«Susténtales para siempre»

15 de abril

«Susténtales para siempre».

Salmo 28:9

El pueblo de Dios necesita que lo sustenten. Es, por naturaleza, muy pesado. No tiene alas; o, si las tiene, son semejantes a aquella paloma echada entre los tiestos: necesita de la gracia divina para remontarse con alas «cubiertas de plata y sus plumas con amarillez de oro» (Sal. 68:13). Las chispas se elevan en el aire por naturaleza, pero las almas pecadoras de los hombres caen al suelo. ¡Oh Señor, «susténtales para siempre»! David mismo dice en otro lugar: «A ti, oh Señor, elevo mi alma» (Sal. 25:1, LBLA); y aquí siente la necesidad de que las almas de otros hombres se vean también elevadas como la suya. Cuando pidas esta bendición para ti mismo, no te olvides de solicitarla también para otros. Hay tres aspectos en que los hijos de Dios necesitan ser elevados. Necesitan ser elevados en carácter. Elévalos, Señor; no permitas que tu pueblo sea semejante a la gente del mundo. El mundo está bajo el maligno; elévalos de allí. La gente del mundo va tras la plata y el oro, buscando su propio placer y la satisfacción de sus codicias. Sin embargo, Señor, eleva tú a los tuyos por encima de todo esto. Líbralos de ser «rebuscadores de estiércol», como llama John Bunyan al hombre que siempre iba tras el oro. Pon sus corazones en el Señor resucitado y en la herencia celestial. Además, los creyentes necesitan verse prosperados en el conflicto. ¡Oh Señor, si en la batalla pareciera que van a caer, complácete en darles la victoria! Si por un momento el pie del enemigo estuviese sobre sus cuellos, ayúdalos a empuñar la espada del Espíritu y, finalmente, a ganar la batalla. Señor, levanta el espíritu de tus hijos en el día del conflicto: no permitas que se sienten en el polvo, llorando perpetuamente. No dejes que el adversario los acose cruelmente y los destruya. No obstante, si como a Ana los han perseguido, permíteles cantar de la gracia de un Dios que liberta. Podemos también pedir al Señor que los eleve al final de la jornada. Elévalos, Señor; llévalos al hogar. Levanta sus cuerpos de la tumba y haz subir sus almas a tu Reino eterno en gloria.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 114). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.


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