16 ABRIL

Instruido por la verdad de Dios
Levítico 20 | Salmo 25 | Eclesiastés 3 | 1 Timoteo 5
Una de las características más asombrosas del Salmo 25 es la diversidad de las necesidades acerca de las que David pide a Dios que le responda.
David corre el peligro de verse abrumado por completo por sus enemigos y, por tanto, expuesto a la vergüenza pública (25:2). Desea aprender los caminos de Dios y ser instruido por la verdad de Dios (25:4–5). Ruega que Dios pase por alto los pecados de su juventud rebelde (25:7) y además, reconoce que hay momentos en los que su iniquidad es grande y necesita ser perdonada (25:11). David confiesa que está solo y afligido, y que padece angustia (25:16–17). Habla de nuevo de su aflicción y dolor, alude otra vez a sus pecados y se siente amenazado por el cada vez mayor número de los enemigos que le odian (25:18–19). De hecho, a juzgar por el último versículo (25:22), cabe perfectamente la posibilidad de que David reconociese que sus propias crisis y fracasos hubiesen minado el bienestar del pueblo a quien servía como rey; por lo cual, su oración parece abarcarles también a ellos.
Por supuesto que es importante reflexionar en cómo Dios interviene con gracia en la experiencia de su pueblo, ayudándoles de unas maneras extraordinariamente diversas. No obstante, aquí quisiera señalar algo diferente, a saber: el hecho de que las crisis y las angustias que nos afligen están estrechamente vinculadas las unas con las otras. Las diferentes cosas que David menciona aquí no son los distintos puntos de una lista discontinua. Están inseparablemente vinculadas en varios sentidos.
Por ejemplo, cuando David pide que sus enemigos no le expongan a la vergüenza pública, reconoce que Dios mismo es el Juez absoluto, de modo que al final sufrirán la vergüenza pública todos aquellos que “traicionan sin razón” (25:3). Pero esto quiere decir que David mismo debe aprender los caminos y la verdad de Dios; necesita que sus propios pecados sean perdonados. Debe mantenerse humildemente fiel al pacto (25:9–10), temiendo a Dios como es debido (25:12, 14). A causa de lo que sufre, no está únicamente afligido, sino también solo (25:16) – la angustia en un área nutre muy a menudo un sentimiento de terrible aislamiento, incluso de enajenamiento. No obstante, en las últimas peticiones del salmo, vemos que el salmista no se ha hundido en la autocompasión, sino que resumen estos vínculos ya establecidos: David necesita ser librado de sus enemigos, que sus pecados sean perdonados, que sus aflicciones sean aliviadas, y una integridad y rectitud personales, todo ello estando inseparablemente ligado a la protección de Dios mismo.
Aquí encontramos un autoconocimiento muy saludable. A veces, nuestras peticiones de alivio de la soledad están inmersas en el amor propio; en ocasiones nuestras peticiones de justicia no tienen en cuenta lo endémico que es el pecado, de modo que permanecemos indiferentes ante nuestra propia iniquidad. Pero aquí tenemos a alguien que no sólo conocía a Dios, sino que se conocía también a sí mismo.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 106). Barcelona: Publicaciones Andamio.