2 Reyes 22 | Hebreos 4 | Joel 1 | Salmos 140–141

9 NOVIEMBRE

2 Reyes 22 | Hebreos 4 | Joel 1 | Salmos 140–141

El último intento serio de reformar moral y teológicamente al reino de Judá se expone en 2 Reyes 22. Después de eso, sólo resta el deslizamiento final hacia el exilio.

Al rey Ezequías, cuyo reinado tuvo un efecto tan bueno en términos generales, le sucedió su hijo Manasés. Reinó muchísimo tiempo, cincuenta y cinco años, pero su reinado fue notorio porque “hizo lo que ofende ante los ojos del Señor, pues practicaba las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado delante de los israelitas” (21:2). No había forma alguna de idolatría de su época que él no adoptara. Según 2 Crónicas 33, Manasés se arrepintió al final de su vida, pero el daño religioso e institucional no podía deshacerse fácilmente. Fue sucedido por su hijo malvado, Amón, quien duró sólo dos años antes de ser asesinado (21:19–26).

Luego vino Josías, un niño que tenía ocho años cuando empezó a reinar (22:1), haciéndolo durante treinta y un años, lo cual obviamente significa que murió de forma prematura a la edad de treinta y nueve. Inicialmente, estuvo bajo la dirección y control de otros. Pero, en el año dieciocho de su reinado, Josías, quien ya tendría veintitantos años, inició la limpieza y reparación del templo, y se redescubrió el “Libro de la Ley”. Probablemente, esto se refiere al libro de Deuteronomio. (Algunos académicos de los siglos XIX y XX, con tendencia escéptica, argumentan que fue justo en esta época cuando se escribió Deuteronomio y otras secciones del Pentateuco, así que este relato de “redescubrir” la ley se inventó para justificar estos nuevos acontecimientos. Esta teoría se ha ido rechazando cada vez más; su fundamento no es más que pura especulación.)

Las reformas que Josías instituyó alcanzaron una amplitud extraordinaria. En todos los aspectos, dondequiera que pudiera efectuar un cambio, Josías puso a la nación en armonía con la Ley de Dios. Reconoció plenamente la terrible amenaza de ira que cubría al pueblo del pacto y decidió hacer lo correcto y dejarle el resultado a Dios. Si no era posible eliminar el día del juicio, al menos podría retrasarlo.

De las lecciones importantes que podemos aprender aquí, me voy a concentrar en una. A alguna gente, le cuesta creer que la nación pudiera descender tan rápidamente hacia una ignorancia bíblica absoluta. Después de todo, Ezequías era el bisabuelo de Josías: la reforma que él efectuó no había ocurrido tanto tiempo antes. Es cierto, pero fue lo suficiente. Los tres cuartos de siglo que median entre ellos habían comenzado con el largo y vil reinado de Manasés. La historia del siglo XX testifica sobre cuán rápidamente la gente puede volverse ignorante de las Escrituras, a pesar de que vivimos después de la invención de la imprenta y, más aún, con Internet. La iglesia nunca está a mayor distancia de una generación o dos de la apostasía y el olvido. Sólo la gracia es un baluarte adecuado.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 313). Barcelona: Publicaciones Andamio.

“Jesús es superior”

8 NOVIEMBRE

2 Reyes 21 | Hebreos 3 | Oseas 14 | Salmo 139

Muchos han comentado que un resumen adecuado del tema del libro de Hebreos es: “Jesús es superior”. En los capítulos 1–2, es superior que los ángeles; en el capítulo 3, es superior que Moisés. En Hebreos 4, el descanso que él ofrece es superior al descanso que la Tierra Prometida proveyó. En los capítulos 5 y 7, su sumo sacerdocio es superior que el sacerdocio levítico; en el capítulo 8, el nuevo pacto que él preside es superior que el antiguo. En los capítulos 9–10, oficia en un santuario superior que el tabernáculo, ejercita un ministerio superior y ofrece un sacrificio superior. En resumen, “Jesús es superior”. El mensaje está diseñado para fortalecer los corazones y las mentes de los cristianos judíos que, aunque en el pasado sufrieron voluntariamente por Cristo, en este momento se ven tentados a regresar a los rituales y prácticas judías que heredaron. El escritor de Hebreos teme que ellos estén abandonando la confianza exclusiva en Cristo, sucumbiendo de alguna manera a la tentación de pensar que, aunque Jesucristo está bien, ellos podrían obtener un poco más de sustancia, de espiritualidad, de profundidad histórica o de aceptación de sus parientes. Cualquiera de estas cosas les llevaría a desviarse hacia una negación implícita de que Jesús sea superior.

