14 de junio

«¡Oh SEÑOR, nuestra es la vergüenza del rostro […] porque hemos pecado contra ti».
Daniel 9:8 (LBLA)
Un sentido profundo de lo que es el pecado, un concepto claro de su gravedad y del castigo que merece nos hará estar humillados delante del Trono. Hemos pecado como cristianos, ¡qué tristeza! Nos hemos mostrado ingratos, a pesar de haber sido favorecidos; no hemos producido los frutos esperados, habiendo recibido más privilegios que muchos. ¿Quién, aunque haya estado ocupado en la batalla cristiana, no se sonrojará al pensar en el pasado? Lo que hicimos en los días que precedieron a nuestra regeneración debe perdonarse y olvidarse, pero aquello que hemos hecho desde entonces, aunque no sea como lo anterior, sin embargo, lo hemos hecho en contra de la luz y del amor: luz que ha penetrado realmente en nuestras mentes y amor en el cual nos hemos regocijado. ¡Oh qué horrible es el pecado de un alma perdonada! El pecado de un pecador no perdonado no es nada comparado con el pecado de uno de los elegidos de Dios, que ha tenido comunión con Cristo y ha reclinado su cabeza en el pecho de Jesús. ¡Mira a David! Muchos hablarán de su pecado, pero yo te ruego que te fijes en su arrepentimiento y oigas sus huesos quebrantados mientras cada uno de ellos expresa su dolorosa confesión. Observa sus lágrimas mientras caen al suelo, y sus profundos suspiros con los que acompaña la melodiosa música de su arpa. Hemos errado; busquemos, pues, el espíritu de arrepentimiento. Mira también a Pedro. Hablamos mucho de que Pedro negó a su Maestro. Pero recuerda que está escrito que él «lloró amargamente». ¿No tenemos que lamentar nosotros con lágrimas algunas ocasiones cuando hemos negado a nuestro Maestro? ¡Ay!, si no fuera por la soberana misericordia que nos transformó, arrebatándonos como tizones del fuego, los pecados cometidos antes y después de nuestra conversión nos consignarían al lugar del fuego inextinguible. Alma mía, inclínate bajo un sentido de tu natural perversidad y adora a Dios. Admira la gracia que te salvó, la misericordia que te ha guardado y el amor que te perdonó.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 174). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.