Autor: LEE STROBEL
Surgimiento de la iglesia: llenando un vacío en la historia
J.P. Moreland ha observado que se hubiera requerido algo tan dramático como la resurrección de Jesús para que los judíos del primer siglo cambiaran el día de adoración del sábado al domingo, que abandonaran el sistema de sacrificio de animales para el perdón de pecados y la adhesión a la ley de Moisés para estar bien con Dios, y aceptaran el concepto de la Trinidad. Al hacerlo, quienes dieron origen a la iglesia corrian el riesgo de convertirse en marginados sociales y, segun la teología hebrea, condenar sus almas a la perdición.
«¿Cómo pudo tener lugar dicho cambio? -se pregunta Moreland-. La resurrección es la única explicación racional».
A raíz de esto, cita de C.F.D. Moule, el experto en Nuevo Testamento de la Universidad de Cambridge: «Si el surgimiento de la (iglesia), un fenómeno innegable atestiguado por el Nuevo Testamento, abre una brecha en la historia, una brecha tan grande y con la forma de la resurrección, ¿qué propone el historiador secular para zanjarla?».
Consideremos los ejemplos más extremos de cambios de vida después de la resurrección: Jacobo era un escéptico mientras Jesús vivió; Saulo de Tarso perseguía a los cristianos. ¿Qué otra cosa excepto su encuentro con el Cristo resucitado podría haberlos transformados en líderes de la Iglesia Primitiva, dispuestos a morir por su convicción de que Jesús era el Hijo de Dios? Con respecto a los discípulos de Jesús, de ser un puñado de cobardes, después de su muerte, comenzaron de pronto a predicar con valor y poder proclamando que Jesús había mostrado ser Dios con su victoria sobre la muerte.
«El cambio de conducta radical que experimentaron los discípulos, después de la resurrección, es la mejor evidencia de la resurrección», declara Thomas C. Oden, de la Universidad de Drew. «Es necesario tener una hipótesis que dé cuenta de la transformación de los discípulos, de seguidores acongojados por un Mesías crucificado a personas que, con la predicación de la resurrección, transformaron el mundo. Ese cambio no podría haber sucedido, según el testimonio de la iglesia, sin un Señor resucitado».
Cuando reflexiono sobre la pregunta de Jesús: «y ustedes, ¿quiénes dicen que»soy?» (Mateo 16:15), estas cinco grandes categorías de evidencia, (la confiabilidad del Nuevo Testamento, la percepción suprema que Jesús tenía de sí, sus milagros, el cumplimiento de la profecía y su resurrección) me vienen inmediatamente a la mente. A mi entender, los datos son claros. Jesús es una verdadera figura histórica cuyas palabras convincentes y consoladoras, y cuyas obras extraordinarias y compasivas han sido fielmente preservadas para nosotros en los Evangelios. Él es alguien que no solo se vio a sí en términos trascendentales, divinos y mesiánicos, sino que también tenía todos los atributos que hacen que Dios sea Dios.
Jesús fue un hacedor de milagros, un sanador que amaba a los ciegos y a los cojos, cuyos prodigios sobrenaturales anunciaron el inicio del reino de Dios. Es el Mesías largamente esperado a través de quien Dios trajo la redención y la esperanza a Israel y al mundo. Y es el Señor resucitado, cuyo sepulcro vacío inspira confianza inquebrantable a sus seguidores de que ha vencido la muerte y, por lo tanto, ellos también tendrán la victoria.
Si tiene inquietudes espirituales, mi esperanza es que considere sinceramente la evidencia y que luego tenga el coraje de responderla ceptando a Jesús como su perdonador y líder.
Sl ya es cnstlano, tiene una tarea por delante: articular la verdad acerca de Cristo, defenderla, predicarla, preservarla y transmitilrla a las siguientes generaciones. Como lo expresa poderosamente la paráfrasis de J B Philll’ps de 2 Corintios 4:6 «Dlos, que primero mandó que la luz resplandeciera en la oscuridad, ha inundado nuestros corazones con su luz, para que nosotros podamos iluminar a los hombres con el conocimiento de la gloria de Dios, que resplandece en el rostro de Cristo».
