El voto nazareo

29 ABRIL

El voto nazareo

Números 6 | Salmo 40–41 | Cantar de Cantares 4 | Hebreos 4

El voto nazareo (Números 6) era asequible a cualquier hombre o mujer (es decir, no exclusivamente levita) y era completamente voluntario. Normalmente, se emprendía durante un período determinado y solía culminar en unas ofrendas y unos sacrificios predeterminados (6:13–21).

El voto en sí tenía como propósito separar a alguien para servir a Dios de una forma especial (6:2, 5–8), una especie de autosacrificio voluntario. Tal vez se iniciaba con un culto o meditación especial, pero no era este el aspecto formal y visible del voto. El nazareo manifestaba su voto mediante tres abstinencias. (1) Durante el período del voto, no se podía cortar el cabello. Hasta tal punto era esto una señal de la separación del individuo para Dios, que cuando el período llegaba a su fin, el cabello que hubiese crecido durante el mismo, era cortado y quemado en la ofrenda de comunión (6:18). (2) El nazareo tenía que abstenerse de cualquier contacto con un cadáver. Esto podría resultar muy duro, cuando, por ejemplo, moría un pariente durante el período del voto. En caso de que alguien muriese en presencia de un nazareo, la inevitable suciedad, lo que se podría interpretar como la contaminación del cabello dedicado (6:9), tenía que quitarse mediante un ritual y sacrificio prescrito, que incluía afeitar el cabello ensuciado (6:9–12). (3) El nazareo también tenía que abstenerse de beber alcohol durante la vigencia del voto (6:3, 20). Esto también representaba una privación importante, puesto que el vino era una bebida muy común, especialmente en las grandes fiestas. (Era frecuente “cortar” el vino con agua, entre tres partes de agua por una de vino a diez partes agua por una de vino, con lo cual tenía más o menos la misma fuerza que la cerveza.)

El simbolismo es transparente. (1) Lo que es santo pertenece exclusivamente a Dios y está reservado para su uso (igual que la fuente del tabernáculo o el efod). El símbolo en este caso es el pelo, dedicado al Señor y por tanto no cortado hasta que tuviese que ser ofrendado en sacrificio. (2) lo que es santo pertenece al Dios viviente, no al reino de la muerte y la putrefacción, las cuales brotan del horror del pecado. Fue por esto por lo que los nazareos se tuvieron que abstener de entrar en contacto con los muertos. (3) Lo que es santo encuentra su epicentro y su deleite en Dios. No le hace falta la euforia artificial que produce el alcohol; y menos aún se dejará controlar por cualquier otra cosa que no sea Dios mismo.

¿De qué maneras, entonces, los miembros de la comunidad del nuevo pacto, al responder al llamamiento a ser santos, se dedicarán enteramente a Dios, evitando todo lo que pertenezca al reino de la muerte, no siendo esclavos de nada ni de nadie salvo de Jesús?

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 119). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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