Nada de esto significa que el antiguo pacto era malo; sencillamente, quiere decir que no era el último. Por eso, en la breve comparación entre Moisés y Jesús en Hebreos 3:1–6, se nos dice que Moisés fue “fiel en toda la casa de Dios” (3:2); “fue fiel como siervo en toda la casa de Dios, para dar testimonio de lo que Dios diría en el futuro” (3:5). No se le reprocha nada.

Pero Jesús es superior. Es útil entender que, tanto en hebreo como en griego, casa también puede significar “hogar” o “familia”. Como Moisés, nos asegura el autor de Hebreos, Jesús “fue fiel al que lo nombró” (3:2). Sin embargo, “Jesús ha sido estimado digno de mayor honor que Moisés”. ¿Por qué? Porque “el constructor de una casa recibe mayor honor que la casa misma” (3:3). Esto parece sugerir que el papel de Jesús en cuanto a la “casa” o a la “familia” de Dios es radicalmente diferente al de Moisés. Este fue fiel como siervo dentro de la casa, y su papel más importante fue el de testificar lo que habría de venir. Jesús es fiel “como Hijo al frente de su casa” (3:6) y esa casa se refiere a la comunidad de creyentes (3:6). Moisés aparece como un siervo dentro de la casa, mirando hacia el futuro; Jesús lo hace como el Hijo de Dios sobre la casa, construyendo esa casa (3:3) y demostrando ser la sustancia misma de eso que Moisés señalaba en el futuro.

Si bien las semejanzas entre estos dos hombres son importantes, sus diferencias son lo más sorprendente.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 312). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El rey Ezequías reinó sobre Judá

7 NOVIEMBRE

2 Reyes 20 | Hebreos 2 | Oseas 13 | Salmos 137–138

Uno de los capítulos más tristes de las Escrituras es 2 Reyes 20. Nos presenta a un hombre que ha sido fiel en el pasado y ahora se está marchitando en la autocomplacencia del egoísmo.

El rey Ezequías reinó sobre Judá, el reino del sur, en los últimos días del reino del norte, Israel. Una vez los asirios habían derrotado a Israel y transportado a sus ciudadanos principales, dejando atrás sólo una nación en ruinas, había suficiente motivo para desalentarse en el sur. Pero, de manera verdaderamente heroica, Ezequías, guiado en parte por el profeta Isaías, resistió el agotador asedio del rey Senaquerib de Asiria, simplemente confiando en la misericordia de Dios el Señor. Enviada por Dios mismo, una plaga arrasó el campamento asirio, matando a casi doscientas mil personas. Se salvan Jerusalén y Judá (2 Reyes 18–19; Isaías 36–37). Además, el compromiso de Ezequías con Dios en los años iniciales de su reinado no se caracterizó por la transigencia típica que mantenía algún tipo de lealtad a Yahvé aunque sin tocar los altares y otros lugares de adoración pagana. Todo lo contrario: purificó la nación, ganándose la afirmación: “Ezequías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David” (18:3–4). Incluso reconoció que la serpiente de bronce que Moisés había hecho (Números 21:4–9) se había convertido en una trampa supersticiosa y la destruyó.

Luego, cayó enfermo y lloró amargamente. De alguna forma, llegó a pensar que por sus actos de justicia, Dios le debía una vida larga y próspera (20:2–3). En su misericordia, Dios le asignó quince años más y le dio una señal milagrosa para confirmar la promesa (20:1–11). Durante esos quince años, sin embargo, Ezequías fracasó en una prueba importante: cuando vinieron emisarios de Babilonia, en vez de buscar el rostro del Señor y andar con humildad, Ezequías se comportó como un potentado presumido, mostrándoles con orgullo la creciente riqueza del reino. Todo fue debidamente registrado en los libros de Babilonia, en preparación para el día—más de un siglo después—en el que Babilonia sería la superpotencia y aplastaría a Jerusalén, exiliando a su gente (20:12–18).

