6 ABRIL

¿Por qué te escondes en momentos de angustia?”
Levítico 9 | Salmo 10 | Proverbios 24 | 1 Tesalonicenses 3
El Salmo 10 continúa el tema de la justicia y del juicio de Dios, aunque ahora ya no se trata directamente de la cuestión de la justicia inmediata y personal para David al sentirse traicionado por sus enemigos, sino de una visión más amplia de la justicia de Dios. ¿Dónde está Dios cuando los malos parecen prevalecer? “¿Por qué, SEÑOR, te mantienes distante?
¿Por qué te escondes en momentos de angustia?” (10:1).
En el Salmo 10:2–11, el malvado es representado como parte de un cuadro compuesto. Se ceba con arrogancia en los más débiles (10:2). Lejos de mostrar cualquier dominio sobre sí mismo, se jacta de su codicia y “menospreciaal Señor” (10:3). La triste realidad es que “y no da lugar a Dios en sus pensamientos” (10:4). No obstante, no es difícil encontrar a malvados que son extraordinariamente prósperos, mientras se burlan de todas las leyes de Dios (10:5). La arrogancia explosiva de los malvados parece situarles por encima de la gente normal y corriente, y son festejados en los periódicos como los que se dicen para sí: “Nada me hará caer. Siempre seré feliz. Nunca tendré problemas” (10:6). No obstante, maldicen a sus enemigos y difunden mentiras y malicia con su lengua (10:8). En el peor de los casos, recurren al asesinato, sea directamente en una especie de guerra de bandas armadas, o violencia de masas, o atentados terroristas, o bien indirectamente mediante esquemas crueles que aplastan a los débiles (10:9–10). Y ¿qué piensan de Dios? “Se dice a sí mismo: ‘Dios se ha olvidado. Se cubre el rostro. Nunca ve nada’ ” (10:11).
El salmista ahora se dirige directamente a Dios (10:12–15): “¡Levántate, Señor!¡Levanta, oh Dios, tu brazo! ¡No te olvides de los indefensos!” (10:12). Trae a su propia memoria el que Dios sí ve todo el dolor y sufrimiento que afligen a esta raza quebrantada; sí lo tiene en cuenta y, a su tiempo, interviene para ponerle fin (10:14). Es por esto por lo que la víctima y el huérfano se encomiendan sabiamente “a ti” (10:14). Hay mucha injusticia que se perpetra en secreto y que no saldrá a luz mediante los procesos judiciales normales. Por tanto, el salmista invoca la justicia de Dios: “¡Rómpeles el brazo al malvado y al impío! ¡Pídeles cuentas de su maldad, y haz que desaparezcan por completo!”.
En los últimos versículos (10:16–18), el salmista recuerda que el kairos, el tiempo, de Dios no es tan apresurado como el nuestro: “El Señor es rey eterno; los paganos [o las naciones] serán borrados de su tierra” (10:16). La gran escala que apunta hacia la disolución de ‘las naciones’ no tiene por qué disipar en absoluto nuestra convicción confiada de que Dios también se ocupa de la pequeña escala, de la tragedia a nivel personal. Más bien, es otra manera de decir que “las ruedas de la justicia de Dios muelen despacio, pero también muelen muy fino”.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 96). Barcelona: Publicaciones Andamio.