19 JUNIO

Deuteronomio 24 | Salmos 114–115 | Isaías 51 | Apocalipsis 21
Es sorprendente hasta qué punto la ley de Moisés hace provisión para los pobres.
Consideremos Deuteronomio 24. Aquí Dios prohíbe tomar en prenda una piedra de molino, “ni la de arriba” (es decir, la más movible, 24:6). Sería como tomar en prenda las herramientas de trabajo de un mecánico, o el software del ordenador de un escritor. Sería quitarle los únicos medios con los cuales puede ganarse la vida, lo cual no sólo agravaría su pobreza, sino haría que el pago de la deuda fuese imposible.
En 24:10–12, hay dos estipulaciones que se establecen en lo que se refiere a los avales de las deudas. (1) Si haces un préstamo a tu prójimo, no entres en su casa para exigir la deuda. Mantente fuera; deja que sea él quien te la traiga. Una conducta así de discreta permite que el deudor conserve su dignidad, y frena la tendencia de parte de algunos ricos de usar su riqueza para intimidar a los pobres y tratarles como si fueran escoria. (2) No tomes en prenda aquello que un pobre necesita como fuente esencial de calor y de abrigo.
En 24:14–15, a los empleadores se les dice que paguen diariamente a sus obreros. En una sociedad pobre y agraria, donde hasta el 70% o el 80% de los ingresos se destinaban a la comida, esto garantizaba que los jornaleros y sus familias tuviesen al menos lo suficiente para poder comer cada día. No pagar ese sueldo no sólo infligía sufrimiento, sino que también era injusto. Hay consideraciones relativas a la justicia aún más amplias en los versos 17 al 18: los huérfanos y los extranjeros, es decir, los que carecían de protectores, y no comprendían cómo se manejaban “los hilos” de la cultura, merecen que se les trate con justicia y nunca deben ser tratados con injusticia, ni maltratados, ni explotados.
Finalmente, en 24:19–22, se les avisa a los agricultores que no recojan de forma exhaustiva todo el producto de sus cultivos a fin de maximizar sus beneficios. Es mejor dejar algo para “el extranjero, el huérfano y la viuda.” (Ver también la meditación del 9 de Agosto).
Dos observaciones: En primer lugar, esta clase de provisiones para los pobres funcionan mejor en una sociedad agraria y no tecnológica, donde la tierra y el trabajo van emparejados y donde son los miembros de una comunidad local los que ayudan a los otros miembros de la misma. No hay ningún sistema burocrático. Por otro lado, sin algún tipo de estructura organizada es difícil imaginarse cómo fomentar la de ayuda para los pobres, por ejemplo, el sur de Chicago, donde no hay agricultores que puedan dejar parte de sus cosechas sin recoger. En segundo lugar, el incentivo en todos los casos era actuar bien, por la gracia de Dios, especialmente teniendo presente el recuerdo de los años cuando ellos también fueron extranjeros en Egipto (24:13–20). Estos versos exigen una lectura muy detenida. Allí donde la gente vive en el temor, en el amor y en el conocimiento de Dios, la compasión social y la generosidad práctica se pondrán de manifiesto; allí donde se va olvidando a Dios o este desaparece en la niebla de lo sentimental, tampoco habrá una compasión robusta –como se ve más adelante en las rigurosas denuncias del libro de Amós.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 170). Barcelona: Publicaciones Andamio.