Pero este no fue el error más grave de Ezequías. Cuando el profeta Isaías le dijo lo que iba a suceder, el rey no se arrepintió de su arrogancia, ni buscó el perdón ni intercedió ante Dios. La amenaza del juicio iba a ocurrir en el futuro: Ezequías se niega a aceptar ninguna responsabilidad profundamente sentida. Expresa piadosamente: “El mensaje del Señor que tú me has traído es bueno”, mientras que el escritor comenta: “es que pensaba: ‘Al menos mientras yo viva, sin duda que habrá paz y seguridad’ ” (20:19). Ezequías se ha convertido en un pigmeo en términos morales y estratégicos.

Es mucho mejor morir joven, tras una serie de logros genuinos y piadosos, que morir viejo y amargado, envenenando a tu propia descendencia.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 311). Barcelona: Publicaciones Andamio.

En estos últimos días, Dios se ha revelado a sí mismo en el Hijo

6 NOVIEMBRE

2 Reyes 19 | Hebreos 1 | Oseas 12 | Salmos 135–136

Los contrastes en los versículos iniciales de Hebreos 1 van todos en una misma dirección.

En otras épocas” contrasta con “en estos días finales”. Dios habló “a nuestros antepasados” y esto se contrapone al hecho de que, en estos últimos días, “nos ha hablado” a nosotros. En el pasado, Dios le habló a los antepasados “por medio de los profetas”, “muchas veces y de varias maneras” pero en estos días, Dios nos ha hablado “por medio de su Hijo” (1:1–2).

De hecho, la forma de esa expresión, “por medio de su Hijo”, en el original sugiere con bastante fuerza que el autor de Hebreos no ve al Hijo como a un profeta más, ni siquiera como el profeta supremo. La idea no es que, en el pasado, la palabra de Dios llegaba a través de los profetas pero en los últimos días lo ha sido por el Hijo, quien por ello se convierte en el último de los profetas. Está en juego algo más fundamental. La expresión en griego, significa “en Hijo”. La ausencia del artículo “el” es significativa. Más aún, “en Hijo” no sólo contrasta con “por medio de los profetas”, sino con “muchas veces y de varias maneras”.

Por tanto, en estos últimos días, Dios se ha revelado a sí mismo en el Hijo. En el pasado, cuando Dios usaba a los profetas, a veces les suministraba palabras de manera directa (en oráculos o visiones), o los dirigía providencialmente por experiencias que ellos registraban, o bien “hablaba” mediante eventos extraordinarios tales como la zarza ardiente; fueron “muchas veces” y “varias maneras” (1:1). Pero ahora, Dios ha hablado “en Hijo”; podríamos parafrasearlo como “en la revelación del Hijo”. No es sencillamente que Jesús media en la revelación: él es la revelación. No es que Jesús sencillamente trae la palabra; él mismo es, por así decirlo, la Palabra de Dios, la Suma Palabra. La idea es muy parecida a lo que leemos en el prólogo del Evangelio de Juan. El Hijo es capaz de esto porque él es “el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es” (1:3).

En sentido estricto, los cristianos no deben pensar en los libros del Nuevo Testamentos como si fueran iguales que los del Antiguo Testamento, como si nos proporcionaran la siguiente fase del plan redentor de Dios. Los mormones afirman que esto es todo lo que son, y luego dicen que Joseph Smith trajo una revelación aún más reciente, pues era otro profeta acreditado más. Pero el autor de Hebreos entiende que la cúspide de toda la revelación del Antiguo Testamento, mediada a través de profetas y guardada en libros, no es, en verdad, más libros, sino Jesucristo mismo. Los libros del Nuevo Testamento se agrupan alrededor de Jesús y dan testimonio de él, quien es la cima de toda revelación. Los libros más tardíos que no pueden dar testimonio de esta revelación máxima, quedan automáticamente descalificados.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 310). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¡Onésimo se convirtió!

5 NOVIEMBRE

2 Reyes 18 | Filemón | Oseas 11 | Salmos 132–134

En el siglo I, se podía ejecutar legalmente a un esclavo que se escapara. Puede que su amo no empleara ese castigo, pero, como mínimo, si se encontraba a un esclavo que había huido, este sufriría un trato muy brutal.

