Ellas dan testimonio de mí

10 de junio

«Ellas dan testimonio de mí».

Juan 5:39

Jesucristo es el Alfa y la Omega de la Biblia, el tema constante de sus sagradas páginas. Desde la primera hasta la última página, la Biblia testifica de él. En la creación, enseguida lo percibimos como parte de la sagrada Trinidad. Tenemos una vislumbre de él en la promesa de la simiente de la mujer. Lo vemos representado en el arca de Noé. Andamos con Abraham y percibimos, como él, el día del Mesías. Moramos en las tiendas de Isaac y de Jacob, mientras ellos se alimentan de las agradables promesas. Oímos al venerable Israel hablando de Siloh; y en los numerosos tipos de la ley, vemos al Redentor claramente anunciado. Profetas y reyes, sacerdotes y predicadores, todos tienen la mirada puesta en un punto: todos ellos, como los querubines sobre el arca, desean mirar adentro y leer el misterio de la gran propiciación de Dios. No obstante, es en el Nuevo Testamento donde hallamos claramente a nuestro Señor como el único tema que todo lo llena. Este tema no es un raro lingote o un polvo de oro escasamente esparcido, sino un sólido suelo áureo sobre el cual estás en pie; pues la entera sustancia del Nuevo Testamento es Jesús crucificado, y aun sus últimas palabras se encuentran adornadas con el nombre del Redentor. Quisiéramos leer siempre las Sagradas Escrituras bajo esta luz. Desearíamos considerar la Palabra como un espejo en el cual Cristo se mira desde el Cielo y en el que, mirando nosotros también, vemos su rostro reflejado: oscuramente (es cierto) pero, sin embargo, de tal forma que supone una bendita preparación para contemplarlo cuando lo veamos cara a cara. La Biblia contiene las cartas de Jesucristo para nosotros, perfumadas con su amor. Esas páginas son vestiduras de nuestro Rey y exhalan fragancia de mirra, áloes y casia. La Biblia es la carroza real en que viaja Jesús, y cuyo interior está «recamado de amor por las hijas de Jerusalén» (Cnt. 3:10). Las Escrituras son los pañales del santo niño Jesús; despliégalos y halla en ellos a tu Salvador. La quintaesencia de la Palabra de Dios es Cristo.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 170). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

 


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