ESTEMOS FIRMES

ESTEMOS FIRMES

11/2/2017

Estad así firmes en el Señor. (Filipenses 4:1)

El versículo de hoy trae a la mente la imagen de un soldado que se mantiene firme en medio de la batalla. Pablo empleó la misma metáfora en Efesios 6:11: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. Estar firmes espiritualmente quiere decir no comprometer su testimonio cristiano al dejarse abatir por las pruebas o las tentaciones.

Me entristece que muchos creyentes no toman en serio a Dios y sus mandamientos. En vez de conocer a Dios, muchos prefieren que los entretengan. Esa indiferencia considera sus mandamientos como simples sugerencias. Pero nuestro soberano Señor nos manda que estemos firmes. Inmanente en ese mandato está la capacidad de obedecer.

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Gozo en medio del dolor

NOVIEMBRE, 02

Gozo en medio del dolor

Devocional por John Piper

Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande. (Mateo 5:11-12)

El hedonismo cristiano indica que, para el cristiano, hay distintas formas de regocijarse en el sufrimiento. Todas son como expresiones de la gracia de Dios que todo lo satisface y en todo es suficiente.

Una forma de regocijarnos en el sufrimiento es fijar nuestra mirada en la grandeza de la recompensa que obtendremos en la resurrección. El resultado de este tipo de enfoque es que nuestra aflicción presente se vuelve pequeña en comparación con lo que ha de venir: «Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada» (Romanos 8:18; ver 2 Corintios 4:16-18). Regocijarnos al pensar en nuestra recompensa no solo hace que el sufrimiento sea tolerable, sino que también hace que el amor sea posible.

«Amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande» (Lucas 6:35). Sea generoso con los pobres y, como dice Lucas 14:14: «serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos».

Otra forma de regocijarse en el sufrimiento es sufrir con la convicción de la esperanza. El gozo en las aflicciones está arraigado a la esperanza de la resurrección, pero nuestra experiencia en el sufrimiento también hace crecer la raíz de esa esperanza.

Por ejemplo, Pablo dice: «Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza» (Romanos 5:3-4).

En este pasaje, el gozo de Pablo no se basa simplemente en la gran recompensa, sino en los efectos que el sufrimiento produce al consolidar su esperanza en esa recompensa. Las aflicciones producen paciencia, y la paciencia, una sensación de que nuestra fe es real y genuina, y eso fortalece nuestra esperanza de que en verdad ganaremos a Cristo.


Devocional tomado del libro “Deseando a Dios”, páginas 283-284

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«Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley»

2 de noviembre

«Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley».

Salmo 119:53

Alma mía, ¿sientes este santo estremecimiento ante los pecados de los demás? Porque si no lo sientes, careces de santidad interior. Las mejillas de David estaban mojadas por ríos de lágrimas debido a la impiedad reinante; Jeremías deseaba que sus ojos se convirtieran en fuentes de agua para llorar las iniquidades de Israel; y Lot se sintió abrumado por la conducta de los hombres de Sodoma. Aquellos sobre quienes se puso una señal (en la visión de Ezequiel), eran los que suspiraban y clamaban por las abominaciones de Jerusalén. No puede sino contristar a las almas bondadosas el ver el trabajo que se toman los hombres para ir al Infierno. Ellas conocen experimentalmente el mal del pecado, y se sienten alarmadas de ver a otros volar como polillas hacia su fuego. El pecado hace que el justo se estremezca, porque viola una ley santa que debiera guardarse por el más alto interés de todo hombre. El pecado derriba los pilares de la nación. El pecado practicado por otros horroriza al creyente, porque le recuerda la ruindad de su propio corazón. Cuando ve a un transgresor clama como el santo mencionado por Bernardo: «Él cayó hoy, y yo puedo caer mañana». El pecado es horrible para el creyente, porque crucificó al Salvador. El creyente ve en toda iniquidad los clavos y la lanza. ¿Cómo puede un alma salvada ver sin horror a ese maldito matador de Cristo? Di, corazón mío, ¿apruebas todo esto? Es espantoso insultar a Dios en su rostro. Dios merece mejor trato: él lo reclama y él lo obtendrá; de lo contrario, dará el pago en su cara a sus adversarios. Un corazón despierto tiembla ante la audacia del pecado y se siente alarmado por la contemplación de su castigo. ¡Cuán monstruosa es la rebelión! ¡Qué juicio tan horrible aguarda al impío! Alma mía, nunca te rías de las locuras del pecado, no sea que llegues a reírte del pecado en sí. El pecado es tu enemigo y el enemigo de tu Señor. Míralo con odio; pues solo así puedes demostrar que posees esa santidad sin la cual nadie verá al Señor.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 317). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

1 – [6] – Santidad de Dios

Ligonier Español     

1 – [6] – La Santidad de Dios

Dr. R.C. Sproul

 

Hace más de 30 años que el Dr. R.C. Sproul escribió su afamado libro “La Santidad de Dios”, el cual por la gracia de Dios ha sido de bendición y edificación a una multitud de personas alrededor del mundo. En esta serie de 6 estudios, R.C. Sproul explora bien de cerca el carácter de Dios, llevándonos a nuevas percepciones sobre el pecado, la justicia y la gracia. La Santidad de Dios examina el significado de la santidad y por qué las personas están fascinadas y aterrorizadas por un Dios santo. R.C. Sproul dice: «La santidad de Dios afecta cada aspecto de nuestras vidas – economía, política, atletismo, romance – todo con lo que estamos involucrados».
http://www.ligonier.org/