Onésimo era un esclavo que había escapado de Filemón. En algún momento, Onésimo se convirtió. Ya sea que haya buscado a Pablo antes de su conversión, o después, Onésimo ahora está con Pablo, probablemente en Roma. El apóstol se halla en la cárcel esperando un juicio y Onésimo, ahora un creyente, está haciéndole recados y ayudándole.

Pero Pablo sabe que esto no puede continuar. El apóstol mismo podría ser acusado de asistir a un fugitivo. Legalmente, e incluso moralmente, Onésimo tenía que retornar con Filemón y arreglar las cosas. ¿Pero hasta que punto era moral la propia esclavitud romana?

Así que Pablo escribe a Filemón y a Apia, sabiendo que son cristianos, probablemente adinerados, con una casa lo suficientemente grande como para acomodar a la iglesia de su localidad. La carta es una obra maestra de diplomacia firme y piadosa.

Pablo felicita a Filemón por su amor y ánimo (v. 7). Menciona que sencillamente podría ordenarle tomar determinada acción (v. 8), pero prefiere apelar a él como “Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo” (v. 9) para que Filemón actúe por amor. Entonces es cuando menciona a Onésimo y expone su petición. Pablo quiere que Filemón reciba de vuelta a Onésimo, a quien Pablo describe como su “hijo”, ahora una persona “útil” (eso es lo que significa el nombre Onésimo) y tan amada por el apóstol que es como si fuera el “propio corazón” de Pablo (vv. 10–12). Pablo con gusto se hubiera quedado con él, pero no quiere hacer nada sin el “consentimiento” de Filemón (v. 14). Es cierto que Onésimo se había escapado, pero, a pesar de lo reprensible que fue ese acto, en la perspectiva más amplia, “quizás para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que lo recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado” (vv. 15–16). Seguramente, será por ello, amado por Filemón, “como persona y como hermano en el Señor” (v. 16).

De manera que Filemón debe darle la bienvenida a Onésimo como se la daría al propio apóstol Pablo (v. 17), quien espera visitarles pronto para ver cómo van las cosas (v. 22). Parece ser que Onésimo le robó a Filemón cuando se fue: Pablo dice que con gusto pagará la cantidad total, aunque le recuerda gentilmente a Filemón la enorme deuda que este tiene con el hombre que le trajo el evangelio.

Nada destruye la crueldad en las relaciones con mayor rapidez que el evangelio cuando se aplica correctamente.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 309). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El Señor se enojó mucho contra Israel

4 NOVIEMBRE

2 Reyes 17 | Tito 3 | Oseas 10 | Salmos 129–131

El texto de 2 Reyes 17 relata un momento decisivo en la historia del Antiguo Testamento. El reino del norte, Israel, deja de existir como entidad política. Lo que impulsó este último paso en la destrucción de la nación fue un engaño realizado por su ultimo rey, Oseas. Mientras nominalmente mantenía su lealtad a Asiria (la superpotencia de la región), Oseas comenzó a negociar con Egipto, que todavía era una potencia política y militar muy impresionante, con la esperanza de que Israel pudiera acogerse a su protección en mejores términos. Salmanasar, rey de Asiria, interpretó esta acción como lo que era—una traición—y destruyó Samaria, la capital de Israel (17:1–6). Deportó a los principales israelitas a Asiria y luego, como vemos claramente al final del capítulo, introdujo a gente pagana de otras partes del imperio que se entremezcló con los israelitas pobres que quedaban allí.

El resto del capítulo nos ofrece dos explicaciones explícitas y una más sutil e implícita.

Primero, la razón final para la destrucción de la nación no era política ni militar, sino religiosa y teológica (17:7–17). El pueblo de Israel sucumbió a la idolatría. Aunque mantenían una lealtad superficial al Dios vivo, “secretamente” edificaron lugares altos paganos, ¡cómo si pudieran engañar al Dios que todo lo ve! Se multiplicaron las imágenes de Asera y la adoración de Baal. El pueblo ignoró a los profetas que Dios les envió. “Se fueron tras ídolos inútiles, de modo que se volvieron inútiles ellos mismos” (17:15; cf. Jeremías 2:5). Rechazando el templo en Jerusalén, construyeron dos imágenes de becerros. Adoraron a las deidades astrológicas, jugaron con la hechicería y, finalmente, se rebajaron a la abominable práctica de sacrificar hijos a Moloc. “Por lo tanto, el Señor se enojó mucho contra Israel y lo arrojó de su presencia” (17:18).

