31 de marzo «Entonces Rispa hija de Aja tomó una tela de cilicio, y la tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni fieras del campo de noche». 2 Samuel 21:10
Si el amor de una mujer hacia sus hijos muertos pudo hacer que ella prolongase su triste vigilia por tan largo tiempo, ¿nos cansaremos nosotros de considerar los sufrimientos de nuestro bendito Señor? Ella ahuyentó las aves de rapiña. ¿No disiparemos nosotros de nuestras meditaciones los pensamientos mundanos y pecaminosos que manchan nuestras mentes y los sagrados temas en los cuales estamos ocupados? ¡Fuera, pájaros de maligno vuelo! ¡Dejad el sacrificio! Rispa soportó sola y sin refugio los calores del verano, el rocío de la noche y las lluvias. El sueño había huido de sus humedecidos ojos; su corazón estaba demasiado lleno como para dormitar. ¡Ved cómo amaba a sus hijos! ¡Así resistió Rispa! ¿Y nos retiraremos nosotros ante el primer inconveniente o la primera prueba? ¿Somos tan cobardes que no podemos resignarnos a sufrir con nuestro Señor? Rispa ahuyentó aun a las fieras con un coraje nada común para su sexo. ¿Y no estaremos nosotros prontos a hacer frente a cualquier enemigo por amor de Jesús? A estos hijos de Rispa los mataron manos extrañas, sin embargo ella lloró y veló. ¿Qué deberíamos entonces hacer nosotros, ya que por causa de nuestros pecados se crucificó a nuestro Señor? Nuestras obligaciones son ilimitadas: nuestro amor debiera ser ferviente y nuestro arrepentimiento completo. Velar con Jesús tendría que ser nuestra ocupación; permanecer cerca de la cruz, nuestro solaz.
Aquellos horribles cadáveres bien podían espantar a Rispa, especialmente por la noche; pero en nuestro Señor, al pie de cuya cruz estamos sentados, no hay nada repugnante, sino que todo es atractivo. Nunca hubo una belleza viviente tan encantadora como la del Salvador agonizante. Jesús, nosotros velaremos contigo aún un poco más, y tú revélate benignamente a nosotros: entonces sobre nuestras cabezas no habrá tela de cilicio, sino que estaremos sentados en un pabellón real.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 99). Editorial Peregrino.
Viernes 31 Marzo (Jesús) habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 1 Corintios 11:24-25
La Cena del Señor Durante el culto, nos conmovimos de forma especial cuando la Cena se distribuye entre nosotros. En el momento de tomar el pan, nuestros corazones rebosan de agradecimiento por el amor de Jesús, quien dio su vida por nosotros.
El apóstol Pablo, después de revelar el significado de la cena conmemorativa a la iglesia de Corinto, pronunció palabras poderosas: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). La Cena del Señor no es un rito, sino una respuesta del corazón de los creyentes al deseo del Señor Jesús. Pone a Cristo en el centro, nos habla de su amor, de su sacrificio, de su cruz. Anuncia a quienes nos ven que Jesús murió por nosotros y por ellos. Tomar el pan y beber la copa son gestos sin palabras, ¡pero muy elocuentes!
Jesús nos pidió que celebrásemos la Cena para que no nos olvidemos de sus sufrimientos, de su muerte y de su sangre derramada, para que su sacrificio siempre esté presente en los pensamientos y en los afectos de los cristianos. Estos gestos manifiestan el amor que Cristo nos mostró al morir en la cruz. ¡Cuán agradecidos podemos estar!
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7).
La marihuana es usualmente usada como una droga que altera el humor y la mente, cuyo propósito es crear un tipo de euforia. Los efectos varían ampliamente de persona a persona. Lo único que debes hacer es buscar en Internet: “¿Cómo se siente la marihuana?”. Las personas no la fuman para ponerse tristes. Produce un estado temporal que se siente mejor que la vida real. Es por eso que se llama “estimulante” y no depresora.
