«La muerte ha sido absorbida en la victoria.»

10 MARZO
Éxodo 21 | Lucas 24 | Job 39 | 2 Corintios 9
Los dos primeros versos del siguiente poema son una meditación de una parte de Lucas 24:1–8, 13–25.
Los dos últimos se basan en otros relatos de la resurrección (Jn. 20:24–29; He. 2:14–15; 1 Co. 15:50–58).
En inglés se puede cantar con música típica de Londonderry (“Danny Boy”).
Vinieron solas: eran algunas mujeres que le recordaron,
se inclinaron con especias para ungir su cuerpo.
Por oscuras callejuelas, lloraron a su manera y honraron
a aquel cuya muerte había destrozado sus esperanzas.
“¿Por qué buscáis vida entre los sepulcros?
No está aquí. Ha resucitado tal como indicó.
Recordad lo que os dijo estando en Galilea:
El Hijo del Hombre morirá, y resucitará de entre los muertos”.
Dos regresaban a su casa, inmersos en la derrota y la pérdida,
explicando a un desconocido el por qué de su tristeza.
Cómo Jesús pareció ser el Rey ante su cruz,
cómo quedaron sepultadas las esperanzas en su tumba.
“¡Cuánto han tardado en ver que el glorioso peregrinar de Cristo
había de pasar por la cruz”; y entonces partió el pan.
Sus ojos fueron abiertos y entendieron la verdad de las Escrituras:
aquel hombre que les enseñaba había resucitado de entre los muertos.
Era escéptico: no era para él esa fe fácil
que cambia la verdad por un suspiro sentimental.
Si no veía las marcas de los clavos en sus manos
y tocaba su costado, no creería aquella mentira.
Entonces, llegó Jesús, a pesar de las puertas bien cerradas con llave.
“Arrepiéntete por dudar y ven, toca mi costado;
busca las heridas que los clavos dejaron en mis quebrantadas manos.
Y entiende que yo, que ahora te hablo, un día estuve muerto”.
Han pasado muchos años y seguimos temiendo a la muerte,
que nos roba a nuestros seres amados, nos deja deshechos
y sigue confrontándonos, señalando con su aliento helado
el terror final cuando acaba la carrera de la vida.
Mas una cosa sé: el Salvador cruzó primero este sendero,
con su cuerpo vestido de inmortalidad.
Se ha extraído el aguijón: del pecado, el poder se ha destruido.
Cantamos: la muerte ha sido absorbida en la victoria.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, pp. 69–70). Barcelona: Publicaciones Andamio.