Él es la “luz verdadera”

14 MARZO
Éxodo 25 | Juan 4 | Proverbios 1 | 2 Corintios 13
Éxodo 25 y Juan 4 están estrechamente vinculados canónicamente.
El primero comienza las instrucciones para la construcción del tabernáculo y sus accesorios (Ex. 25–30). El tabernáculo es el precursor del templo, el cual fue construido en tiempos de Salomón. Repetidamente en estos capítulos Dios dice: “Procura que todo esto sea una réplica exacta de lo que se te mostró en el monte” (25:40) o “Erige el santuario ciñéndote al modelo que se te mostró en el monte” (26:30), y otros pasajes semejantes. La Epístola a los Hebreos recoge esta misma idea. Los diseños del tabernáculo y del templo no son arbitrarios; reflejan realidades celestiales. “Asegúrate de hacerlo todo según el modelo que se te ha mostrado en la montaña” (Hebreos 8:5).
En Juan 4, encontramos a Jesús conversando con una mujer samaritana. Los samaritanos creían que el lugar apropiado para el culto a Dios no era Jerusalén, donde estaba el templo, sino el Monte Gerezim y Ebal, puesto que estos dos sitios eran los últimos estipulados para dicho culto al entrar el pueblo en la Tierra Prometida (Deut 11:29; Josué 8:33). No aceptaban como Escritura aquellos textos que trataban de la monarquía. La mujer quiere saber qué piensa Jesús: ¿Cuál es el lugar donde se le debería rendir culto a Dios: estas montañas, cerca de donde están, o Jerusalén? (Juan 4:20).
Jesús insiste en que amanece el tiempo cuando a Dios se le rendirá culto ni en un sitio ni en otro (4:21). Esto no quiere decir que Jesús dé igual validez a las reivindicaciones de los samaritanos que a las de los judíos. Más bien, todo lo contrario. Se pone de lado de los judíos en este debate concreto, puesto que son ellos los que siguen toda la gran extensión de las Escrituras de la antigua alianza, que incluyen la transición desde el tabernáculo hasta el templo en Jerusalén (4:22). “Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (4:23).
Esto significa que (1), con la llegada de Cristo Jesús y el amanecer de la nueva alianza, el culto apropiado ya no estará ligado a ningún lugar geográfico concreto. Implícitamente, señala la obsolescencia del templo. El culto será tan extendido, geográficamente, como lo es el mismo Espíritu, como Dios mismo, el cual es espíritu (4:23). (2) El culto no será solamente en “espíritu”, sino también en “verdad”. En este contexto, no quiere decir que el culto deba ser sincero (“verdad” en este sentido); más bien, debe ser conforme a aquello que es últimamente la verdad, la misma manifestación de la verdad, Jesucristo mismo. Él es la “luz verdadera” (1:9), el verdadero templo (2:19–22), el verdadero pan del cielo (6:25 ss.), y mucho más. Los verdaderos adoradores le adoran en espíritu y en verdad.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 73). Barcelona: Publicaciones Andamio.