La primera comparación que uno se inclinaría a hacer es con la cafeína. La mayoría de las personas toman café porque la cafeína tiene un efecto placentero. Sin embargo, hay una diferencia. La marihuana altera temporalmente el procesamiento confiable de la realidad que nos rodea. La cafeína generalmente agudiza ese procesamiento.
La mayoría de los bebedores de cafeína esperan mantenerse despiertos, hacer su trabajo de forma más confiable y conducir con mayor seguridad. Seguramente, es posible abusar de la cafeína, pero, como un estimulante natural, se utiliza más comúnmente en un esfuerzo para interactuar responsablemente con la realidad, y no como un escape de la misma.
Aún aquellos que abogan por la legalización de la marihuana aceptan los descubrimientos de las investigaciones sobre las alteraciones en el funcionamiento que provoca. Un sitio como estos, reconoce:
“Los efectos a corto plazo de la marihuana incluyen cambios inmediatos y temporales en los pensamientos, percepciones y procesamiento de información. El proceso cognitivo que se ve claramente afectado por la marihuana es la memoria a corto plazo. En estudios de laboratorio, los sujetos bajo la influencia de la marihuana no tienen problemas en recordar cosas que aprendieron previamente. Sin embargo, muestran capacidad reducida para aprender y traer a memoria nueva información. Esta reducción solo se extiende durante la intoxicación. No hay evidencia verídica de que el uso a largo plazo de la marihuana altere la memoria u otras funciones cognitivas”.
Otros estudios sugieren que el efecto en la función disminuída del cerebro dura más, especialmente en los adolescentes.
En consecuencia, a diferencia de la cafeína, la marihuana no es considerada como una droga que te permite ser un padre más alerta, o una madre más consciente, o un empleado más competente. En su lugar, para la mayoría de los usuarios, es un escape recreacional que produce reducción en la precisión de observación, memoria y razonamiento. Y, puede tener efectos negativos duraderos en la habilidad de la mente para cumplir el propósito para lo que Dios la creó.
Tu cuerpo no es tuyo
En vista de esto, hay al menos dos verdades bíblicas que nos guiarían lejos del uso recreacional de la marihuana. La primera es que, para el cristiano, el cuerpo es templo del Espíritu Santo. Esa simple enseñanza, en contexto, debería tener un efecto enorme.
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el que tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1Co 6:19-20)
Cuando mi madre me dijo que no fumara, por ejemplo, o que no tuviera sexo antes del matrimonio porque mi cuerpo era templo del Espíritu Santo, entendi. Eso tenía sentido. Era una barrera inamovible entre la autodestrucción y yo. Mi cuerpo le pertenecía a Dios. No era para mi uso recreacional en cualquier forma que se me ocurriera. Era para Su gloria.
Si yo estuviera criando niños nuevamente hoy en día, diría: “Tu cuerpo es el templo del Espíritu Santo. No eres dueño de tí mismo. Fuiste salvado por la sangre de Jesús. Pregúntate, ¿hace esto que Jesús se vea como el tesoro que es?”. Yo me preguntaría eso acerca de fumar, alcoholizarse, utilizar la marihuana de forma recreacional, ser sedentariamente perezoso, ser comilón, mirar la televisión de forma banal, y muchas otras cosas.
Y agregaría: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1Co 6:13). Mantenlo limpio y listo para su uso. No inutilices las capacidades de ver claramente, de observar con precisión, de pensar correctamente, y de pensar útilmente que el Señor te ha dado. Yo me preguntaría: “¿Puedes encomendar a Cristo verdaderamente a tus amigos durante un momento de estimulación de marihuana?”.
Tu mente es invaluable
La segunda verdad bíblica que nos alejaría del uso recreacional de la marihuana es que Dios nos dió mentes y corazones para conocerlo, amarlo y discernir Su voluntad. “Sed niños en la malicia, pero en la manera de pensar sed maduros” (1Co 14:20). No te transformes en un pecador experimentado en aprender los disparates del pecado. Ten el deseo de ser un bebé inexperimentado cuando se trate de compartir drogas inhibidoras de la mente. Ten la mente clara sin importar nada más. Deja que la manada se vaya en estampida por el acantilado sin tí en ella. Usa tu mente para advertirles, no para unirteles.
En cuanto al embriagamiento (porque una estimulación de marihuana es una forma de embriagamiento), la Biblia dice que “al final como serpiente muerde, y como víbora pica. Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón proferirá perversidades” (Pro 23:32-33). En otras palabras, aleja de la sobriedad mental y autocontrol esenciales al usar la mente para la gloria de Dios.
¿Qué hay del uso medicinal?
Pero habiendo dicho eso, dudo que debamos oponernos al uso médico regulado de la marihuana, controlado por la revisión y prescripción apropiada de un médico. Muchas drogas se venden por prescripción porque, si fueran abusadas, serían mucho más destructivas que la marihuana. Tengo un amigo que compartió conmigo muy sobriamente que su hijo tenía una lesión de por vida, y que el único alivio que podía tener era de una pequeña dosis de marihuana.
Pero el punto aquí es principalmente decir que aquellos que viven para Cristo querrán alejarse de la marihuana y otras drogas destructivas que alteran el humor, y vivir en torno a la vista y pensamiento claros para la gloria de Dios.
Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.
John Piper http://desiringgod.org John Piper es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.
30 de marzo «Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al SEÑOR». Lamentaciones 3:40 (LBLA)
La esposa que tiernamente ama a su esposo ausente ansía su regreso; una prolongada separación de su señor es para su espíritu como media muerte. Así acontece con las almas que aman mucho al Salvador: tienen que ver su faz; no pueden soportar que él esté en los montes de Beter y las deje privadas de su comunión. Una mirada de reproche, un dedo levantado, será penoso para los hijos amantes que temen ofender a su tierno padre y que solo son felices con su sonrisa. Querido amigo, así sucedió una vez contigo. Un texto de las Escrituras, una amenaza, un toque de la vara de la aflicción y, enseguida, fuiste a los pies de tu Padre clamando: «Muéstrame por qué pleiteas conmigo». ¿Pasa lo mismo ahora o estás contento con seguir a Jesús de lejos? ¿Puedes contemplar sin alarmarte que se ha interrumpido tu comunión con Cristo? ¿Eres capaz de tolerar que tu Amado ande en dirección contraria a la tuya, porque tú caminas en dirección opuesta a la de él? ¿Han hecho tus pecados separación entre ti y tu Dios y tu corazón está tranquilo? ¡Oh, permíteme exhortarte cariñosamente!, porque es penoso que podamos vivir en paz sin el presente disfrute del rostro del Salvador. Esforcémonos por sentir lo malas que son estas cosas: el poco amor a nuestro agonizante Salvador, el poco gozo en nuestro precioso Jesús, el poco compañerismo con el Amado… Celebra una verdadera Cuaresma en tu alma mientras te lamentas por la dureza de tu corazón. ¡No detengas el lamento! Recuerda dónde recibiste la salvación. Ve enseguida a la cruz: allí, y solo allí, puedes lograr que tu espíritu se aliente. No importa cuán duros, cuán insensibles, cuán muertos hayamos llegado a estar. Vayamos otra vez con todos los andrajos, la pobreza y la contaminación de nuestra condición natural. Abracemos aquella cruz; fijémonos en aquellos lánguidos ojos; bañémonos en aquella fuente llena de sangre: esto nos hará volver al primer amor; esto restaurará la sencillez de nuestra fe y el afecto de nuestro corazón.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 98). Editorial Peregrino.
Jueves 30 Marzo (Jesús dijo:) He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20 La comunión (5) Compartir una comida
Compartir una comida con una persona a menudo tiene un valor simbólico, pues la comida es un momento privilegiado para intercambiar opiniones.
Así, en varios pasajes de la Biblia, las comidas ofrecen la oportunidad para hablar, pero también para reconciliarse y hacer alianzas (Génesis 18:8; 31:54; 2 Samuel 9:13).
