Hacia una vida nueva

Jueves 6 Abril

Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.

1 Corintios 15:10

Tengo valor para Dios (2)

Hacia una vida nueva

Ayer vimos cómo el amor de Dios confiere un valor inestimable a todo el que cree. Debido a este amor de Dios, no debemos temer a la opinión de los demás. Tampoco debemos desesperarnos a causa de nuestros fracasos; podemos levantarnos y volver a empezar, porque Dios es fiel. Como Dios nos amó primero, no es necesario tratar de ganar su amor por medio de acciones religiosas o buenas obras. ¡Tenemos una salvación gratuita, solo por gracia!

Como consecuencia, cuando recibimos este amor inmerecido, él nos conduce a amar también: amamos a Dios y a nuestro prójimo, porque Dios nos amó primero (1 Juan 4:19).

Así la gracia de Dios nos anima y nos da una nueva vida. Gracias a ella podemos superar nuestros miedos y experimentar la verdadera libertad, ser libres de la obsesión por demostrar lo que valemos, de la angustia por no estar a la altura, de esa competencia que nos obliga sin cesar a superarnos… ¡Creer en Dios es dejarse invadir por la acción de la gracia!

Y también, como sabemos que somos amados, podemos agradecer y alabar a Dios por su gracia derramada en nosotros, en especial cuando celebramos el culto. Evidentemente, nunca devolveremos en la medida en que hemos recibido, pero cada vez estaremos más agradecidos con Dios quien nos conduce y nos acompaña en el camino de la vida.

“A aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios… sea gloria y majestad” (Judas v. 24-25).

Ezequiel 30 – 1 Tesalonicenses 1 – Salmo 40:1-5 – Proverbios 13:2-3

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Amor hasta el extremo | John Piper

Al tratar de preparar mi corazón para encontrarme con Jesús de una manera especial el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Día de la Resurrección, una serie de imágenes han vuelto a mi mente una y otra vez. Permítanme intentar describirles la historia.

Un corderito nació blanco como la lana, con las patas flacas y la nariz húmeda, como todos los demás corderitos. Pero cuando el cordero se convirtió en una oveja, las otras ovejas empezaron a notar una diferencia. Esta oveja tenía un extraño bulto en la frente.

Al principio, pensaron que se había golpeado, pero el bulto nunca desapareció. En cambio, una gran almohadilla de lana blanca y profunda creció sobre el bulto y lo hizo muy suave y firme. El bulto podría haber dejado de llamar la atención si no fuera porque esta oveja empezó a utilizar el bulto de su cabeza de formas muy extrañas.

En primer lugar, el bulto parecía pesar sobre su cabeza, de modo que siempre parecía que se inclinaba y mostraba reverencia a algún rey invisible. Luego empezó a buscar a otras ovejas enfermas o heridas. Utilizaba el bulto firme y blando de su frente para ayudar a las débiles a ponerse en pie y para enjugar sus lágrimas.

Rebaños enteros de ovejas empezaron a seguirle, pero las cabras se reían de él. Las ovejas ya eran repugnantes, pero una oveja con un bulto extraño en la frente era más de lo que podían soportar. Lo acosaban todo el tiempo e inventaban chistes y burlas: “¿Cómo es que llevas esa cabeza colgando? ¿Y ese bulto de plomo?” Y les enfurecía que se alejara de ellos y siguiera haciendo tranquilamente sus obras de misericordia.

Así que un día las cabras lo rodearon y lo embistieron con sus cuernos hasta que murió, y lo dejaron solo en el campo. Pero mientras yacía allí, sucedió algo muy extraño. Empezó a crecer. La lana ensangrentada se desprendió y dejó ver un pelo liso y blanco como el de un caballo. La suave almohadilla de lana de color blanco intenso se desprendió de su frente y de ese bulto misericordioso creció un poderoso cuerno de acero carmesí que no se parecía a ningún otro cuerno que haya existido o que existirá.

Y entonces, como si fuera una orden, el enorme unicornio se puso en pie de un salto. Su lomo estaba a dos metros del suelo. Los músculos de sus hombros y cuello eran como el mármol. Los tendones de sus piernas eran como cables de hierro. Ya no tenía la cabeza inclinada, y cuando miraba a la derecha o a la izquierda, el cuerno carmesí cortaba el aire como un sable bañado en sangre.

Cuando las ovejas le vieron, se postraron y le adoraron. Él se inclinó y tocó a cada una en la frente con la punta de su cuerno, les susurró algo al oído y se alejó en el cielo. No se le ha vuelto a ver desde entonces.

Esa es la visión que tengo en mi mente al entrar en la Semana Santa. Es un retrato de Jesucristo pintado por Isaías bajo la inspiración de Dios y expuesto por Mateo 12:18-21.

Como toda buena obra de arte, este retrato tiene un propósito, hacer que pongamos nuestra esperanza en Jesucristo. Y estoy orando para que esto ocurra en tu vida, porque sé que todo lo demás en lo que pones tu esperanza te decepcionará al final. Pero si esperas en Jesucristo, él será honrado en tu vida, y nunca te arrepentirás.

John Piper
http://desiringgod.org
John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

Tengo valor para Dios (1)

Miércoles 5 Abril

A mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé.

Isaías 43:4

Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.

Isaías 55:7

Tengo valor para Dios (1)

Nuestra sociedad nos presiona constantemente para que demostremos lo que valemos; somos evaluados, tanto en la escuela como en el trabajo. Se elogia el rendimiento, sea deportivo, artístico, industrial… A menudo una vida «exitosa» se mide por la carrera profesional o el estatus social. Según esta escala de valores seremos considerados como «alguien» o como un «don nadie». Entonces, si tenemos que enfrentar el desempleo, la enfermedad, el divorcio, la cárcel… ¿esto significa que ya no somos «nadie»?

La buena noticia del Evangelio es que no tenemos que hacer nada para ser “alguien”, sino simplemente creer. Dios nos ama sin ninguna condición. Él dice a cada uno de nosotros: ¡Para mí tienes gran valor! El amor de Dios es muy diferente a nuestros sentimientos humanos, los cuales pueden debilitarse, apagarse o incluso cambiarse en odio. ¡Dios nos acoge y nos promete una fidelidad inquebrantable!

En los evangelios Jesús cuenta la historia de un joven que pidió a su padre su herencia, y luego se fue a un país lejano en donde malgastó todo, viviendo desordenadamente. Pasado algún tiempo lamentó su decisión y volvió a la casa de su padre. Cuando este lo vio, corrió hacia él y lo abrazó, incluso antes de que pudiera decir algo; no le hizo reproches ni lo castigó (Lucas 15:11-32).

Este relato ilustra el amor de Dios hacia nosotros; su amor no depende de lo que hacemos o no hacemos. Dios nos ama y nos perdona siempre.

(mañana continuará)

Ezequiel 29 – Gálatas 6 – Salmo 39:7-13 – Proverbios 13:1

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch