
30 de marzo
«Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al SEÑOR».
Lamentaciones 3:40 (LBLA)
La esposa que tiernamente ama a su esposo ausente ansía su regreso; una prolongada separación de su señor es para su espíritu como media muerte. Así acontece con las almas que aman mucho al Salvador: tienen que ver su faz; no pueden soportar que él esté en los montes de Beter y las deje privadas de su comunión. Una mirada de reproche, un dedo levantado, será penoso para los hijos amantes que temen ofender a su tierno padre y que solo son felices con su sonrisa. Querido amigo, así sucedió una vez contigo. Un texto de las Escrituras, una amenaza, un toque de la vara de la aflicción y, enseguida, fuiste a los pies de tu Padre clamando: «Muéstrame por qué pleiteas conmigo». ¿Pasa lo mismo ahora o estás contento con seguir a Jesús de lejos? ¿Puedes contemplar sin alarmarte que se ha interrumpido tu comunión con Cristo? ¿Eres capaz de tolerar que tu Amado ande en dirección contraria a la tuya, porque tú caminas en dirección opuesta a la de él? ¿Han hecho tus pecados separación entre ti y tu Dios y tu corazón está tranquilo? ¡Oh, permíteme exhortarte cariñosamente!, porque es penoso que podamos vivir en paz sin el presente disfrute del rostro del Salvador. Esforcémonos por sentir lo malas que son estas cosas: el poco amor a nuestro agonizante Salvador, el poco gozo en nuestro precioso Jesús, el poco compañerismo con el Amado… Celebra una verdadera Cuaresma en tu alma mientras te lamentas por la dureza de tu corazón. ¡No detengas el lamento! Recuerda dónde recibiste la salvación. Ve enseguida a la cruz: allí, y solo allí, puedes lograr que tu espíritu se aliente. No importa cuán duros, cuán insensibles, cuán muertos hayamos llegado a estar. Vayamos otra vez con todos los andrajos, la pobreza y la contaminación de nuestra condición natural. Abracemos aquella cruz; fijémonos en aquellos lánguidos ojos; bañémonos en aquella fuente llena de sangre: esto nos hará volver al primer amor; esto restaurará la sencillez de nuestra fe y el afecto de nuestro corazón.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 98). Editorial Peregrino.