El Señor quiere hablar con nosotros, llama a nuestra puerta, se acerca a cada uno de nosotros para decirnos: ¡Ábreme la puerta de tu corazón! Entonces, simbólicamente, el Señor Jesús puede comer con nosotros. Y su presencia hace arder nuestros corazones con un gozo indecible.
¡Así se expresa nuestra comunión con él! Pero no fuerza al que no desea su presencia. El día de su resurrección caminó con dos discípulos, y esperó que lo invitasen para quedarse con ellos. Entonces, en el momento de la comida, sus ojos se abrieron y lo reconocieron como el Señor resucitado (Lucas 24:13-33).
Esta comunión se vive, sobre todo, cuando se celebra la Cena durante el culto (1 Corintios 10:16). Existe la comunión «horizontal», que une a los que participan: disfrutan de los mismos privilegios con respecto al Señor y están unidos entre ellos. También existe, y ante todo, la comunión «vertical», que une a cada uno con el Señor, y que une el conjunto (imagen de la Iglesia) a Cristo (el Esposo).
La Cena del Señor es el recuerdo de Aquel que dio su vida por nosotros. ¡Qué gozo poder participar en ella!
(fin. Primera parte el 2 de marzo) Ezequiel 23:28-49 – Hechos 28:17-31 – Salmo 37:30-34 – Proverbios 12:17-18
Nota del editor:Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Hechos de los Apóstoles
Tal vez te sorprenda escuchar que Saint Andrew’s, la iglesia en la que el Dr. Sproul y yo servimos como pastores, tiene muchos miembros que han salido de iglesias pentecostales y carismáticas. Cuando se unen a nuestra congregación, los insto a no dejar atrás al Espíritu Santo. Pareciera que los creyentes de algunas iglesias presbiterianas y reformadas tienden a olvidarse de la persona y el poder del Espíritu Santo. Aunque no ha sido así a lo largo de la historia ni debería serlo desde el punto de vista doctrinal, tristemente a menudo parece que es así.
A veces, cuando algunos cristianos abrazan la doctrina de la soberanía de Dios y el modo pactual en que el Señor opera en la historia de la redención, pierden de vista la hermosa doctrina bíblica de la persona y la obra del Espíritu en y por medio de Su pueblo. Así, su teología, evangelismo, oraciones y adoración terminan sufriendo. Aunque conocen y pueden defender correctamente la doctrina de la causalidad primaria (Dios es la causa primaria de todo lo que acontece), parecen olvidar la doctrina de la causalidad secundaria (Dios ordena providencialmente que todo acontezca según la naturaleza de las causas secundarias en y por medio de Su creación y Sus criaturas). Sabemos que Dios es soberano sobre todo y que ha ordenado los fines, pero a menudo olvidamos que también ha ordenado los medios para alcanzar esos fines (Hch 2:23). Si bien es cierto que Dios conoce el fin desde el principio, también orquesta todo de forma sabia y providencial desde el principio hasta el final, tanto en la iglesia como en el mundo, tanto en el plano natural como en el plano sobrenatural. El Espíritu Santo inculca poder, equipa e infunde valentía en las personas en las que mora para que oren, prediquen, evangelicen, discipulen e incluso mueran.
Cuando abordamos la gran historia de la iglesia en el libro de los Hechos, suele surgir esta pregunta: ¿debemos llamar a este libro Hechos de los apóstoles o Hechos del Espíritu Santo? Bien podríamos darle ambos nombres. El relato de Lucas, al igual que todas las narraciones históricas que se han escrito (explícita o implícitamente), nos muestra la majestad soberana de la actividad redentora y misionera que nuestro Dios triuno lleva a cabo en el mundo en y por medio de vasos débiles y rotos como nosotros, quienes, por Su gracia, no podemos ni queremos dejar atrás al Espíritu Santo, que va delante de nosotros y mora en nosotros.
