8 JUNIO

Deuteronomio 12 | Salmos 97–98 | Isaías 40 | Apocalipsis 10
Aunque el libro de Deuteronomio mira constantemente hacia atrás, hacia el Éxodo y los años en el desierto, también mira hacia adelante: el pueblo está a punto de entrar en la Tierra Prometida, y ciertas cosas tendrán que cambiar. En períodos de transición, hay que saber distinguir entre aquello que debe cambiar y aquello que no.
El capítulo de ayer incluye la palabra hoy: “Recordad hoy que fuisteis vosotros, y no vuestros hijos, los que visteis y experimentasteis la disciplina del Señor vuestro Dios. Vosotros visteis su gran despliegue de fuerza y de poder” (Deuteronomio 11:2). Se trata de una palabra muy importante a lo largo del libro. Una comprensión acertada del pasado nos prepara el camino para los cambios que hay que efectuar hoy, estando el pueblo a punto de entrar en la Tierra Prometida. En Deuteronomio 12 el cambio más importante que se contempla es el establecimiento en la propia tierra de un lugar donde Dios escogerá “poner su nombre”, y establecer su morada (12:5, 11). En otras palabras, el capítulo anticipa el momento cuando nadie de forma independiente ofrecerá sacrificios allí donde el adorador esté (12:8), ni el tabernáculo móvil de los años en el desierto, serán aceptables; en su lugar, Dios establecerá un centro estable en la tierra. “sino que iréis y lo buscaréis en el lugar donde, de entre todas vuestras tribus, él decida habitar. Allí llevaréis vosotros vuestros holocaustos, sacrificios, diezmos, contribuciones, promesas, ofrendas voluntarias, y los primogénitos de vuestros ganados y rebaños. Allí, en la presencia del Señor vuestro Dios, vosotros y vuestras familias comeréis y os regocijaréis por los logros de vuestro trabajo, porque el Señor vuestro Dios os habrá bendecido.” (12:5–7). Al cabo de un tiempo, el tabernáculo se estableció en Silo, Betel, y por fin en Jerusalén, donde fue sustituido por el templo en tiempo de Salomón.
Las circunstancias de cambio ofrecen tanto puntos de continuidad, como puntos de discontinuidad. Moisés insiste que en aquel tiempo futuro, igual que ahora, no habrá tolerancia alguna de las prácticas cúlticas paganas de las naciones alrededor ni de las que eliminen de la Tierra Prometida (12:29–31). Por otro lado, la distancia que separará a la mayoría del pueblo del santuario central implicará que no se puede esperar que maten todos los animales en los recintos del templo, ni que continúen observando las distinciones entre la parte de la carne que correspondía a los sacerdotes y la suya propia. Ahora será perfectamente legítimo que maten sus animales y que los coman de la misma manera como matarían y comerían cualquier animal de caza (12:15–22). Pero aún así, hay tres aspectos que siguen vigentes. (1) No deben olvidarse de su deber de sostener a los Levitas – muchos de los cuales dependen de los servicios del tabernáculo/templo para su sostenimiento – (12:23–25); (2) no deben consumir la sangre del los animales que maten (12:23–25); (3) se sigue esperando de ellos que ofrezcan sacrificios consagrados en el lugar central de culto en los días de fiesta principales, cuando cada familia debe presentarse delante del Señor (12:26–28).
Seguirán otras transiciones importantes en la historia de la redención, y todas ellas exigen que meditemos y reflexionemos en ellas (ej., Salmo 95:7–11; Marcos 7:19; Juan 16:5–11; Hebreos 3:7–11).
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 159). Barcelona: Publicaciones Andamio.