Sixto Dormi obtuvo una maestría en Divinidad en The Master´s Seminary en el 2015 y desde entonces se desempeña como pastor de la iglesia Comunidad de Berea en la ciudad de Guayaquil. En el 2016 inició La Academia de Predicación Expositiva (LAPEX) en donde se prepara predicadores para interpretar y exponer correctamente las Escrituras.
Carlos Spurgeon advertía a los oídos de los pastores que las invenciones humanas no pueden consolar el corazón. Y tenía razón. Lo que el hombre invente con su mente, aunque sea ilustre y llamativo, jamás podrá brindar verdadera y permanente paz. En realidad, lo contrario es cierto. Lo que el hombre no puede inventar es lo que otorga consolación, y Su nombre es Dios.
En el siglo XXI estamos observando cómo las corrientes dentro de la iglesia evangélica promueven y aplauden nuevas formas de culto. El movimiento carismático ha desatado una ola de influencia en Latinoamérica que según las estadísticas, la gran mayoría de evangélicos pertenecen a iglesias pentecostales. Pero el movimiento carismático no es la única corriente dañina en nuestra región. En un continente aparentemente ingobernable (Latinoamérica), algunos dicen, este pide a gritos una “nueva” teología. La invención de una teología que esté más cerca de los pueblos latinoamericanos es lo que se busca en algunas instituciones teológicas de nuestro continente.
Para ser más claro, se intenta re-definir el estudio de la teología como tradicionalmente lo hemos conocido. Ya no es recomendable abrir un libro de teología sistemática y estudiarlo, porque estos libros fueron escritos por hombres extranjeros y “anticuados.” Estudiar las obras de Martín Lutero, Juan Calvino, Jonathan Edwards y más, es cometer una falta contra nuestros pueblos del sur porque ellos no comprendieron nuestras realidades. Lo que realmente necesitamos, dicen ellos, es una teología del pueblo y para el pueblo. Según esta propuesta, los evangélicos del sur debemos evitar importar la teología del norte (Estados Unidos y Europa) y buscar una teología que se acople a los latinoamericanos.
Aunque esto suene patriota y algo llamativo, no es otra cosa que un eco de la teología de la liberación. Dicha teología, que comenzó desde del siglo XX en Latinoamérica, mira con sospechas el mundo occidental. Básicamente son ideas anti-colonialistas que saturan el estudio de la teología. Es la creencia de que todo lo proveniente del norte o el mundo occidental es malo, ya sea porque simplemente ignoran la realidad de nuestras costumbres o porque no las pueden entender. Es la teología de los “pobres” contra los opresores del primer mundo. Es por ello que la teología de la liberación es popular entre países del tercer mundo, los negros y el movimiento feminista.
Hay pastores que han recibido una fuerte influencia de esta nueva escuela teológica, también se sabe que algunos seminarios prominentes en latinoamérica que alguna vez defendieron la fe, ahora promueven esta misma visión. Teniendo esto en cuenta podemos formular la siguiente pregunta: ¿importamos teología o hacemos una propia? La respuesta es que sí debemos importar teología porque somos los herederos de una tradición teológica que se remonta hasta los apóstoles. Pero no debemos hacer una teología propia (latinoamericana) porque la teología no depende de la situación política o social de los pueblos. Más bien, hacemos teología interpretando fielmente lo que la Palabra de Dios enseña de forma literal.
Pero para responder con más detalle a la pregunta de si debemos importar teología, me limitaré a un solo elemento de esta: la tradición. Puesto que el tema central que aquí discutimos es el rechazo de la teología norteamericana, veremos que esto resulta en un serio problema porque rompe con una cadena de tradición teológica a la que hemos sido llamados a retener (2 Tes. 2:15). Esto no significa que debemos absorber aún la mala teología, necesitamos discernimiento y comparar todo con la Escritura, pero ir al extremo de rechazar escritos teológicos que son bíblicos es el principio del desastre.
Ahora, hay tradición mala y la Biblia la condena abiertamente. El Señor Jesús lo hizo (Mt. 15:2-9) y el apóstol Pablo también (Col. 2:8). Es la tradición de los hombres que invalidan los mandamientos de Dios y se originan en filosofías huecas. Pero hay la tradición buena. Por ejemplo, en 2 Tesalonicenses 3:6 dice:“Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.” A la luz de la elección soberana de Dios sobre los tesalonicenses (2:13-14), Pablo los llama a “estar firmes” y a “retener” las enseñanzas que habían recibido de él y otros apóstoles de Jesús.