Publicado originalmente en Tabletalk Magazine. Burk Parsons El Dr. Burk Parsons es pastor principal de Saint Andrew’s Chapel en Sanford, Florida, director de publicaciones de Ministerios Ligonier, editor de Tabletalk magazine, y maestro de la Confraternidad de Enseñanza de Ligonier. Él es un ministro ordenado en la Iglesia Presbiteriana en América y director de Church Planting Fellowship. Es autor de Why Do We Have Creeds?, editor de Assured by God y John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine, and Doxology, y co-traductor y co-editor de ¿Cómo debe vivir el cristiano? de Juan Calvino. Encuéntralo en Twitter @BurkParsons.
Edgardo Piesco es pastor de la primera Iglesia Evangélica establecida en Canadá: Iglesia Bautista Castellana, nuestra comunidad hispano-parlante está constituida por inmigrantes provenientes de toda Latinoamérica. Oficiamos servicios en español y otros especiales en inglés para los jóvenes que dominan éste, como primera lengua. Nuestro objetivo primordial es hacer conocer el evangelio a nuestra comunidad en una actitud seria y de respeto por la dignidad humana.
29 de marzo «Lo llamé, y no me respondió». Cantares 5:6 La oración a veces aguarda, a semejanza de un peticionario que está a la puerta, hasta que el Rey sale a colmar su seno de las bendiciones que busca. Cuando el Señor ha dado una gran fe, por lo general la ha probado con grandes demoras y permitido que las palabras de sus siervos volvieran a sus propios oídos como si estuvieran llamando a un Cielo de bronce. Sus siervos han golpeado en la puerta de oro, pero esta ha permanecido cerrada, como si sus goznes se hubiesen aherrumbrado; y, al igual que Jeremías, han clamado: «Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra» (Lm. 3:44). Así, los verdaderos santos han continuado por mucho tiempo en paciente espera, sin recibir contestación, no porque sus oraciones no fuesen fervorosas, ni porque fuesen inaceptables, sino porque así le agradó a él, que es soberano y da según su voluntad. Si a él le place ordenar que nuestra paciencia sea ejercitada, ¿no hará como guste con los suyos? Los mendigos no deben elegir el momento, el lugar o la forma en que se les concederá el favor. Sin embargo, debemos tener cuidado de no considerar las demoras en la oración como negativas: los cheques de Dios con fechas atrasadas se pagarán puntualmente. No podemos permitir que Satanás debilite nuestra confianza en el Dios de la verdad, señalando nuestras oraciones no contestadas. Las peticiones no contestadas no indican que no hayan sido oídas. Dios tiene nuestras oraciones en un archivo: no se las llevará el viento, sino que están bien guardadas en los archivos del Rey. Es este un registro en la corte celestial donde cada oración queda asentada. Creyente que has sido probado, tu Señor tiene una redoma en la cual guarda las costosas lágrimas de dolor sagrado, y un libro en donde tus santos gemidos quedan recogidos. Pronto tu súplica prevalecerá. ¿No puedes conformarte con esperar un poco? ¿No será el tiempo del Señor mejor que el tuyo? Él aparecerá pronto para gozo de tu alma, te quitará el cilicio y la ceniza de tu larga espera, y te vestirá con el lino escarlata y fino del deleite pleno.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 97). Editorial Peregrino.
Jueves 30 Marzo (Jesús dijo:) He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20 La comunión (5) Compartir una comida
Compartir una comida con una persona a menudo tiene un valor simbólico, pues la comida es un momento privilegiado para intercambiar opiniones.
Así, en varios pasajes de la Biblia, las comidas ofrecen la oportunidad para hablar, pero también para reconciliarse y hacer alianzas (Génesis 18:8; 31:54; 2 Samuel 9:13).
El Señor quiere hablar con nosotros, llama a nuestra puerta, se acerca a cada uno de nosotros para decirnos: ¡Ábreme la puerta de tu corazón! Entonces, simbólicamente, el Señor Jesús puede comer con nosotros. Y su presencia hace arder nuestros corazones con un gozo indecible.
