NAVIDAD SIN JESÚS – Isaías 9:6

NAVIDAD SIN JESÚS

Isaías 9:6

Ya se acercan los gratos días de la Navidad. El ambiente comienza a llenarse de la alegría. Las atractivas vitrinas de los almacenes, con sus adornos, sus muñecas y demás juguetes infantiles, nos están recordando que una nueva Navidad está a nuestras puertas. Mas, ¿celebraremos este año una Navidad sin Jesús? Tal cosa parece extraña; y hay razón, porque, ¿cómo es posible que haya Navidad sin Jesús? Si ella celebra el nacimiento del Hijo de Dios, ¿cómo puede celebrarse la Navidad sin Jesús? Sería un contrasentido, como si en el Cielo no brillaran las estrellas, como si en el jardín no hubiese flores, como ver un cuadro sin paisaje o como si en el rostro de un niño no se dibujara una sonrisa. Y, sin embargo, la triste realidad es que para muchos hay Navidad sin Jesús. Porque tienen quizá de todo; pero no tienen a Jesús. Sólo aprovechan la ocasión para divertirse a su sabor y gusto, y se encuentran muy alejados del que fue el humilde Niño de Belén.

1. La Navidad sin Jesús es la que se celebra sin pensar en los demás: si ahondamos un poco en el significado de la Navidad descubriremos verdades hermosas. La Navidad es algo más que el nacimiento natural y normal del Niño Jesús. Detrás de ese acontecimiento histórico se esconden los propósitos y la voluntad de Dios. La primera Navidad consistió en el regalo que Dios le hizo a la humanidad. Isaías profetizó: «Porque un Hijo nos es dado Hijo nos es nacido». El ángel dijo a los pastores: «No temáis, porque he aquí que os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os es nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor». Aquí tenemos la idea de «dar». Dios es el más grande dador en el universo. Él nos da todo; él nos dio la vida, y en la manifestación cumbre de su amor, se dio a sí mismo por nosotros en la persona de su Hijo Cristo Jesús. Tal fue la actitud de Dios en la primera Navidad. Y esa debe ser también la de nosotros. Los que nos llamamos sus hijos. No pensemos tanto en los regalos que recibiremos, sino en las cosas que podremos dar a los demás. Hay muchas maneras en que podemos ayudar a otros, especialmente durante estos días. Tal es el espíritu cristiano de una verdadera Navidad. No seamos, pues, egoístas. Hay muchísimas personas necesitadas alrededor de nosotros. Tal vez es un vecino que vive en la indigencia; quizás es un familiar muy pobre, sin ropa y sin alimentos; o un amigo lejano que implora nuestro socorro. Cada uno puede hacer algo dentro de sus propias posibilidades. Lo malo es que hay personas a quienes Dios ha bendecido ricamente, y no piensan más que en sí mismas. Pudiendo llevar un rayo de luz y de gozo a los que sufren, no lo hacen, porque son adinerados, mas vacíos de espíritu. Ninguna Navidad podrá ser realmente alegre si no pensamos en los demás. La Biblia nos dice: «Más bienaventurada cosa es dar que recibir». Mostremos, entonces, el espíritu de Cristo; irradiemos en nuestra vida su luz; exhalemos en nuestros actos su aroma.