Oficios eclesiales

2 NOVIEMBRE

2 Reyes 15 | Tito 1 | Oseas 8 | Salmos 123–125

En algunas denominaciones, se enseña que la Biblia presenta tres oficios eclesiales: los obispos, que presiden sobre varias congregaciones; los ancianos/pastores, que sirven en iglesias locales, especialmente con respecto al ministerio de la palabra y la oración (alguno añadirían “sacramento”) y los diáconos, que ayudan con la administración de fondos, particularmente en el cuidado de las necesidades físicas del rebaño (ver la meditación del 25 de octubre).

No obstante, en muchos círculos se acepta que, en realidad, el Nuevo Testamento reconoce sólo dos oficios: el obispo/anciano/pastor y el diácono. Uno de los escritos más convincentes sobre este asunto es de J.B. Lightfoot, un anglicano del siglo pasado. Él argumenta, con razón, que la división en tres categorías surgió una vez escritos los documentos del Nuevo Testamento.

Esto significa, por supuesto, que uno de los dos oficios se conoce con tres nombres diferentes, en parte porque la obra tiene muchas facetas. La palabra pastor proviene de una raíz latina y ya se usaba para los encargados de las ovejas (1 Pedro 5:2). Los pastores alimentan, defienden, guían y disciplinan al rebaño. El término anciano surge tanto del gobierno de aldeas antiguas como de las sinagogas: los líderes han de ser maduros y respetados. Como la palabra obispo hoy día tiene tantas connotaciones eclesiásticas, algunas versiones suelen usar otras palabras como episcopado, dirigente o supervisor (1 Timoteo 3:1, por ejemplo) para captar los elementos de supervisión, la gestión piadosa y la responsabilidad espiritual incluidos en la tarea.

Una de las razones por las cuales tantas personas han llegado a la conclusión de que las palabras obispo, anciano y pastor son todas aplicables al mismo puesto es que las listas de requisitos para estas tareas son muy parecidas. Por tanto, compara Tito 1:6–9, que habla sobre el anciano, con 1 Timoteo 3:1–7, que trata del obispo.

Un punto de aparente divergencia en versiones tales como la Nueva Versión Internacional provoca ataques de remordimiento a algunos pastores. 1 Timoteo 3:4 estipula que el obispo “debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto”. Por otro lado, Tito 1:6 exige que el anciano sea un hombre cuyos “hijos sean creyentes, libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia”. Este requisito suena más estricto que el del obispo. Pero en realidad, esta traducción no es correcta y además es impracticable. El griego bien podría interpretarse como “cuyos hijos sean fieles”, en el sentido de que no son “libertinos o desobedientes”. Mientras los hijos vivan bajo el techo del padre, el obispo/anciano debe gobernar su casa de tal manera que demuestre ser capaz de dirigir también la iglesia. Si entendiéramos que Tito 1:6, tal como aparece en la NVI, exige que sus hijos sean creyentes, bien podríamos preguntarnos: “¿desde qué edad?” En fin, la mala traducción también es impracticable. Lo que el texto original dice encaja bien con 1 Timoteo 3.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 306). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Yo soy la resurrección y la vida

jueves 2 noviembre

Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron (es decir: que han muerto) es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.

1 Corintios 15:20-21

Yo soy la resurrección y la vida

¡Estas palabras de Jesús cambiaron todo! Los creyentes que vivieron antes de la era cristiana tenían una idea muy imprecisa con respecto al destino de su cuerpo. Pero cuando Jesús apareció, el misterio fue revelado: el cuerpo mortal del creyente, aunque esté descompuesto y se haya convertido en polvo, será transformado y hecho semejante al “cuerpo de la gloria” del Señor Jesús (Filipenses 3:21), cuerpo espiritual, incorruptible e inmortal (1?Corintios 15:53). Mediante su propia resurrección, Jesús nos da la seguridad de que nosotros también resucitaremos.

Para el que cree en el Señor Jesús, la muerte no tiene ese “aguijón” (1 Corintios 15:55), es decir, ya no tenemos que tener miedo de ella. El creyente fue comprado, cuerpo, alma y espíritu. Cuando llegue el momento de la resurrección de vida, será transformado a la semejanza del cuerpo glorificado del Señor. Jesús mismo vendrá, no revestido de humillación y sufrimiento, como en su primera venida, sino que vendrá en gloria para llevar consigo al cielo a quienes rescató.

Amigo cristiano afligido por el duelo, quizás esté sumido en la amargura. ¡Pero si el ser querido por el que llora era un creyente, puede cobrar ánimo! La Palabra de Dios dice: Nuestro Salvador “quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad” (2 Timoteo 1:10). Mientras está en el velorio, o al lado de la tumba, ¡recuerde que de ese mismo polvo, un cuerpo revivirá eternamente para alabar a su Dios redentor!

Ester 7 – Juan 17 – Salmo 119:105-112 – Proverbios 26:21-22

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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