¡Así se expresa nuestra comunión con él! Pero no fuerza al que no desea su presencia. El día de su resurrección caminó con dos discípulos, y esperó que lo invitasen para quedarse con ellos. Entonces, en el momento de la comida, sus ojos se abrieron y lo reconocieron como el Señor resucitado (Lucas 24:13-33).
Esta comunión se vive, sobre todo, cuando se celebra la Cena durante el culto (1 Corintios 10:16). Existe la comunión «horizontal», que une a los que participan: disfrutan de los mismos privilegios con respecto al Señor y están unidos entre ellos. También existe, y ante todo, la comunión «vertical», que une a cada uno con el Señor, y que une el conjunto (imagen de la Iglesia) a Cristo (el Esposo).
La Cena del Señor es el recuerdo de Aquel que dio su vida por nosotros. ¡Qué gozo poder participar en ella!
(fin. Primera parte el 2 de marzo) Ezequiel 23:28-49 – Hechos 28:17-31 – Salmo 37:30-34 – Proverbios 12:17-18
¿Qué enseña la Biblia acerca de “la imposición de manos”, y cómo debería funcionar este antiguo ritual, o no, en la iglesia de hoy?
Al igual que la unción con aceite, mucha confusión a menudo rodea estos signos externos que el Nuevo Testamento tiene muy poco (pero algo) que decir.
Al igual que el ayuno, la imposición de manos y la unción con aceite van de la mano con la oración. Debido a la forma en que Dios creó el mundo y conectó nuestros propios corazones, en ciertas ocasiones especiales buscamos algo tangible, físico, y visible para complementar o servir como señal de lo que está sucediendo de manera invisible, y de lo que estamos capturando con palabras invisibles.
Antes de volvernos a lo que el Nuevo Testamento enseña acerca de la imposición de manos hoy, primero debemos orientarnos al observar cómo surgió, funcionó, y se desarrolló esta práctica en la historia del pueblo de Dios.
Fundamentos del primer pacto A lo largo de la Biblia encontramos significados tanto positivos como negativos de “la imposición de manos”, así como maneras “generales” (de todos los días) o “especiales” (ceremoniales).
En el Antiguo Testamento, el uso general es usualmente negativo: “poner las manos” sobre alguien es infligir daño (Gn. 22:12; 37:22; Ex. 7:4; Neh. 13:21; Est. 2:21; 3:6; 6:2; 8:7), o en Levítico 24:14, donde se usa para poner visiblemente la maldición de Dios sobre la persona que la llevará. También encontramos un uso especial, especialmente en Levítico (1:4, 3:2, 8, 13, 4:4, 15, 24, 29, 33, 16:21; y también en Ex. 29:10, 15, 19; Nm. 8:12), donde los sacerdotes debidamente designados “ponen las manos” en un sacrificio para colocar ceremonialmente sobre el animal la maldición justa de Dios, en lugar de sobre las personas pecadoras. Por ejemplo, en el día de la expiación, el día culminante del año judío, el sumo sacerdote
“pondrá ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío y confesará sobre él todas las iniquidades de los Israelitas y todas sus transgresiones, todos sus pecados, y poniéndolos sobre la cabeza del macho cabrío, lo enviará al desierto por medio de un hombre preparado para esto”, Levítico 16:21.
Esta imposición de manos especial (o ceremonial) es a lo que Hebreos 6:1 se refiere cuando menciona seis enseñanzas, entre otras, en el primer pacto (“la doctrina elemental de Cristo”) que preparó al pueblo de Dios para el nuevo pacto: “Arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios, de la enseñanza sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno” (He. 6:1-2).
Mientras que la mayoría de las menciones del Antiguo Testamento involucran sacerdotes y ceremonias del primer pacto (como pasar la maldición al sustituto), dos textos en particular (ambos en Números) anticipan cómo la “imposición de manos” llegaría a ser usada en la era de la Iglesia (usada para pasar una bendición a un líder formalmente reconocido). En Números 8:10, el pueblo de Dios impuso sus manos sobre los sacerdotes para encargarlos oficialmente como sus representantes ante Dios, y en Números 27:18 Dios instruye a Moisés que ponga sus manos sobre Josué para encargarlo formalmente como el nuevo líder de la nación.
