¿Necesitamos un Rey?

12 JUNIO

Deuteronomio 17 | Salmos 104 | Isaías 44 | Apocalipsis 14

Moisés contempla un tiempo futuro cuando la nación de Israel escogerá a un rey (Deuteronomio 17:14–20). No podía saber que, siglos después, cuando los israelitas pedirían un rey, sería por motivos equivocados – en primer lugar para que fuesen como las naciones alrededor. El resultado fue Saúl. Pero esa es otra historia.

Si el pueblo van a tener un rey, ¿qué clase de rey tendría que ser? (1) Debe ser un rey escogido por Dios mismo (17:15). (2) Debe ser israelita, “asegúrate de nombrar como rey a uno de tu mismo pueblo” (17:15), no un extranjero. (3) No debería acumular para sí mismo gran número de caballos, ed., amasar grandes fortunas y poder militar, especialmente si esto viene asociado con alianzas con poderes fácticos como Egipto, por ejemplo (17:16). (4) No debe tampoco acumular muchas esposas (17:17). No se trataba simplemente de la poligamia. En el antiguo Medio-Oriente, cuantas más esposas tenía un rey, mayor era su poder. Esta restricción, por tanto, es simultáneamente un límite del poder del rey y una advertencia de que tener muchas esposas entrañaba el riesgo de que su corazón se desviase (17:17). No era tanto porque las mujeres en cuestión sean intrínsecamente malas; más bien, por la probabilidad de que un rey que busca esposa, se case con princesas de casas nobles de las naciones colindantes que traerán sus creencias paganas. Con este trasfondo, el corazón del rey se desviará. Esto es exactamente lo que ocurrió en el caso de Salomón. (5) Al subir al trono, lo primero que el rey debería hacer sería escribir, para sí mismo, en hebreo, una copia de “esta ley” – ya sea el libro de Deuteronomio o todo el Pentateuco. Tras hacer esto, debería leerla cada día durante el resto de su vida (17:18–20). Los múltiples propósitos detrás de esta obligación resultan muy explícitos: para que reverencie al Señor su Dios, siga sus palabras con diligencia, y, por consiguiente, no se considere superior a sus conciudadanos, ni se desvíe de la ley. El resultado del cumplimiento de estas obligaciones sería una dinastía duradera.

Es difícil imaginarse hasta qué punto la historia de Israel habría sido diferente si cada uno de estos cinco criterios hubiese sido fielmente cumplido por cada rey que subió al trono de David. Pasaría un milenio y medio antes de que en Israel apareciera un rey que sería el Siervo escogido de Yahvé, alguien que “en todo se asemejara a sus hermanos” (Hebreos 2:17), un simple artesano sin riquezas ni poder, un hombre no seducido en absoluto por la belleza, por el poder ni por el paganismo (a pesar de los ataques tremendamente virulentos por parte de Satanás), un hombre inmerso en las Escrituras desde su juventud, y que seguía todas las palabras de Dios. ¡Cómo necesitamos un rey así!

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 163). Barcelona: Publicaciones Andamio.


Deja un comentario