La importancia de las doce tribus en la narrativa bíblica

La importancia de las doce tribus en la narrativa bíblica

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29 ENERO

Génesis 30 | Marcos 1 | Ester 6 | Romanos 1

alimentemos_el_almaCuando era niño e iba a la escuela dominical, aprendí los nombres de las doce tribus de Israel mediante un coro sencillo: “Estos son los nombres de los hijos de Jacob: / Gad, Aser y Simeón / Rubén, Isacar y Leví / Judá, Dan y Neftalí- Doce en total pero nunca en pares / Zabulón, José y Benjamín.”

Pero hicieron falta muchos años más para que comprendiera la importancia que tienen las doce tribus en la narrativa bíblica. La organización de la nación de Israel depende de que se apartase a una tribu, los levitas, como sacerdotes. De otra tribu, la de Judá, nace la dinastía davídica, la cual culmina en el nacimiento del Mesías. Al cabo de varios siglos, la tribu de José se vería dividida en dos: Efraín y Manasés; en gran parte, Benjamín se uniría a Judá. En el último libro de la Biblia, vemos cómo las doce tribus del Antiguo Testamento constituyen un contrapunto con respecto a los doce apóstoles del nuevo: esta clave 12 por 12 (es decir 144 en términos del simbolismo de este texto apocalíptico) engloba de hecho a todo el pueblo de Dios.

Pero ¡qué sórdidos son los comienzos tal como se relatan en Génesis 30! El engaño de Labán en Génesis 29, como resultado del cual Jacob acabó casándose tanto con Lea como con Raquel, ahora desemboca en uno de los episodios más feos de rivalidad entre hermanos de todas las Escrituras. Cada una de las mujeres de esta familia tiene tantas ansias de destacar con respecto a la otra, que está dispuesta a entregar su criada a su marido para evitar que la otra le aventaje en la carrera para dar a luz. Tan egocéntricas e impetuosas son las relaciones aquí descritas, que otra vez más Raquel llega a vender la intimidad sexual con su marido a su hermana Lea a cambio de un par de mandrágoras. La poligamia se ha establecido, junto con el caos de relaciones distorsionadas a la que da lugar.

De estas relaciones dolorosas y francamente disfuncionales, nacen 11 hijos y una hija (el nacimiento de Benjamín se relata en el capítulo 35). He aquí los orígenes de las doce tribus de Israel, los cimientos de la nación israelita, unos orígenes que no son peores que los de cualquier otra nación, sino que son sencillamente típicos. Pero una cosa ya va quedando clara: Dios no se asocia con esta familia porque esta sea algo superior a las demás familias. Más bien, escoge usarla a fin de mantener sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. Por gracia, persevera con ellos a fin de llevar a cabo sus grandes propósitos redentores. Ni la sórdida dinámica familiar, la cual podría constituir el argumento de una película de segunda categoría, es capaz de impedir que el Soberano del universo mantenga las promesas de su pacto.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 29). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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