Las manos de Jesús y sus apóstoles Cuando llegamos a los Evangelios y Hechos, encontramos un cambio notable en el uso típico de “la imposición de manos”. Una pequeña muestra todavía transmite el sentido general/negativo (el de dañar o aprovecharse, relacionado con los escribas y sacerdotes que buscan arrestar a Jesús, Lc. 20:19; 21:12; 22:53), pero ahora con el Hijo de Dios mismo entre nosotros, encontramos un nuevo uso positivo de la frase, ya que Jesús pone sus manos sobre las personas para bendecir y sanar.
La práctica más común de Jesús para sanar es el tacto, que a menudo se describe como “imponer las manos sobre” el que iba a ser sanado (Mt. 9:18; Mr. 5:23; 6:5; 7:32; 8:22-25; Lc. 13:13). Jesús también “pone sus manos” sobre los niños pequeños que vienen a Él, para bendecirlos (Mt. 19: 13-15; Mr. 10:16).
En Hechos, una vez que Jesús ha ascendido al cielo, sus apóstoles (en efecto) se convierten en sus manos. Ahora ellos, como su Señor, sanan con el tacto. Ananías “pone sus manos” sobre Pablo, tres días después del encuentro en el camino de Damasco, para restaurar su vista (Hch. 9:12, 17). Y las manos de Pablo, a su vez, se convierten en canales de extraordinarios milagros (Hch. 14:3; 19:11), incluyendo la imposición de sus manos sobre un hombre enfermo en Malta para sanarlo (Hch. 28:8).
Algo nuevo en los Evangelios es la sanación de Jesús a través de “la imposición de manos”, pero lo nuevo en Hechos es el dar y recibir el Espíritu Santo por medio de “la imposición de manos”. A medida que el evangelio avanza desde Jerusalén y Judea hasta Samaria, y más allá, hasta los confines de la tierra (Hch. 1:8), Dios se complace en usar la “imposición de manos” de los apóstoles como un medio y marcador visible de la venida del Espíritu a nuevas personas y lugares, primero en Samaria (Hch. 8:17), y luego más allá, en Éfeso (19:6).
En la iglesia hoy Finalmente, en las epístolas del Nuevo Testamento, cuando empezamos a ver lo que es normativo en la iglesia hoy, encontramos dos usos que continúan de los Hechos, y que hacen eco a las dos menciones anteriores en Números (8:10 y 27:18), y establecen el curso para las referencias de Pablo en 1 y 2 de Timoteo.
En Hechos 6:6, cuando la iglesia elige a siete hombres para servir como asistentes oficiales de los apóstoles, “A éstos los presentaron ante los apóstoles, y después de orar, pusieron sus manos sobre ellos”. Aquí nuevamente, como en Números, encontramos una especie de ceremonia de comisión. El signo visible de la imposición de manos marca públicamente el inicio formal de un nuevo ministerio para estos siete, reconociéndolos ante la gente y pidiendo la bendición de Dios en sus labores.
Así también, cuando la iglesia responde a la dirección del Espíritu, “Aparten a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (Hch. 13:2), luego, “después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron” (Hch. 13:3). Al igual que en Hechos 6:6, esta es una comisión formal realizada en público, con la petición colectiva de la bendición de Dios sobre ella.
Comisión al ministerio En 1 Timoteo 4:14, Pablo encarga a Timoteo, su delegado oficial en Éfeso, de esta manera:
“No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio”.
Para nuestros propósitos aquí, el punto no es precisamente qué don recibió Timoteo (aunque tanto el versículo anterior como el siguiente mencionan la enseñanza), sino cómo los ancianos lo comisionaron formalmente en su papel. Timoteo fue enviado para esta tarea específica con el reconocimiento público de los líderes reconocidos, no solo por sus palabras, sino a través de la imposición visible, tangible, y memorable de sus manos. Esta ceremonia pública puede ser a lo que Pablo se refiere en 2 Timoteo 1:6 cuando menciona un don de Dios en Timoteo “a través de la imposición de mis manos”.
