David y Goliat

25 AGOSTO

1 Samuel 17 | Romanos 15 | Lamentaciones 2 | Salmo 33

Los nombres de David y Goliat (1 Samuel 17) evocan una historia que muchos conocen desde su niñez. A veces, se pinta a David como un niño muy pequeño, aunque en realidad es al menos un joven que ya ha luchado contra un león y un oso. Pero hoy, estos nombres representan a las pequeñas personas y organizaciones que luchan contra los “Goliat”. Desde luego, hay lecciones que aprender sobre la valentía y el denuedo, pero las enseñanzas más importantes van por otra parte.

(1) Tal vez deberíamos reflexionar primero sobre la cronología un tanto confusa. Al final de 1 Samuel 16, David ya aparece en la corte de Saúl para tocar música tranquilizadora; sin embargo, después de la pelea de David con Goliat, Saúl pide saber más sobre quién es el joven (17:55–58). Los académicos escépticos entienden que no se puede resolver este problema y, por ello, se infiere que hay bastante material no histórico aquí. No obstante: (a) No hay ninguna razón particular por la cual Saúl debería haber preguntado sobre el trasfondo de uno más de los músicos de la corte real, no importa cuán tranquilizadora fuera su música. Puede que Saúl no se haya visto motivado a averiguarlo hasta pasados los hechos del capítulo 17. (b) Más probable aún es que los eventos del capítulo 17 hayan ocurrido antes del 15:14–23. Los verbos hebreos no expresan las distinciones de tiempo de la misma manera que los verbos en nuestra lengua y se ha demostrado que podríamos traducir el 17:1 de la siguiente manera, por ejemplo: “Los filisteos reunieron sus…”. De esta manera se establece un trasfondo importante en la relación entre Saúl y David, en la cual se centran los siguientes capítulos.

(2) Aunque las palabras de David a los hombres del ejército (17:26) se podrían considerar como la arrogancia impetuosa de un joven sin experiencia (y, ciertamente, eso pensó Eliab, el hermano de David, 17:28), detrás del atrevimiento vemos una preocupación transparente por la gloria de Dios, una inquietud que le impulsa a responder a Goliat sin pizca de bravuconería personal, sino con una fe abundante (17:45–47). Claro, los manipuladores a veces se esconden tras verborrea religiosa, pero David no es de esa calaña. En esta etapa de su vida, se le podría criticar por no tener pulido el dominio propio, pero al menos su corazón está donde debe estar.

(3) Sobre todo, uno no debe leer este capítulo sin recordar el momento en que Samuel ungió a David: “el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él” (16:13). He ahí la razón por la cual estaba centrado en Dios, la fuente de su valentía, de su certera puntería, de la gran victoria y de la exaltación del nombre y de la gloria de Dios.

El texto no nos llama a admirar a David el hombre y nada más, sino a reflexionar sobre lo que el Espíritu de Dios puede hacer con una persona.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 237). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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