1 AGOSTO

Jueces 15 | Hechos 19 | Jeremías 28 | Marcos 14
Uno de los relatos más extraños del libro de los Hechos trata sobre los siete hijos de Esceva (Hechos 19:11–20). El ministerio de Pablo en Efeso duró bastante tiempo, tal vez dos años y medio, y durante el mismo, “Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo” (19:11). El resultado fue que varios “competidores” trataron de igualarlo. Esto, en sí mismo, no es sorprendente. Siempre ha sido así. Cuando Dios le dio un poder especial a Moisés para que hiciera milagros ante el faraón, los magos de Egipto pudieron reproducir casi todo (aunque no todo) lo que él hizo.
De manera que, en la época de Pablo, algunos judíos inmersos en el sincretismo viajaban y llevaban a cabo una especie de ministerio de liberación. No sabían muy bien en qué se habían metido. Cuando vieron lo que Pablo hacía en el nombre de Jesús, comenzaron a referirse a ese nombre también, como si fuera un talismán mágico: “Decían: ‘En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, os ordeno que salgáis” (19:13).
Los siete hijos de Esceva, un sacerdote judío, estaban especialmente involucrados en esta operación. Un día, el espíritu maligno que intentaban exorcizar les respondió: “Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo, pero vosotros ¿quiénes sois?” (19:15). Entonces el hombre poseído por este espíritu se abalanzó sobre ellos y les dio una paliza a los siete. Observa:
Primero, el resultado de este encuentro fue completamente beneficioso. Cuando la historia circuló, a muchos les entró un temor saludable y un mayor respeto por el nombre del señor Jesús. Era un nombre tan poderoso que no se podía utilizar como si fuera una fórmula mágica. Este nombre no podía ser domesticado. Como resultado, se puso freno a la fascinación con las prácticas ocultistas. Muchos confesaron sus prácticas malvadas y otros trajeron sus libros de hechicería y los quemaron. La suma del precio de estos libros fue una cantidad enorme (19:17–19). “Así la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador” (19:20).
Segundo, el elemento verdaderamente chocante es la declaración del espíritu maligno: “Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo, pero vosotros ¿quiénes sois?” Uno puede entender por qué los poderes demoníacos conocerían a Jesús. Eso no sorprende. ¡Pero a Pablo también lo conocen! Su ministerio había estado atacando a los poderes de las tinieblas. Se sabía que él estaba protegido y defendido por el Cristo vivo— el demonio no podía poseerlo de ninguna manera para darle una paliza. Con los otros personajes, era otra historia; el demonio pensaba que eran un hazmerreír, fáciles de ignorar, de subyugar y de avergonzar. ¡Pero Pablo era conocido!
Los cristianos que estén luchando contra el Enemigo serán conocidos, no sólo en los atrios del cielo, sino en los del infierno.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 213). Barcelona: Publicaciones Andamio.