Cuando los ancianos ponen sus manos sobre un candidato para el ministerio, ambos lo encomiendan a un rol particular del servicio, y lo recomiendan a aquellos entre quienes servirá.
El último texto clave, y quizá el más instructivo, también se encuentra en 1 Timoteo. Nuevamente Pablo escribe:
“No impongas las manos sobre nadie con ligereza, compartiendo así la responsabilidad por los pecados de otros; guárdate libre de pecado”, 1 Timoteo 5:22.
Ahora el tema no es la propia comisión de Timoteo, sino su parte en la comisión de otros. El encargo por parte de Pablo viene en una sección sobre los ancianos, donde habla de honrar a los buenos y disciplinar a los malos (1 Ti. 5:17-25). Cuando líderes como Pablo, Timoteo, y otros en la iglesia formalmente ponen sus manos sobre alguien para un nuevo llamado particular al ministerio, ponen su sello de aprobación sobre el candidato y comparten, en cierto sentido, la productividad y fallas por venir.
Imponer las manos, entonces, es lo opuesto a lavarse las manos como lo hizo Pilato. Cuando los ancianos ponen sus manos sobre un candidato para el ministerio, ambos lo encomiendan a un rol particular del servicio, y lo recomiendan a aquellos entre quienes servirá.
Dios da la gracia Con la imposición de manos y la unción con aceite, los ancianos se presentan ante Dios, en circunstancias especiales, con un espíritu de oración y peticiones particulares. Pero mientras que la unción con aceite pide sanidad, la imposición de manos pide bendición para el ministerio futuro. La unción con aceite en Santiago 5:14 de manera privada encomienda los enfermos a Dios para sanidad; la imposición de manos en 1 Timoteo 5:22 recomienda públicamente al candidato a la iglesia para un ministerio oficial. La unción aparta a los enfermos y expresa la necesidad del cuidado especial de Dios. La imposición de manos separa a un líder calificado para un ministerio específico, y señala su aptitud para bendecir a otros.
La imposición de manos separa a un líder calificado para un ministerio específico, y señala su aptitud para bendecir a otros.
La imposición de manos, entonces, como la unción o el ayuno u otros rituales externos para la iglesia, no es mágica, y como algunos lo han afirmado, no concede gracia automáticamente. Más bien, es un “medio de gracia”, y acompaña las palabras de elogio y la oración corporativa, para aquellos que creen. Al igual que el bautismo, la imposición de manos es una especie de signo y ceremonia inaugural, un rito de iniciación, una forma de hacer visible, pública, y memorable una realidad invisible, tanto para el candidato como para la congregación, y luego a través del candidato y la congregación para el mundo.
Sirve como un medio de gracia para el candidato al afirmar el llamado de Dios a través de la iglesia, proporcionando un momento tangible y físico para recordar cuando el ministerio se torne difícil. También es un medio de la gracia de Dios para los líderes que comisionan, quienes extienden y expanden su corazón y su trabajo a través de un candidato fiel. Y es un medio de la gracia de Dios para la congregación, y más allá, para aclarar quiénes son los líderes oficiales a quienes procurarán someterse (He. 13:7, 17).
Y en todo, quien da y bendice es Dios. Él extiende y expande el ministerio de los líderes. Él llama, sostiene, y hace fructífero el ministerio del candidato. Y Él enriquece, madura, y cataliza a la congregación hacia el amor y las buenas obras, para ministrarse unos a otros, y aun más al ser servidos por la enseñanza, la sabiduría, y el liderazgo fiel del recién nombrado anciano, diácono, o misionero.
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Diana Rodríguez. Imagen: Lightstock. David Mathis (@davidcmathis)es anciano en Bethlehem Baptist Church en Twin Cities, y es editor ejecutivo en Desiring God. Él escribe regularmente en http://www.desiringGod.org.