“Casa de Dios”

“Casa de Dios”

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27 ENERO

Génesis 28 | Mateo 27 | Ester 4 | Hechos 27

alimentemos_el_almaEl nombre Bet-el significa “Casa de Dios”. Me pregunto cuántos son los refugios cristianos, los seminarios y colegios bíblicos, las iglesias y las casas que han escogido este nombre para adornar sus letreros y sus membretes.

No obstante, los sucesos que condujeron a este nombre en su origen (Génesis 28) constituyen una mezcla ambivalente. Aquí tenemos a Jacob, cubriendo apresuradamente la gran distancia que le separa de su tío Labán. A primera vista, busca una esposa piadosa – pero este motivo de su viaje está más en la mente de Isaac que en la de su hijo Jacob. En realidad, este intenta poner a salvo su vida, como el capítulo precedente da a entender de forma muy clara: quiere evitar la muerte a manos de su propio hermano como consecuencia de su acto sórdido de traición y engaño. A juzgar por lo que pide a Dios, corre el peligro de quedarse sin comida y ropa adecuada, y ya añora a su familia (28:17).

Por su parte, Dios reitera los términos esenciales del pacto que hizo con Abraham al nieto de este. La visión de la escalera abre la perspectiva del acceso a Dios, de una relación inmediata entre Dios y un hombre que, hasta este momento, ha actuado más por la conveniencia que por los principios. Dios promete que sus descendientes se multiplicarán y que recibirán la tierra. La gran expansión de estos descendientes se repite: “y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia” (28:14). Incluso en la esfera más personal, Jacob no será abandonado, puesto que Dios declara: “Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido.” (28:15).

Una vez despierto tras este sueño, Jacob erige un altar y llama este sitio Betel. No obstante, en gran parte sigue siendo el mismo artero que antes. Hace una promesa a Dios: Si Dios hace esto y lo otro, si saco de este acuerdo todo lo que quiero y a lo que aspiro “entonces el Señor será mi Dios” (28:20–21).

¡Y Dios no le fulmina! El relato sigue: Dios cumple sus promesas, y mucho más. Todas las condiciones exigidas por Jacob se cumplen. Uno de los grandes temas de las Escrituras es que Dios se encuentra con nosotros allí donde estemos: en medio de todas nuestras inseguridades, del carácter condicional de nuestra obediencia, de nuestra mezcla de fe y duda, de temor hacia Dios y de autointerés, de comprensión sublime y necedad. Dios no se revela únicamente a los grandes ni a los héroes espirituales, sino a nosotros mismos, allí donde esté nuestro Betel.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 27). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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