«Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios»

10 de abril

«Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios».

Hechos 27:23

La tempestad y la persistente oscuridad, unidas al inminente riesgo de naufragio, llevaron a la tripulación del barco a una triste situación. Un solo hombre, entre tantos, permanecía en perfecta calma; y, por su palabra, los demás se tranquilizaron. Pablo era el único hombre con suficiente valor como para decir: «Señores, tened buen ánimo». Había a bordo veteranos legionarios romanos y bravos marineros y, sin embargo, el pobre misionero judío demostró más valor que todos ellos. Él contaba con un Amigo secreto que mantenía elevado su coraje. El Señor Jesús envió un mensajero celestial a susurrar palabras de consuelo en los oídos de su fiel siervo; por eso su rostro resplandeció y fue capaz de hablar como un hombre tranquilo.

Si tememos al Señor, podemos esperar oportunas mediaciones cuando nuestra situación esté en lo peor. Las tormentas no pueden ocultarnos a los ángeles, ni la oscuridad impedirles venir. Los serafines no consideran una humillación visitar al más pobre de la familia celestial. Si las visitas de los ángeles son pocas y escasas en tiempos ordinarios, serán frecuentes en nuestras noches de tempestad y de zozobra. Los amigos pueden abandonarnos cuando estamos en apuros, pero nuestras relaciones con los habitantes del mundo angélico serán más frecuentes. Y con la fuerza de las palabras amorosas que se nos revelan desde el Trono por el camino de la escala de Jacob, tendremos poder para hacer proezas. Querido lector, ¿es esta una hora de aflicción para ti? Entonces pide una ayuda especial: Jesús es el ángel del pacto, y si buscamos ahora ardientemente su presencia, la misma no se nos negará. Que esa presencia produce alegría de corazón lo recuerdan aquellos que, como Pablo, han tenido a un ángel junto a sí en una noche de tormenta, cuando las anclas eran impotentes y las rocas estaban cerca.

¡Oh ángel de mi Dios, acércate;

en medio de la oscuridad, acalla mi temor.

Ruge fuerte el tempestuoso mar;

tu presencia, Señor, me confortará.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 109). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.


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