La palabra que usa Pablo para hacer referencia a la enseñanza que debían retener es parádosis. Esta palabra se la traduce como “doctrina;” sin embargo, podríamos traducirla también como “tradición. Literalmente significa “las cosas transmitidas.” Los primeros cristianos adoptaron esta palabra porque refleja fielmente la importancia de transmitir las verdades doctrinales a la siguiente generación. Pablo entendió cuán crítico sería para el cristianismo permanecer en las enseñanzas sobre las cuales se fundamenta nuestra fe.
De hecho, retener esta tradición es vital porque son las mismas enseñanzas que vienen de arriba. Los escritos canónicos de Pablo (así como el resto de la Escritura) para las iglesias no son el producto de su propia invención, ni recibieron la influencia de la situación política del momento o de un resentimiento social contra los poderosos, sino que él lo recibió directamente de Dios (1 Cor. 15:3). En Dios se originó el mensaje y nosotros debemos retenerlo, como el mismo apóstol encomendó a Timoteo (2 Tim. 2:2) para que este a su vez entregue a otros.
En vista del testimonio claro y contundente de Pablo en 2 Tesalonicenses 2:15, Dios nos manda a hacer justamente lo contrario a lo que oímos estos días; asirnos firmes y retener la tradición doctrinal y teológica. Debemos abrazar la buena teología que viene del norte por medio de siervos fieles, porque ellos la recibieron de hombres europeos usados por el Señor, y estos a su vez la recibieron de los primeros cristianos de Asia, quienes oyeron y aprendieron de los mismos apóstoles, quienes recibieron el mensaje directo de Dios. Nuestra herencia no son las invenciones de teólogos latinoamericanos, nuestra herencia es la herencia de los protestantes y la de los primeros cristianos. Lo que Latinoamérica realmente necesita es aferrarse a la cadena que viene de los apóstoles y pasarla a la siguiente generación.
Artículo tomado de: The Master´s Seminary
Sixto Dormi obtuvo una maestría en Divinidad en The Master´s Seminary en el 2015 y desde entonces se desempeña como pastor de la iglesia Comunidad de Berea en la ciudad de Guayaquil. En el 2016 inició La Academia de Predicación Expositiva (LAPEX) en donde se prepara predicadores para interpretar y exponer correctamente las Escrituras.
Domingo 16 Abril Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90:12 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Mateo 25:21 ¡Contemos nuestros días! «Hoy es mi cumpleaños… Nuestros días se suman unos a otros, cada vez más rápido, y esta suma solo terminará cuando Jesucristo nos llame a su presencia. ¡Y en ese transcurso continuo, corremos el riesgo de olvidar el valor único del día de hoy!
Tenemos la impresión de que el tiempo se nos escapa, que siempre nos falta… Quizá porque desperdiciamos muchas horas en cosas que no son necesarias, en cosas que no valen la pena, y nosotros los cristianos no nos centramos en lo que debe ser nuestro mayor deseo, es decir, en vivir para al Señor.
A menudo estamos estancados en una rutina llena de cosas inútiles. Pidamos al Señor que nos muestre cuáles son las cosas que nos hacen perder nuestro tiempo, y que nos ayude a dejarlas a un lado. Leyendo los evangelios vemos cómo un encuentro con Jesús transforma la vida. Nuestra vida cambió cuando creímos en el Señor Jesús, pero cada día podemos experimentar este cambio.
Volvamos a leer la parábola de los talentos en Mateo 25:14-30. Dios confió talentos, dones y cualidades a cada uno de nosotros. Es un regalo lleno de promesas, pero también implica una responsabilidad: emplearlos para su servicio y su honor.
Señor, enséñame a contar mis días para que mi prioridad sea conocerte mejor y hablar de ti a mi alrededor, hasta el día en que me llames a tu presencia: en el gozo de mi Señor».
Malou Ezequiel 39 – 1 Pedro 2:1-10 – Salmo 44:17-26 – Proverbios 13:20-21
El Relativismo Cultural es la visión de que todas las creencias, costumbres y ética son relativas al individuo en su contexto social. En otras palabras, el «bien» y el «mal» son específicos de la cultura; lo que se considera moral en una sociedad puede considerarse inmoral en otra, y, puesto que no existe una norma universal de la moralidad, nadie tiene el derecho de juzgar las costumbres de otra sociedad.
