El Espíritu Santo da testimonio de Jesús

El Espíritu Santo da testimonio de Jesús

26 MARZO

Éxodo 37 | Juan 16 | Proverbios 13 | Efesios 6

La venida del Espíritu Santo, el “Consejero” o Paracleto, depende de la “partida” de Jesús; es decir, después de su muerte en la cruz, su resurrección y su exaltación (Juan 16:7; ver 7:37–39). Esto nos plantea varias preguntas importantes acerca de la relación entre el papel del Espíritu Santo bajo el Antiguo Pacto, antes de la cruz, y a este lado de ella. Este tema es digno de un estudio cuidadoso. Aquí, no obstante, cabe llamar la atención al énfasis que Juan pone sobre la obra del Espíritu.

Al final de Juan 15, se nos dice que el Consejero dará testimonio de Jesús y a esta gran tarea, los discípulos de Jesús sumarán también, sus voces (15:26–27). El peso principal de este testimonio recae sobre el Espíritu. En Juan 16:8–11, el Consejero convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Lo hace porque Jesús vuelve al Padre y ya no desempeña él mismo el papel de convencer a la gente.

Si el Espíritu Santo da testimonio de Jesús en Juan 15:26–27 y convence a las personas, continuando así la obra de Jesús en Juan 16:8–11, en Juan 16:12–15 da gloria a Jesús al dar a conocer a Cristo a aquellos que asistieron a la Última Cena (la palabra “os” en el versículo 12 difícilmente se podría interpretar de otra manera, y controla todos los demás usos de la misma palabra en el resto del párrafo; ver también 14:6). Puesto que Jesús no es independiente de su Padre, sino que sólo dice lo que el Padre le manda decir (15:16–26), del mismo modo el Espíritu no es independiente del Padre y del Hijo: “no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga” (16:13). Su centro de atención es Jesús: “Él me glorificará porque tomará de lo mío y os lo dará a conocer a vosotros” (16:14). Y por supuesto, aquí también todo lo que pertenece al Hijo procede del Padre: “Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso os dije que el Espíritu tomará de lo mío y os lo dará a conocer a vosotros” (16:15).

La razón por la cual Jesús no lo ha dicho todo acerca de sí mismo y su misión hacia los discípulos, es que no están listos para escucharlo. Aún hacia el final de su discipulado no acaban de integrar en sus propias mentes el concepto de un Rey-Mesías con el de un Mesías que sufre. Hasta que esta realidad no quede bien asimilada, su manera de leer sus Escrituras – lo que nosotros llamamos el Antiguo Testamento – será tan distorsionada por sus aspiraciones políticas y reales que no acertarán.

¡Cuánto de la obra del Espíritu se centra en Jesucristo – dando testimonio de él, continuando ciertos aspectos de su ministerio, ayudándonos a profundizar más y más en lo que él significa!

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 85). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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