2. La Navidad sin Jesús es la que se celebra cuando no se tiene verdadero gozo en el corazón: la Navidad es una fiesta de gozo. En el Cielo hubo fiesta cuando el Verbo eterno, quien por obra milagrosa de Dios había encarnado en el vientre virginal de María, nació en la aldea de Belén. Aquella noche de la primera Navidad, los pastores humildes corrieron hasta el pesebre y rindieron gozosos el tributo de su adoración al Dios hecho hombre; los ángeles, mensajeros celestiales, irrumpieron sobre el escenario de la Tierra para inundar la atmósfera con sus melodiosos cánticos, alabando a Dios en las alturas y anunciando la paz y la buena voluntad a los hombres. María y José también sintieron gozo profundo en sus corazones. Pero no hay que confundir el gozo de origen divino con la alegría barata, sensual y efímera, que es lo que muchos buscan durante estos días navideños. para esos la Navidad consiste en tomar licor, en bailar, en participar de grandes comilonas, en ir de farra, y cosas semejantes. Mas eso es alegría mundana, la cual está muy lejos de honrar el nombre de Dios. El gozo es uno de los frutos del Espíritu Santo, es una emoción íntima, del espíritu la cual es producida por la experiencia de Dios en la vida y no por los deleites carnales. Nada importaría que no hubiese ropa que estrenar o cena que comer o paseos que realizar, lo importante y esencial es tener el gozo de Cristo en el alma. Por supuesto esas otras cosas legítimamente obtenidas y circunspectamente realizadas, son buenas, y ojalá que todos pudieran tenerlas; pero debe haber gozo en el corazón antes que todo lo demás. Y debemos gozarnos porque Dios, al vernos perdidos en nuestros delitos y pecados, pensó en nosotros y nos envió a su Hijo para que él por medio de su muerte y de su resurrección nos perdonara y nos abriera las puertas del Cielo.

3. La Navidad sin Jesús es la que se celebra cuando no se conoce la historia de Jesús: la Navidad es un tiempo propicio para meditar en el nacimiento y en la vida de Jesús. La historia de su advenimiento debe refrescarse en nuestra memoria. Cuando los israelitas celebraban la fiesta de la Pascua, recordaban el maravilloso evento histórico de la liberación de sus antepasados de la bochornosa esclavitud en Egipto. La Pascua les hacía meditar en las bondades de Jehová Dios y en su intervención providencial en la historia. ¿ Cómo es posible que muchos celebren la Navidad sin siquiera saber cuál es el motivo, ni conocer la historia de la venida de Jesús al mundo? Hay todavía mucha ignorancia con respecto a la Palabra de Dios. Aun los llamados cristianos celebran la Navidad como una costumbre tradicional, y en una forma casi pagana, alejándose de la sencillez sublime de los evangelios. Los hombres han convertido la Navidad en una racha comercial; los sibaritas, en un tiempo de holgorios y deleites; y los engañadores, en una ocasión más para fomentar la idolatría. Esto no debiera ser así. Estudiemos a conciencia el relato de los evangelios a fin de que nos acerquemos más a Jesucristo nuestro Señor y lo honremos celebrando dignamente su nacimiento humano e histórico.

CONCLUSIÓN

Ningún derecho tienen de celebrar la Navidad los que no conocen a Jesús ni le han recibido en sus corazones como Salvador, Rey y Señor. Todos los que en aquella primera Navidad, en el ambiente bucólico de Belén, llegaron hasta el establo donde yacía Jesús, por fe lo aceptaron como al Hijo de Dios. Los Magos, en un reconocimiento de su realeza y divinidad, le ofrecieron oro, incienso y mirra. El nombre de Jesús es sólo un pretexto para muchos, para sus orgías y francachelas; pero a su persona divina, humana y redentora, es decir a él, no le toman en serio. Jesús está totalmente fuera de la vida de muchos. Y no es asunto de tener una estatuilla o un muñeco bonito y llamarlo el Niño Dios creyendo que ese objeto es Jesús. No. Eso es un craso error. A decir verdad, resulta impropio y hasta irreverente hablar ahora de Jesús como el «Niño Dios», aunque es cierto que él, en su naturaleza humana, nació como un niño. A Jesús, como la revelación cumbre de Dios, tenemos que concebirlo por la fe como un varón perfecto, poseedor de la hombría ideal, santo, divino. ¿Será tu Navidad una Navidad sin Jesús este año? ¡Que no sea así! ¡Acéptalo como el Hijo unigénito de Dios y como tu Salvador personal!

Vila, S. (2001). 1000 bosquejos para predicadores (pp. 654-656). Editorial CLIE.


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