El relativismo cultural es ampliamente aceptado en la antropología moderna. Los relativistas culturales creen que todas las culturas son dignas en su propio derecho y son de igual valor. La diversidad de culturas, incluso aquellas con creencias morales contradictorias, no debe ser considerada en términos de correcto o incorrecto o bueno y malo. El antropólogo de hoy considera que todas las culturas son expresiones igualmente legítimas de la existencia humana, para ser estudiadas desde una perspectiva puramente neutral.
El relativismo cultural se relaciona estrechamente con el relativismo ético, que considera la verdad como variable y no absoluta. Lo que constituye el bien y el mal está determinado únicamente por el individuo o la sociedad. Puesto que la verdad no es objetiva, no puede haber ningún estándar objetivo que se aplica a todas las culturas. No se puede decir si alguien tiene razón o no; es una cuestión de opinión personal, y ninguna sociedad puede emitir un juicio sobre otra sociedad.
El relativismo cultural no ve nada intrínsecamente malo (y nada intrínsecamente bueno) con cualquier expresión cultural. Así que las antiguas prácticas Mayas de automutilación y sacrificio humano son ni buenas ni malas; son simplemente distintivos culturales, similares a la costumbre estadounidense de tirar fuegos artificiales para el cuatro de julio. El sacrificio humano y los fuegos artificiales — ambos son simplemente diferentes productos de una socialización separada.
En enero de 2002, cuando el Presidente Bush se refirió a las naciones terroristas como un «eje del mal», los relativistas culturales fueron mortificados. Que cualquier sociedad llame a otra sociedad «mala» es un anatema para los relativistas. El movimiento actual de «entender» el islam radical — en lugar de combatirlo – es una señal de que el relativismo está ganando terreno. El relativista cultural cree que los occidentales no deben imponer sus ideas sobre el mundo islámico, incluyendo la idea de que los atentados suicidas contra civiles son malvados. La creencia islámica en la necesidad de la yihad es tan válida como cualquier creencia en la civilización occidental, afirman los relativistas, y los Estados Unidos es tan culpable por los ataques del 9/11 como los terroristas.
Los relativistas culturales generalmente se oponen a la obra misionera. Cuando el Evangelio penetra corazones y cambia vidas, sigue siempre un cambio cultural. Por ejemplo, cuando Don y Carol Richardson evangelizaron la tribu Sawi de los Países Bajos Nueva Guinea en 1962, los Sawis cambiaron: específicamente, dejaron sus costumbres antiguas del canibalismo y la inmolación a las viudas en las hogueras funerarias de sus maridos. Los relativistas culturales pueden acusar a los Richardson del imperialismo cultural, pero la mayoría del mundo estaría de acuerdo que terminar el canibalismo es algo bueno. (Para la historia completa de la conversión de los Sawis, así como una exposición de la reforma cultural en lo que se refiere a las misiones, véase el libro de Don Richardson Niño De Paz.)
Como cristianos, valoramos todas las personas, independientemente de la cultura, porque reconocemos que todas las personas son creadas a la imagen de Dios (Génesis 1:27). También reconocemos que la diversidad de la cultura es algo hermoso y que las diferencias en comida, ropa, idioma, etc., deben ser preservadas y apreciadas. Al mismo tiempo, sabemos que, por causa del pecado, no todas las creencias y prácticas dentro de una cultura son piadosas o culturalmente beneficiosas. La verdad no es subjetiva (Juan 17:17); la verdad es absoluta y existe una norma moral a la que todas las personas de todas las culturas deben rendir cuentas (Apocalipsis 20:11-12).
No es nuestro objetivo como misioneros occidentalizar el mundo. Por el contrario, es llevar la buena noticia de salvación en Cristo al mundo. El mensaje del Evangelio prenderá la reforma social en la medida en que cualquier sociedad va a cambiar cuyas prácticas son contra el estándar moral de Dios – la idolatría, la poligamia y la esclavitud, por ejemplo, llegarán a su fin al prevalecer la Palabra de Dios (ver Hechos 19). En cuestiones amorales, los misioneros tratan de preservar y honrar la cultura de las personas que ellos sirven.
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