29 JUNIO
Carson, D. A.
Josué 1 | Salmos 120–122 | Isaías 61 | Mateo 9
Los quince salmos cortos (Salmos 120–134) que siguen inmediatamente después del 119 y están recogidos bajo el nombre “cánticos de los peregrinos”: es decir, cada salmo lleva este mismo título. La explicación más probable es que estos salmos se cantaban mientras los peregrinos iban de camino hacia Jerusalén y su templo para participar en las grandes fiestas: la gente “subía” a Jerusalén desde cada punto del mapa, de la misma manera como en Inglaterra la gente “sube” a Londres desde cada punto del mapa. Esto no quiere decir que cada uno de estos salmos se hubiese compuesto para este propósito. Algunos se escribieron sin duda dentro de contextos muy diferentes y fueron incluidos en esta colección por considerarse apropiados. De modo que el Salmo 120 parece reflejar una experiencia personal, pero podría ser entonado con gran empatía por peregrinos que se sentían enajenados al encontrarse rodeados por vecinos paganos –un tema importante mientras los peregrinos se acercaban a Jerusalén con el sentimiento de que volvían “a casa”–. De hecho, la serie de quince salmos va moviéndose, más o menos, desde una tierra lejana hasta Jerusalén (Salmo 122), y, finalmente, en el último de estos salmos, al arca de la alianza, los sacerdotes y el templo, “todos vosotros sus siervos, que de noche permanecen en la casa del Señor” (134:1).
El Salmo 121 se ubica dentro de esta matriz. La primera línea, “Alzaré mis ojos a los montes”, se arranca a menudo de su contexto para justificar algún tipo de misticismo, o cuando menos para una interpretación que sugiere que los montes y las montañas sirven para recordarnos la grandeza de Dios y, por tanto, sacarnos de nuestra introspección hacia él con el fin de acallar nuestro corazón agitado. De hecho, la referencia a los montes es enigmática. ¿Acaso nos hablan, a nivel simbólico, como el monte del Salmo 11:1, es decir, un lugar de refugio para los que se sienten amenazados o atemorizados? ¿Están plagados de bandidos, de modo que el primer versículo sirve para plantear el problema al cual el resto del salmo se dirige? O, tratándose de unos cánticos de peregrinos, tal vez sea más probable que este peregrino alce los ojos hacia los montes de Jerusalén, y que los montes evoquen no una especie de misticismo sino la sede del rey Davídico, el lugar del templo. Si esta es la interpretación correcta, es como si el salmista viera estos montes como una llamada a la reflexión en el Dios que los había creado (“el Creador del cielo y de la Tierra”, 121:2), el Dios que “cuida de Israel” (121:4) como el Redentor de la alianza.
Los últimos versículos del salmo rebosan de regocijo por el asombroso alcance del cuidado de Dios como “tu sombra protectora” (nótese que la palabra “tu” es singular, como si un peregrino hablase con otro peregrino). “El Señor es quien te cuida” (121:5) –día y noche (121:6), protegerá tu vida (121:7), en todo lo que hagas (“en el hogar y en el camino”, 121:8), “desde ahora y para siempre” (121:8).
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 180). Barcelona: Publicaciones Andamio.