Tres veces he rogado al Señor… Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.2 Corintios 12:8-10
Todo tipo de oraciones (10) – Cuando Dios dice no
El apóstol Pablo contó a los creyentes de Corinto una experiencia única (2 Corintios 12:1-10): fue llevado transitoriamente al paraíso, escuchó palabras maravillosas, imposibles de expresar en el lenguaje humano. Pero luego “volvió a la tierra” para llevar a cabo la misión que Dios le confiaba. Dios sabía que Pablo podría enorgullecerse de esas revelaciones extraordinarias. Para mantenerlo en humildad permitió que su siervo tuviese una discapacidad física que le hacía sufrir mucho. El apóstol suplicó tres veces al Señor que se la quitase, pero la respuesta fue negativa. Al dejarle esa discapacidad, su Señor le enseñaba a apoyarse en él. Y esto demostraba que el poder de su predicación venía de Dios y no de él mismo.
En vez de rebelarse, Pablo se sometió tranquilamente. Debido a ese “aguijón”, aprendió y transmitió importantes lecciones. Y el Señor lo utilizó para animar y consolar a generaciones de creyentes que sufren de diversas maneras, sin que Dios considere apropiado retirar la prueba. Si lo hubiese curado, no se habría obtenido dicho resultado.
Dios siempre responde a sus hijos, pues los ama. A veces les responde “sí”, a veces “no”, o “espera un poco”. Él no es indiferente a nuestras dificultades, pero quiere emplearlas para nuestro bien y para el bien de los que nos rodean. Si, en su sabiduría, no nos libera, sometámonos pacientemente; y como Pablo, aprendamos lo que significa: “Bástate mi gracia”.(continuará el próximo domingo)
(Jesucristo) participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.Hebreos 2:14-15
¿Reír o tener miedo?
Cuando se empezó a utilizar el internet en las empresas, una secretaria me preguntó dónde podría encontrar imágenes de diablos.-¿De diablos, por qué?, le pregunté.-Para mi hijo de 10 años, me respondió.-Pero, ¿no le dan miedo? -No, le hacen reír, me dijo.
Cada año (el 31 de octubre) la fiesta de Halloween reúne a niños y jóvenes que se disfrazan de diablos o brujas para jugar con la muerte y reírse de ella. ¿Es inofensivo bromear con la muerte? Queremos trivializarla, pero en realidad ella conserva su lado terrorífico.
La Biblia nos dice que la muerte es “la paga del pecado”; alcanza a todos los hombres, porque “todos pecaron” (Romanos 6:23; 3:23). Después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27) para los que, durante su vida, no quisieron solucionar ante Dios el problema de sus pecados.
Entonces, ¿debemos reír o tener miedo? ¡Cada uno debe reflexionar!
¡El cristiano no debe tener miedo ni reírse de la muerte! Cristo tuvo que morir para borrar sus pecados, por lo tanto no será juzgado por Dios. Cristo resucitado le da la vida eterna y la certeza de que su cuerpo resucitará. No tiene miedo de la muerte porque esta fue vencida definitivamente por Jesucristo. “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54).
El cristiano no está libre de sufrir un accidente o un atentado… Si es la víctima, si está ausente del cuerpo, está presente al Señor (2 Corintios 5:8). Está con Cristo y espera la resurrección de su cuerpo. ¡Qué maravillosas promesas del Dios vivo y verdadero!
Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.1 Corintios 6:14
(Jesús dijo:) Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?Juan 11:26
Dentro de un momento
Santiago era cristiano; padecía una grave enfermedad y sabía que su muerte se acercaba. Cuando hablaba de ese pasaje que lo llevaría a la presencia de Dios, al “paraíso” (Lucas 23:43), decía serena y firmemente: “Dentro de un momento”. Ese más allá le era familiar porque sabía que allí encontraría a Jesús, Aquel a quien oraba y quien lo sostenía en la enfermedad.
Hoy está con Jesús. Los que lo aman saben que está junto a su Salvador. Su cuerpo volvió al polvo (Génesis 3:19), pero resucitará, pues Santiago creyó la palabra del Señor: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).
Para cada uno de nosotros hay un “dentro de un momento”; solo Dios lo conoce. Entonces se termina nuestra vida terrena y pasamos al más allá. Pero, ¿cuál más allá? ¿Ha pensado usted en ello? Para todos los que aceptaron el regalo de la vida eterna en Jesucristo, esta vida se traduce, desde hoy, en una relación viva y real con Dios. La fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Esa era exactamente la mirada de fe que Santiago, desde su cama, tenía sobre su futuro.
“Dentro de un momento” también es el instante en el cual Jesús va a venir a la tierra a buscar a los suyos, a su Iglesia. Los que hayan muerto en Cristo, resucitarán, al igual que Santiago; los que todavía estén vivos en la tierra, serán transformados. Esperanza bienaventurada para los creyentes: irán “para recibir al Señor en el aire”, a fin de estar “siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).
Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Entre dos mundos
Este mundo no es nuestro hogar, pero lo será. Vivimos nuestros días en este mundo triste esperando ansiosamente el cielo nuevo y la tierra nueva, aferrándonos diariamente a esta promesa: «He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Ap 21:3-4). Somos peregrinos en nuestro viaje a casa y añoramos un lugar en el que nunca hemos estado. Somos extranjeros, forasteros y extraños en una tierra extraña, cuya ciudadanía en el cielo está asegurada en Aquel que ha ido delante de nosotros, que está sentado a la diestra del Padre y que vuelve para juzgar, vencer y consumar.
En este mundo tendremos tribulaciones, pero «confiad», dijo Jesús —no porque vayamos a vencer al mundo, cambiar completamente el mundo, acostumbrarnos a este mundo o llegar a amar el mundo— sino porque Jesús declaró: «Yo he vencido al mundo» (Jn 16:33). Y así, esperamos entre el ya y el todavía no, entre lo que nuestro Señor ha declarado que ya es verdad y lo que todavía no se ha revelado. Sin embargo, nuestra espera no es en vano, ni es una espera pasiva o aislada. Más bien, esperamos a nuestro Novio para que pueda reunir a Su novia de toda tribu, lengua y nación para Su gloria. Esperamos con esperanza, con participación activa en la misión de Dios y en comunidad con la Iglesia de Jesucristo, pues Cristo es la luz del mundo y los que estamos unidos a Él por la fe —y por la fe sola— estamos en Él. Y así, tan pronto como Cristo nos llama a salir de las tinieblas y a entrar en Su maravillosa luz, nos envía de vuelta a las tinieblas para brillar tanto en palabras como en hechos ante el mundo que nos observa. A medida que el mundo vea nuestras buenas obras y mientras el mundo escuche nuestra proclamación del glorioso evangelio, la novia elegida de Cristo de todo el mundo glorificará a nuestro Padre en el cielo.
Para que la creencia tenga un significado que cambie el corazón y la vida, requiere que Dios sea tanto su fuente como su objeto (Sal Aunque retirarse por completo del mundo a menudo parece atractivo, el Señor no nos da esa opción (1 Co 5:9-10). Más bien, mientras vivimos en este mundo de pecado y en estos cuerpos de pecado, somos embajadores de Cristo en nuestro viaje a la tierra prometida. Cuando nosotros los peregrinos lleguemos a casa, Jesús enjugará toda lágrima de nuestros ojos —no solo las de tristeza, sino también las de alegría— ya que, de lo contrario, no podríamos verle cara a cara mientras le adoramos por siempre coram Deo.
El Dr. Burk Parsons es pastor principal de Saint Andrew’s Chapel [Capilla de San Andrés] en Sanford, Florida, director de publicaciones de Ligonier Ministries, editor de Tabletalk magazine, y maestro de la Confraternidad de Enseñanza de Ligonier Ministries. Él es un ministro ordenado en la Iglesia Presbiteriana en América y director de Church Planting Fellowship. Es autor de Why Do We Have Creeds?, editor de Assured by God y John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine, and Doxology, y co-traductor y co-editor de ¿Cómo debe vivir el cristiano?de Juan Calvino.
Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.Santiago 4:7-8
El tren accidentado
Bill y Jim trabajaban en una compañía ferroviaria en la costa del Pacífico. Bill era cristiano, pero Jim no admitía la existencia de un Dios que habría creado un mundo como este, con tanta miseria y maldad. Cierto día ocurrió un grave accidente en la línea que va de Seattle a Portland. Bill y Jim fueron al lugar del siniestro. Se encontraron con una masa deforme de escombro y hierros. Era todo lo que quedaba del admirable tren express totalmente nuevo que había salido del almacén poco antes.
Bill, un poco provocador, dijo a Jim:
– ¡Cuando pienso que trabajamos para una compañía que hace pasar esto por un tren! ¡Ese montón de hierro no se parece nada a un tren!
– ¡Es una tontería lo que dices! ¡Sabes bien que el conductor estaba ebrio!
– Claro, y tú, bien sabes que el responsable del estado actual de este mundo no es el Creador. Dios creó al hombre a su imagen, perfecto. Pero como resultado del pecado de Adán y Eva, todo se arruinó, es como si un conductor ebrio fuese el responsable del desastre.
– Tienes razón, no es justo culpar a Dios por la situación actual; por supuesto, fue el hombre quien estropeó todo.
Por fin Jim se volvió a Dios. Y nosotros, ¿sabemos que debido al pecado del hombre, Satanás se convirtió en el “príncipe de este mundo” y quiere llevar a la perdición al mayor número posible de personas? Pero Dios nos dio un remedio: la fe en Jesucristo, único y seguro medio para escapar al desastre hacia el cual Satanás lleva a los hombres sobre los cuales gobierna.
“Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4).