedió hace tiempo? La amargura tiene una memoria de elefante, y recuerda hasta los detalles más oscuros de un incidente. Tiempo atrás dos vecinas nuestras, cristianas, tuvieron una fuerte riña en plena calle. Fue sorprendente que una de las contrincantes, sin sacar apuntes pero con lujo de detalles, nombró cada vez que su vecina le había pedido prestado algo durante los últimos cinco años. Después de haber sembrado resentimiento, éste brotó en amargura cuando se presentó el ambiente apropiado.
¿Por qué recordamos ese tipo de detalles con tanta facilidad? En primer lugar, porque tal como mencionamos en la sección I siempre recordamos las heridas y las ofensas. Pero la razón principal es que repasamos y repasamos los detalles.
Cuando yo era estudiante en la secundaria, un maestro nos enseñó cuál era, según él, la mejor manera de recordar el material del curso: repasar, repetir y repasar. ¡Si pudiéramos recordar los buenos momentos o aun los pasajes de la Biblia tanto como recordamos las ofensas!
4) ¿Se siente ofendido y, debido a que usted estima es víctima, está justificando el resentimiento? Aquí la frase clave es “pero yo tengo razón». No hay situación más difícil de solucionar que cuando la persona ofendida tiene razón.
Carlos, un brillante y joven empresario, ascendió rápidamente en la empresa y a los 36 años llegó a ser vicepresidente con miras a llegar aun más arriba. Aunque el mismo director y fundador de la organización lo había empleado, llegó a sentir que Carlos era una amenaza y buscó motivos para despedirlo. Este, un creyente en Cristo, ignoraba el complot que se gestaba en la oficina a sólo cinco metros de la suya. Finalmente, un viernes por la tarde el director comunicó a Carlos en palabras terminantes que no tenía que volver a trabajar el lunes. Cuando preguntó por qué, el director, también cristiano, presentó una serie de mentiras y medias verdades.
Carlos encontró otro empleo pero sigue amargado. Envenenó de amargura a su esposa (que, por supuesto, tomó sobre sí la ofensa y está más amargada que él) y a sus mejores amigos.
Ahora bien, Carlos tenía toda la razón. Cada vez que escucho la historia yo mismo me enojo, porque era y sigue siendo injusto. Admito que es difícil quitar la amargura de la vida de quien fue ofendido, herido, pisoteado, marginado, pasado por alto, o algo similar. Es difícil porque esa persona es víctima. Sin embargo, la Santa Palabra de Dios interviene con el mandamiento “quítense de vosotros toda amargura…” (Efesios 4:31).
5) ¿Hay explosiones desmedidas en cuanto a incidentes que de otra manera tendrían menor importancia? Sucede a menudo en la vida matrimonial cuando uno de los cónyuges por algún motivo está amargado. Tal amargura se entremete en todas las contiendas con el cónyuge, y es como un volcán esperando el momento de erupción. Súbitamente y sin previo aviso, comienza a salir todo tipo de veneno antes escondido bajo la superficie. El cónyuge se sorprende por la reacción violenta y se pregunta cuál es la razón.
6) ¿Le sucede que al leer la Biblia casi inconscientemente aplica la Escritura a otros en vez de a sí mismo? Muchas personas amargadas hallan en la Biblia enseñanzas que aplican a otros (en forma especial al ofensor).
Una de las pruebas de que yo me libré de la amargura fue que al leer el libro de Proverbios me encontré aplicando sus enseñanzas a mi propia vida en vez de a la vida de otros involucrados en el incidente en la iglesia.
7) Por lo general ¿usa usted expresiones que incluyen “ellos” o “todo el mundo” para apoyar sus argumentos? Durante el problema que experimentamos en nuestra iglesia entró en combate uno de los amigos más íntimos de la amargura: el chisme. La persona amargada piensa que tiene razón (y probablemente sea cierto), busca a otros, comparte su experiencia, fundamenta su actitud con exageraciones y generalizaciones refiriéndose a “todo el mundo». Para poder enterrar el problema en nuestra congregación, entre otras cosas tuvimos que disciplinar a una dama que cayó en el pecado de ser chismosa.
Enfrentada con los pecados de la amargura y el chisme, se justificó diciendo que “tenía razón», y junto con su esposo se fueron de la iglesia ofendidos.
8) Cuando se refiere a su iglesia local, ¿habla de “ellos” o de “nosotros»? La persona amargada empieza a distanciarse de la congregación, cuando dice “ellos” al referirse a otros miembros de la iglesia.

Mirón, J. (1994). La amargura, el pecado más contagioso (pp. 13-17). Editorial Unilit.

La mansedumbre

Sábado 24 Junio
El Señor no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
1 Reyes 19:11-12
(Jesús dijo:) Soy manso y humilde de corazón.
Mateo 11:29
El fruto del Espíritu (9)
La mansedumbre
El octavo sabor del fruto del Espíritu es la mansedumbre. Tristemente la manifestamos muy poco: ella excluye toda forma de brusquedad, dureza, amargura. Y produce una sensación de seguridad y comodidad.

Dios es un Dios lleno de dulzura… su voz es “apacible” y delicada; su dulzura se muestra en su amor y compasión por nosotros. Nos habla, e incluso nos corrige, con dulzura (Jeremías 30:11). Si conocemos la mansedumbre de Dios, podremos reflejar aunque sea un poco de ella con la ayuda del Espíritu Santo.

En el Nuevo Testamento, a menudo la mansedumbre se asocia a la humildad (Efesios 4:1-2), al hecho de no insistir sobre nuestros derechos. No puedo ser manso si soy orgulloso.

Amigos cristianos, hay dos ámbitos en los cuales debemos manifestar especialmente la mansedumbre: cuando estamos en una posición de autoridad o poder, ya sea en el entorno familiar, profesional, o incluso en las reuniones cristianas; y cuando hablamos de nuestra fe a personas que aún están alejadas de Dios. ¡No las despreciemos! Esta no sería una demostración de mansedumbre (1 Pedro 3:15), sino de un orgullo deplorable. Algunas personas han pasado por momentos difíciles y se han alejado de la fe. ¡Ayudémosles a mantener encendida la pequeña llama! (Gálatas 6:1). Y recordemos este versículo: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” (Filipenses 4:5). ¡La mansedumbre es uno de los caracteres de Jesús! (2 Corintios 10:1).

(continuará el próximo sábado)
2 Reyes 23:21-37 – 1 Timoteo 6 – Salmo 74:12-23 – Proverbios 18:1

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