Segundo, este capítulo explica los orígenes de la religión sincretista de Samaria (17:24–41). Los inmigrantes paganos se mezclaron con los judíos que permanecieron en la tierra. En términos raciales y teológicos, los resultados fueron mixtos. A pesar de las advertencias de Dios (que tomaron la forma de leones al acecho, los cuales ya no se encuentran en esa parte del mundo aunque en esa época abundaban), todo lo que logró producir esa generación fue patético: “Aunque adoraban al Señor, servían también a sus propios dioses” (17:33). Este es el trasfondo de los “samaritanos” que encontramos en la época de Jesús.

La tercera explicación sólo es implícita, siendo evidente únicamente si leemos este capítulo dentro del fluir del desarrollo de la Revelación. La humanidad caída es juzgada en el diluvio; sólo unos pocos sobreviven. Los patriarcas de la joven nación judía acaban esclavizados. Cuando Dios los libera, su incredulidad retrasa su entrada en la Tierra Prometida. El período de los jueces acaba en libertinaje, corrupción y decadencia. Y ahora la época de la monarquía está finalizando con una vergüenza parecida.

Que Dios nos ayude: necesitamos una respuesta más radical que estas.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 308). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Las diez tribus del norte.

3 NOVIEMBRE

2 Reyes 16 | Tito 2 | Oseas 9 | Salmos 126–128

Los libros de 1 y 2 de Reyes, aunque siguen las suertes de Judá y de Israel (el reino del sur y el del norte, respectivamente, tras la división después de la muerte de Salomón) se concentran en Israel, las diez tribus del norte. Se les dedica más espacio a los reyes de Israel que a los de Judá. Claro, cuando el reino del norte se hunde (ver la meditación de mañana) toda la atención se enfoca en el sur. En comparación, 1 y 2 de Crónicas cuentan de nuevo más o menos la misma historia, pero se centran más en Judá, el reino del sur.

No obstante, aun en 2 Reyes, a veces dedica bastante atención a uno de los reyes de Judá. Así sucede en 2 Reyes 16. En líneas generales, los reyes del norte degeneraban más rápidamente que en el sur. En el sur, se menciona muchos reyes que seguían al Señor, pero no como David lo había hecho; en el norte, se dice que muchos persistieron en los pasos de “Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel”. Pero de vez en cuando, se levantaba un rey muy malvado o estúpido en el sur. Y uno de ellos fue Acaz.

En términos religiosos y teológicos, Acaz fue un desastre: “a diferencia de su antepasado David, Acaz no hizo lo que agradaba al Señor su Dios. Al contrario, siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, y hasta sacrificó en el fuego a su hijo, según las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado delante de los israelitas” (16:2–3). En términos políticos, no le fue mucho mejor. Amenazado por Israel y Siria al norte, el rey Acaz de Judá decidió despojar al templo de su riqueza y enviársela al rey Tiglat Piléser de Asiria. Asiria era la superpotencia que se estaba levantando. Enviarle dinero como una especie de tributo y pedirle que atacara a Siria y a Israel para disminuir la presión sobre Judá, era un poco como lanzarle un pedazo de carne a un cocodrilo: puedes estar seguro de que va a querer más. Peor aún, el rey Acaz se enamoró tanto de Asiria, que introdujo algunas de sus prácticas paganas en el culto del templo. El temor condujo a Acaz hacia el poder pagano y su deferencia hacia el rey de Asiria (16:18) alimentó nuevas concesiones.

Como contraste, tenemos a Ezequías, dos capítulos más adelante, quien se enfrentó a una amenaza mucho mayor por parte de los asirios— en gran parte, a causa de la estupidez e infidelidad de Acaz—y, sin embargo, no transigió en modo alguno, sino que buscó con diligencia el rostro de Dios. Así descubrió, tal como lo experimentaron Moisés y los antepasados de Israel, que Dios es capaz de defender a su pueblo contra pocos o muchos; para él, no hay diferencia.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 307). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Oficios eclesiales

2 NOVIEMBRE

2 Reyes 15 | Tito 1 | Oseas 8 | Salmos 123–125

En algunas denominaciones, se enseña que la Biblia presenta tres oficios eclesiales: los obispos, que presiden sobre varias congregaciones; los ancianos/pastores, que sirven en iglesias locales, especialmente con respecto al ministerio de la palabra y la oración (alguno añadirían “sacramento”) y los diáconos, que ayudan con la administración de fondos, particularmente en el cuidado de las necesidades físicas del rebaño (ver la meditación del 25 de octubre).

No obstante, en muchos círculos se acepta que, en realidad, el Nuevo Testamento reconoce sólo dos oficios: el obispo/anciano/pastor y el diácono. Uno de los escritos más convincentes sobre este asunto es de J.B. Lightfoot, un anglicano del siglo pasado. Él argumenta, con razón, que la división en tres categorías surgió una vez escritos los documentos del Nuevo Testamento.

Esto significa, por supuesto, que uno de los dos oficios se conoce con tres nombres diferentes, en parte porque la obra tiene muchas facetas. La palabra pastor proviene de una raíz latina y ya se usaba para los encargados de las ovejas (1 Pedro 5:2). Los pastores alimentan, defienden, guían y disciplinan al rebaño. El término anciano surge tanto del gobierno de aldeas antiguas como de las sinagogas: los líderes han de ser maduros y respetados. Como la palabra obispo hoy día tiene tantas connotaciones eclesiásticas, algunas versiones suelen usar otras palabras como episcopado, dirigente o supervisor (1 Timoteo 3:1, por ejemplo) para captar los elementos de supervisión, la gestión piadosa y la responsabilidad espiritual incluidos en la tarea.

Una de las razones por las cuales tantas personas han llegado a la conclusión de que las palabras obispo, anciano y pastor son todas aplicables al mismo puesto es que las listas de requisitos para estas tareas son muy parecidas. Por tanto, compara Tito 1:6–9, que habla sobre el anciano, con 1 Timoteo 3:1–7, que trata del obispo.

Un punto de aparente divergencia en versiones tales como la Nueva Versión Internacional provoca ataques de remordimiento a algunos pastores. 1 Timoteo 3:4 estipula que el obispo “debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto”. Por otro lado, Tito 1:6 exige que el anciano sea un hombre cuyos “hijos sean creyentes, libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia”. Este requisito suena más estricto que el del obispo. Pero en realidad, esta traducción no es correcta y además es impracticable. El griego bien podría interpretarse como “cuyos hijos sean fieles”, en el sentido de que no son “libertinos o desobedientes”. Mientras los hijos vivan bajo el techo del padre, el obispo/anciano debe gobernar su casa de tal manera que demuestre ser capaz de dirigir también la iglesia. Si entendiéramos que Tito 1:6, tal como aparece en la NVI, exige que sus hijos sean creyentes, bien podríamos preguntarnos: “¿desde qué edad?” En fin, la mala traducción también es impracticable. Lo que el texto original dice encaja bien con 1 Timoteo 3.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 306). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La Biblia y su realismo.

1 NOVIEMBRE

2 Reyes 14 | 2 Timoteo 4 | Oseas 7 | Salmos 120–122

Uno de los aspectos atractivos y perturbadores de la Biblia es su realismo. Al idealismo simplista le encantaría que las personas “buenas” recibieran recompensa de manera algo consistente, que fueran fructíferas y bendecidas en su trabajo. De igual manera, les gustaría que los “malos” acabaran fracasando. Sin duda que, a largo plazo, ante el tribunal de Dios, se hará justicia y esta será evidente a todos. También es cierto que hay suficientes recompensas y bendiciones temporales que nos recuerdan que Dios tiene el control. Pero, en el misterio de la providencia, también hay suficientes anomalías que también nos recuerdan que la justicia final no se encuentra en este mundo. Y esto, desde luego, concuerda con la realidad de la vida. Es el máximo realismo.

Este aspecto se ilustra muy bien con los dos reyes de 2 Reyes 14. Amasías, hijo de Joás, comienza a reinar sobre Judá a sus veinticinco años de edad. “Amasías hizo lo que agrada al SEÑOR, aunque no como lo había hecho su antepasado David. En todo siguió el ejemplo de su padre Joás” (14:3). Si bien no fue tan consistente como David, en muchos aspectos fue un hombre bueno. Incluso en el asunto de la captura y ejecución de los asesinos de su padre, el rey Joás, Amasías se negó a matar a sus parientes—lo cual, en esa época, era lo habitual—por seguir la ley de Dios (Deuteronomio 24:16; 2 Reyes 14:6). Pero luego experimentó algo de éxito militar (14:7) y parece ser que se envaneció, por lo cual, sin razón justificada, provocó a las tribus del norte a una guerra que perdió de manera desastrosa. La estupidez fue gigantesca. Finalmente, al propio Amasías lo asesinaron tras un reinado de veintinueve años.

Por otro lado, al llegar al trono del reino del norte, Jeroboam II “Jeroboán hizo lo que ofende al Señor, pues no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel” (14:24). Sin embargo, demostró ser un hábil administrador y líder militar. El Señor fue sensible al clamor de su pueblo, que se enfrentaba al poder destructor de Siria al norte. Por lo tanto, usó a Jeroboam II para restaurar las fronteras de Israel contra la invasión siria y recuperar a Damasco y Hamat, las cuales habían pertenecido a Israel en los días de la monarquía unida. Jeroboam II reinó durante cuarenta y un años, y murió en paz.

Observemos: (1) Un buen rey puede hacer cosas malas y estúpidas. (2) Un rey malo puede hacer cosas buenas e importantes. (3) Se puede concluir que jamás debemos evaluar la moralidad de un líder sencillamente en base a algunas cosas buenas o malas que haya hecho. Incluso Hitler restauró la confianza de los alemanes y creó empleos. Se sabe de presidentes que ganan guerras y mantienen la economía a flote a la vez que viven fracasados en su vida sexual, por ejemplo.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 305). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La vida en “los últimos días”

31 OCTUBRE

2 Reyes 13 | 2 Timoteo 3 | Oseas 5–6 | Salmo 119:145–176

La vida en “los últimos días” (2 Timoteo 3) no suena muy atractiva: “La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad” (3:2–5). Innumerables pecados de sensualidad se combinan con el aumento de información comprometida con una procedencia corrupta, de manera que la gente no puede reconocer la verdad (3:6–7). Así es la vida en “los últimos días”. La inmediatez de la advertencia para los lectores de Pablo es una de las diversas señales que indican que él entendía que los “últimos días” van desde la ascensión de Cristo hasta su regreso.

¿Qué debemos hacer al respecto?

Primero, hemos de procurar seguir a los mejores mentores (3:10–11), esas personas cuyas vidas reflejan el evangelio y que han sido probadas por dificultades y protegidas por Dios. En un mundo de muchos ídolos en la cultura popular, incluso en el campo de la religión, debemos ser selectivos en la elección de los mejores mentores. De otra manera, probablemente escogeremos por defecto a los que no son buenos.

Segundo, debemos ser realistas en cuanto al mundo (3:12–13). Tenemos que esperar la oposición. De esa manera, no nos tomarán por sorpresa. Cuando Pablo dice que “esos malvados embaucadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (3:13), probablemente no quiere decir que cada generación será peor que la anterior, sino que, en todas las generaciones, los malvados se despeñarán en una espiral de corrupciones inevitables. Esto no nos debe sorprender. Sin la intervención de la gracia de Dios, eso es lo que el pecado produce en la gente.

Tercero, necesitamos depender de la Biblia (3:14–17). La Escritura no moldea únicamente la mente del cristiano con una cosmovisión profundamente ajena a la persona secular y a las que son infinitamente egoístas, y no sólo nos hace “sabios[s] para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”, sino que es “inspirada por Dios” y, por ello, “útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia” (3:16). El peligro en el mundo evangélico contemporáneo no es un rechazo formal de las Escrituras, sino suponer de manera poco realista que conocemos la Biblia mientras avanzamos (o, en realidad, retrocedemos) hacia un sinnúmero de conferencias sobre liderazgo, técnicas, herramientas, trucos y agendas. Algunas de estas incluso podrían ser útiles si no mantuvieran a la Biblia tan al margen.

Cuarto, aunque esto ya nos lleva al próximo capítulo, tenemos que proclamar la Palabra (4:1–5). Ninguna otra cosa tiene poder transformador. El versículo 2 indica el contenido, la constancia, el alcance y la manera de tal predicación en los últimos días.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 304). Barcelona: Publicaciones Andamio.